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La educación especial en tiempos de pandemia

Marcela Prados, directora de la Escuela Prof. Luis Morzone, analizó el año estudiantil transitado en medio de la emergencia sanitaria. Aunque el desafío no fue menor, reconoció que pudieron mantener buenos niveles de participación gracias al trabajo conjunto con las familias. A su vez, celebró la creciente inserción del colegio en la comunidad.

Por Aldana Rodríguez.

4to Año, Instituto Educativo Nuevo Milenio.


La escuela remota, modalidad que durante 2020 reemplazó a las clases presenciales, significó un cambio profundo para el ciclo lectivo y la vida cotidiana de todas las instituciones educativas del país. La Escuela Especial Profesor Luis Morzone de Unquillo no escapó a los coletazos de la virtualidad y la pandemia, que obligó a mutar las formas de enseñar y aprender en una comunidad integrada por personas con diversidad funcional.

Marcela Prados, directora del colegio, señaló que, con una matrícula de 79 estudiantes, hubo aproximadamente un 20% de deserción en las actividades. “Es un porcentaje bastante bajo para las circunstancias y se trata de chicos que habitualmente tienen una asistencia muy irregular, donde la familia o el entorno no tiene un compromiso estable con la institución ni siquiera en la presencialidad”, indicó Prados y añadió que el 80% restante del estudiantado continúa trabajando, “algunos con más intensidad que otros”.

Con más de 25 años trabajando en la institución, los últimos 15 como directora, Prados destacó el gran avance de la inserción y el reconocimiento del colegio por parte de la comunidad unquillense, que ya no mira al Morzone con ojos de desconocimiento y prejuicio.


El Milenio: ¿Cómo es la imagen de la escuela en la sociedad? ¿Ha mejorado a partir de la inauguración del nuevo edificio?

Marcela Prados: La imagen de la escuela ha ido variando en función de cómo fueron cambiando los paradigmas y la concepción de la discapacidad y la inclusión en general. Al principio la llamaban “la escuela de los locos”, era un misterio quiénes estudiaban ahí y no participábamos en nada extra escolar.

Con el tiempo fuimos creciendo como institución y, al mismo tiempo, también fueron cambiando las normas y los mandatos sociales. La gente empezó a ver que nuestros estudiantes son niños y jóvenes como los de cualquier otro colegio, con sus mismas inquietudes.

Empezamos a vincularnos con diversas instituciones y a estar mucho más incluidos en eventos de todo tipo, como la estudiantina, al tiempo que nosotros mismos comenzamos a organizar ferias de ciencias y otras actividades abiertas. Fue una cosa mutua. Cuando se corrió el velo del desconocimiento, la escuela abrió sus puertas y la comunidad nos abrió las suyas también.

En relación al edificio, si bien es una gran conquista, diría que no tiene que ver con el reconocimiento de la institución. La escuela es más qué hacemos, que dónde lo hacemos. El lugar ayuda a tener condiciones más lindas de trabajo, obviamente, pero la escuela es mucho más que un edificio, es toda esta comunidad que hemos construido y que hoy está completamente activa e inserta en Unquillo.

EM: ¿Cómo adecuaron el proyecto educativo a la virtualidad este año?

MP: Al principio era todo incertidumbre, después cuando ya tuvimos la certeza de que no volveríamos a las clases presenciales en este ciclo lectivo, adoptamos una mirada mucho más estructurante. Pasamos por diferentes etapas, pero logramos organizarnos y hacer propuestas adecuadas para las necesidades de cada estudiante.

Nosotros tenemos chicos con discapacidad múltiple y creíamos que la única manera de trabajar era teniéndolos al frente, tocándolos, manteniendo un contacto más personalizado. Pero finalmente hemos logrado encontrarles la vuelta a todas las propuestas e hicimos los ajustes necesarios para cada caso, contando, por supuesto, con la colaboración de la familia o alguien cercano del entorno que tomó el compromiso de acompañar a los estudiantes en las actividades y registrar sus respuestas. Creo que ha sido un gran trabajo.

“Ha cambiado la concepción de la sociedad respecto a la discapacidad y la inclusión. Cuando se corrió el velo del desconocimiento, la escuela abrió sus puertas y la comunidad nos abrió las suyas también”.

EM: ¿Cuál fue la mayor dificultad para los docentes?

MP: En gran parte de nuestra comunidad educativa hay analfabetismo o discapacidad también por parte de los padres, entonces tuvimos que utilizar todo tipo de estrategias y recursos para llegar hasta las familias. La dificultad tiene que ver con eso, que, en algunos casos, el entorno está tan limitado como el estudiante.

En función de eso se desplegó un gran abanico de herramientas que tuvieron que ver con la diversificación de propuestas y de formatos, desde el audio y el video, hasta el papel o la llamada telefónica común. El objetivo era llegar de alguna manera para hacernos entender y para que quienes acompañan al estudiante tengan los elementos necesarios para darnos algún tipo de respuesta también.

EM: ¿Qué preocupa más a los padres hoy en día?

MP: Los padres quieren la presencialidad, aunque sea con restricciones o medidas especiales, pero lo que más les preocupa es que sus hijos no tengan la oportunidad de concurrir a clases, de desarrollar vínculos, de trabajar en equipo. Preocupan los niños sin contacto social, encerrados en casa, con depresión. Hay muchos chicos con algún trastorno de personalidad que se han visto muy afectados por esta situación.


EM: ¿Qué es importante aprender ahora, en tiempos de pandemia?

MP: Nosotros siempre apuntamos al desarrollo de capacidades, cualquiera sea la modalidad. Intentamos que el contenido sea el pretexto para que el estudiante cultive alguna competencia fundamental que mejore la calidad de su vida cotidiana. Nuestro foco no está puesto tanto en qué enseñar, sino para qué enseñar.

EM: ¿Cómo ve el regreso a la presencialidad de cara al año que viene?

MP: Todavía no tenemos novedades oficiales, pero se dice que la educación especial podría tardar más en volver, ya que sí o sí necesitamos el contacto directo con los estudiantes. Nosotros no podemos mantener distanciamiento cuando hay que cambiar pañales o alimentar a los chicos. Todas las actividades son coactivas, para que el estudiante aplauda, por ejemplo, hay que tomarle los brazos y ayudarlo. Como docentes necesitamos tocar, acercarnos, guiar y asistir, entonces ¿desde qué distanciamiento puedo hacer un trabajo así?