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Un salón para la miel

El Museo de Abejas en Salsipuedes es el único espacio en su rubro a nivel nacional, se encuentra sobre la calle Álvarez Tomás en El Pueblito, y en él se conservan las historias y las curiosidades de este oficio y su insecto.
  • Colaboradores: Carolina Nigro y Lucía Ortiz. Instituto Educativo Nuevo Milenio Unquillo; Julián Daniele y Lucas Méndez. Instituto Milenio Villa Allende.

Desde la década de los 80, El Pueblito, tradicional barrio que marca las fronteras con Salsipuedes, ostenta una curiosidad en miniatura que atrae a propios y ajenos: un museo de abejas. El espacio fue fundado por el apicultor Eduardo Gaitán, descendiente de familia apicultora, junto a su esposa, con la intención de dar a conocer las particularidades de este milenario oficio.

Puertas adentro, Gaitán, con sus 74 años, hace de guía, brinda explicaciones sobre la crianza de la abeja, la historia de las colmenas, el desarrollo de la apicultura a lo largo del tiempo, la obtención de la jalea real y la cera, e incluso cuenta en su interior con un desarrollado laboratorio que termina de cerrar el paseo de los curiosos.

Enclavado sobre la ruta E-53, el museo recuerda las últimas noticias que alertaron la extinción de esta especie esencial a la vida humana, pero poco se dijo sobre la escasez de conocedores de este oficio.

Ya lo dijo Einstein: Si las abejas desaparecieran de la tierra, los humanos durarían sólo cuatro años, porque al no haber abejas no hay polinización. Todos los insectos son agentes polinizadores, pero las abejas son más directas, van de flor en flor y de ahí su importancia. Ahora tenemos un problema muy grave que es la fumigación, los lugares buenos que tenemos para la producción de miel, como las praderas, hoy hay soja y la mayoría de los apicultores se fundieron”, alegó Gaitán argumentando que incluso en el monte, espacio propicio y natural para las colmenas, el trabajo de las abejas escasea, lo que repercute en la producción.

→“Cuando en la pradera sembraban alfalfa para las vacas, teníamos un promedio de 50- 60 kg de miel por colmena y ahora si tenemos 20-18 kg es una producción buena, porque el monte ya no brinda lo mismo”, sostuvo con esperanza el apicultor.

Asimismo, a pesar de la erosión de la actividad a través del tiempo, el museo conserva y transmite la esencia de este oficio y las curiosidades de este pequeño insecto. Gaitán mismo contó sobre los primeros descubrimientos registrados en la historia de la abeja y el hombre.

Al principio, cuando se observó que la abeja se introducía en los troncos de los árboles huecos se pensó que solamente aceptaba ese tipo de vivienda, por eso, las primeras colmenas fabricadas fueron troncos huecos. Al pasar el tiempo observaron que la abeja aceptaba cualquier vasija, y empezaron a fabricar colmenas con distintos materiales hasta que los griegos, en sus libros de filosofía, hicieron mención a este oficio y sus beneficios. En el año 1951, Lorenzo Langstroth, un gran apicultor, inventó la colmena moderna que se comenzó a usar y no se ha modificado nunca”.

La abeja reina

→“Los museos son pasiones. Nosotros vivimos de la fantasía y de la curiosidad de la gente”. Eduardo Gaitán, 74 años.

Una reina es la abeja más grande de la colmena. “La abeja se mata trabajando y toda la miel que acopia, además de comerla, la va almacenando para el invierno. Hay que darle valor, es un ejemplo que nos da a los seres humanos: ella no trabaja para sí misma sino para otra generación y nosotros, para los que vienen, no les estamos dejando nada”, comenzó destacando el dueño del único museo de abejas en el país.

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Una reina tiene muchas características que la hacen distinta: Es la única integrante de la colmena que puede realizar lo que se conoce como “vuelo nupcial” y llega a distanciarse hasta unos 5 kilómetros de su hogar.

Cuando sale una reina a hacer su vuelo, que es como un casamiento en la colmena, vienen zánganos de todas partes. Y el zángano tiene una particularidad: todas las abejas en la cola tienen una glándula que se llama glándula de nasanoff, o sea una abeja de una colmena no se puede meter en otra porque tiene diferente perfume y las que están de guardia la atacan. El zángano tiene un olor estándar y entra en cualquier colmena y es bien recibido”, explicó Eduardo Gaitán.

→Según los estudios científicos, la enzima de la abeja se llama oxidasa y cuando se junta con el néctar se produce un ácido glucónico que permite la supervivencia de la miel durante largos períodos de tiempo.

Generalmente se caracteriza a los zánganos como más agresivos y veloces, si fecundan a la reina los hijos salen agresivos. Este es uno de los principales motivos por los que se aplica la inseminación artificial en la crianza de las abejas. 


Se debe a la africanización, es decir, cuando la abeja se pone mala. Fue un problema a partir del año 68 cuando entró la abeja africana o Adansoni. Era una abeja agresiva, pero lo que tenía de interesante es que era muy trabajadora, aguantaba el clima y el hambre, pero era mala. Al mezclarla con la abeja italiana, la más mansa del mundo, salió una abeja aún más mala de la que se trajo. Antes sacábamos la miel en mano y camisa, ahora hay que equiparse como para ir a la luna, porque están bravísimas”.

Larga vida a la miel

Así como popularmente se sabe, existen distintos sabores en la miel y algunos piensan que el gusto depende del proceso. De todos modos, para Gaitán el vínculo entre la flor y la abeja es determinante, no sólo en el sabor sino también en su color.

Está la miel de yerba que es la de la floración autóctona del monte y tiene más minerales. La miel de yuyo que es muy medicinal y es la miel del sembrado o de pradera. Incluso, la miel tiene diferentes colores y sabores, hay veces que tengo miel del mismo color y diferente gusto. Por ejemplo, la miel de la floración del algarrobo es blanca al igual que la de floración de alfalfa y a la vista son iguales, pero su sabor no. Muchas veces se miente con la miel, se vende un jarabe en lugar de miel. Uno de los diagnósticos de la pureza de la miel, es cuando se endurece, se cristaliza y se azucara. La miel real es el néctar de la flor, la abeja chupa el néctar, lo pone en su buche melario, lo procesa, le pone sus encimas y ahí es cuando se convierte en miel. Una miel que no tiene las enzimas de la abeja es un jarabe”.

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