- Colaboración:
- Carmela Fazio y Lorenzo Ceballos.
- 4to Año, Instituto Educativo Nuevo Milenio.
- Bautista Scaramuzza y Mateo Spika.
- 4to Año, Instituto Milenio Villa Allende.
La pandemia trajo desafíos impensados en lo deportivo. En un primero momento, las redes sociales se llenaron de videos de entrenamiento caseros, las descargas de aplicaciones deportivas se multiplicaron y más de uno recurrió al ingenio para armar su propio gimnasio en casa.
A medida que el frío se fue apagando y las restricciones empezaron a reducirse, la premisa mutó. Hoy, el deporte al aire libre ocupa un lugar incluso más preponderante que el que tenía años atrás, sobre todo para las disciplinas individuales. Es ahí donde el slackline se inserta como una propuesta novedosa e innovadora.
Conocido en español como “cinta tensa”, esta disciplina gira en torno al equilibrio. No demanda demasiada logística: simplemente se coloca una cinta plana entre dos puntos de agarre (árboles, postes, estructuras, salientes montañosas, etc.) y se busca mantener la estabilidad, tanto de manera estática como dinámica.
Esta disciplina deportiva que lentamente va cobrando mayor visibilidad, también tiene su lugar en Sierras Chicas y, más precisamente, en Salsipuedes, de la mano del profesor Matías Pintos. Para el joven, su llegada al slackline fue “por etapas”.
La primera experiencia fue cursando el profesorado de Educación Física, cuando una compañera colgó una cinta en medio de la clase. “Me acuerdo que estábamos en una materia que se llama ‘Vida en la naturaleza’ y una amiga propuso el slackline en el campamento. Fue la primera vez que pude subirme a una cinta tensa y desde un primer momento me pareció súper interesante”, cuenta Martín a El Milenio.

Luego llegó un nuevo cruce con la disciplina en su propia ciudad, Salsipuedes. “Vi a unos chicos que habían colgado la cinta y me agarró la manija de empezar a hacerlo. Con unos amigos juntamos plata y nos compramos nuestra primera cinta, que era parecida a las que se usan en los camiones para enganchar”, recuerda el joven de 26 años que actualmente cursa la Licenciatura en Educación Física.
Finalmente, Matías formó su propia escuela, Slacksipuedes, donde combina prácticas de slack puro (basándose en ejercicios de estabilidad, caminata y trucos), con entrenamiento físico. Este último incluye el desarrollo de habilidades claves para cualquier deportista a nivel funcional, tales como fuerza, estabilidad, equilibrio, coordinación y movilidad. “El desafío de mantenerse en equilibrio y nunca perder la concentración me encanta”, afirma con una sonrisa.
El Milenio: ¿Qué modalidades existen en el slackline?
Matías Pintos: En principio tenemos el bajo slackline, que sería la modalidad inicial y más frecuente de observar. Después está el trickline, que son todos trucos a través de saltos, piruetas y rebotes arriba de la cinta. También está el highline, donde el desafío pasa por las alturas y por eso se practica en montañas, árboles muy altos o edificios.
Otra modalidad es el longline, que es una rama con distancias largas de cinta, en diferentes alturas, muy desafiante; y el waterline, que se practica sobre el agua. Por último, tenemos “rodeo”, donde se usa una cinta que hace una especie de U, en la que uno puede balancearse como si fuera una hamaca. Después también existen combinaciones entre yoga y slackline, o variantes con malabares arriba de la cinta.
EM: ¿Cuáles son los tipos de slackline que más practicás vos?
MP: Lo que más he practicado es trickline, una modalidad en la que avancé mucho en cuanto a capacidad para hacer diferentes trucos. También trabajo en longline y me encantaría probar highline, pero la verdad que todavía me da un poco de miedo colgarme a semejante altura.
EM: ¿Por qué invitarías a alguien a sumarse a este deporte tan particular?
MP: Porque creo que los logros tienen que ver con vencer miedos. Es una lucha muy personal, pero enfrentar tus temores es tremendo. La primera vez que puse un pie en la cinta se me movía la pierna para todos lados, pero me generó un entusiasmo enorme. Después querés más, llegás a hacer dos pasos, la próxima vez caminás y luego empezás a buscar el truco.
EM: ¿Qué condición física y elementos se necesitan para practicarlo adecuadamente?
MP: La verdad es que cualquiera puede practicar slackline, aunque sí se necesitan ganas, voluntad para enfrentar miedos y un poco más. No importa el peso, ni la estatura, ni la edad, pero sí es fundamental realizar un trabajo progresivo para cuidarnos.
En cuanto a elementos, lo que hace falta es la cinta y el malacate. También es necesario tener colchones, sobre todo al principio, para ganar mayor seguridad. Quizás cuando se trata de personas menos jóvenes hay que tomar mayores precauciones a la hora de avanzar en las técnicas y los trucos, porque las lesiones pueden ser más complejas. Pero no hay restricciones, depende de cada persona.
La cinta en sí no es elástica. Lo que le da el rebote es el punto medio y la tensión de los malacates. Mientras menos tensión tengan, más vas a rebotar y viceversa. Lo que sí puede variar en ocasiones es el ancho, pero las cintas de slackline generalmente son de 5 cm y las de longline, de 2,5cm.
EM: ¿Resulta costoso practicar slackline?
MP: Depende de algunos factores. Para empezar, una cinta de 15 metros está en ocho mil pesos. Pero si estás lleno de ganas, querés arrancar y no contás con ese dinero, podés apostar a una soga bien gruesa, que se consigue fácilmente y es muy resistente, o bien una linga de las que se utilizan para camiones, que fue lo que yo compré para empezar y me alcanzó para muchas horas de diversión y aprendizaje.