El criadero de truchas enclavado en Colanchanga es el único en el país y representa la mayor fuerza del turismo en Sierras Chicas.
Por Amira López Giménez | amiralopez@elmilenio.info
Colaboración: Matías Grasso y Lisandro Crembil. 4°A IMVA
[dropcap]E[/dropcap]n 1987, el padre de Héctor Pepi decidió comprar un campo a dos kilómetros del paredón del Dique La Quebrada, precisamente en el corazón de Colanchanga, y allí fue con su familia con la idea de enclavar en la zona un proyecto netamente familiar. Las ideas barajadas por los hijos fueron varias, propusieron desde planteles de ranas hasta de hongos y caviar, pero triunfó la más audaz de todas las propuestas: un criadero de truchas.
Los primeros pasos fueron difíciles, había que tener en cuenta varias características para empezar la crianza, como la sequía, el calentamiento, el clima, alimentación, limpieza de las piletas, algas, hongos y la temperatura y oxígeno del agua, cuyos estudios llevaron un año para determinar la adaptabilidad de los peces. Sin embargo, con viento en popa,en 1994 se funda el criadero de Truchas Hecveresna, llamado así por unión de los nombres de cada hijo y hoy día uno de los puntos turísticos más fuertes de las viñas serranas.
«Se empezó en relación a la cantidad de agua que había donde se podía hacer un criadero entre 1000 a 1200 kilos de truchas. En el año 94 trajimos la primera partida de huevos que vinieron de Bariloche, que eran 10 mil huevitos, de esos a grandes habrán llegado 2000 truchas, no era lo óptimo, pero llegaron. La primera tanda nació en una pileta con una manguera al lado de la casa de mi viejo», comenzó precisando Héctor Pepi a El Milenio.
De a poco la gente se fue enterando y los curiosos fueron propagando el interés por las truchas que se paseaban por las piletas del lugar. A ello se fue sumando las visitas los fines de semana, las familias decidían quedarse a pasar el día, pescar y comer. Así, los dueños de esta innovación serrana decidieron abrir al público que por aquel entonces la entrada tenía un valor de 50 centavos.
«La gente misma empezó a pedir otras cosas, por ejemplo: pedían la pesca y empezaron a pescar dentro de la pileta donde se criaban las truchas. Después de eso se hizo la laguna, después la gente quería comer, entonces se hizo un restaurante; se querían alojar, se hicieron cabañas, junto con las cabañas se hicieron las piletas de natación y un parque con canchas de deporte y juegos para chicos. Y así se terminó armando el complejo y al día de hoy se abre toda la semana excepto lunes y martes», relató Pepi.
Mucho más que un criadero
Actualmente el criadero de truchas brinda trabajo a las cinco familias que se han ido formando a lo largo de los años y otras tantas personas. Los tiempos venideros generaron el ambiente propicio para ampliar el emprendimiento ofreciendo nuevos servicios como la venta de otras variedades de pescado, mariscos y carne de cerdo y también el disfrute de la observación y pesca de otros peces en el verano. Inclusive hoy por hoy existe una sucursal del criadero en la localidad de Calamuchita, pero sin fines turísticos, la idea es la crianza de truchas para la posterior venta y distribución en la provincia cordobesa, ya que Hecveresna es uno de los pocos proveedores de truchas envasadas al vacío.
Al día de hoy, el criadero cuenta con una infinita variedad de piletas y lagunas en diferentes tamaños. «Nosotros tenemos de todas, 150 mil litros en la sala de incubación, 25 mil litros las piletas con las truchas grandes», aclaró Pepi y sobre la producción neta de truchas agregó: »Logramos 400 kilos mensuales, porque el agua de pozo aparte de tener menos cantidad de agua tiene nivel de oxígeno más bajo, entonces no podemos aumentar mucho. Hoy las piletas tienen truchas, salmón siberiano, pacú, pececitos de colores, entre otros. Es para que haya otras piletas con peces para que la gente pueda ver en el verano».
Durante los últimos tiempos, los gobiernos decidieron prohibir la crianza de estas especies en el territorio cordobés, sin embargo, esta ordenanza no afectó a Hecveresna, lo que lo convierte en el único criadero de la región y del país; y un centro de contacto con estas especies acuáticas para los vecinos que pueden acercarse a la reserva.
Por su parte, criar truchas no es fácil ni económico, por eso su valor al momento de adquirirla. Tan solo los huevos son difíciles de obtener, se consiguen en contadas ocasiones anuales y hasta se cotizan en dólares.
Además, el criadero puede ser considerado un puntapié inicial que generó una valoración superior a la esperada sobre la zona geográfica. La población en Colanchanga ha ido en aumento y los terrenos comenzaron a tener mayores costos. »Llama a nivel turístico, mucha gente que conoce Río Ceballos es por el criadero de truchas. Es más, en la zona de Colanchanga, que es la zona donde estamos, cuando nosotros fuimos había tres colectivos por día, había mucho menos de la mitad de la gente que hay ahora y los terrenos eran más accesibles. Hoy a partir del criadero de truchas, empezó a venir más gente y se revalorizó la zona».
Sin embargo, no todo es color de rosas. Una de las problemáticas son las críticas que aluden a un supuesto exceso de recursos utilizados. ”Nosotros pedimos los permisos y tenemos aprobado un porcentaje del agua del río, quiero que esto quede claro porque la gente cree que se seca el dique porque el criadero se toma toda el agua. No, el agua no se consume para el criadero de truchas, se usa como medio de paso. O sea, si yo le saco 10 litros por segundo al río, por decir una cosa, yo le devuelvo al río 10 litros de agua por segundo. Tomo el agua, la filtro, por eso está la laguna, la laguna de pesca sirve como filtro y después hay otra laguna más que tiene plantas y tiene anguilas y tiene un montón de cosas que sirven para filtrar el agua, y después sale de vuelta el agua al río. Incluso cuando uso agua de pozo esa agua se devuelve”.
Para el paladar
Para cerrar, Héctor Pepi compartió una especial receta: “Si le querés sentir el gusto a la trucha, a la manteca. Sartén, una cucharada de manteca, bastante manteca, cuando está hirviendo la manteca se pone la trucha del lado de la carne, cuando ya se cocinó y está dorada se da vuelta y se cocina del lado de la piel. Mientras se está cocinando del lado de la piel preparás los platos, la sacas y la servís. En el restaurante preparan trucha rellena con camarones y jamón; riquísima”.