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La esperanza de una vacuna, cada vez más cerca

El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaraba al COVID-19 como pandemia y los laboratorios inauguraban una carrera nunca antes vista para desarrollar una vacuna segura y eficaz. Actualmente, hay más de 200 proyectos en curso, 11 de los cuales transitan la última fase de evaluación clínica antes de su aprobación. Las fórmulas de Sputnik V, AstraZeneca/Oxford y Pfizer/BioNTech serían las primeras en llegar al país a fines de este año o comienzos de 2021.

Por Amira López Giménez y Carlos Romero.

Colaboración: Lucía Argüello.


El 12 de enero, la Comisión Nacional de Salud de China daba a conocer el genoma completo del SARS-CoV-2, un virus por ese entonces desconocido para la ciencia médica, pero con rasgos similares al SARS-CoV (detectado también en China en el año 2002) y al MERS-CoV (que apareció en Arabia Saudita en 2012).

En ese momento, la ciudad de Wuhan registraba los primeros 41 casos de COVID-19, una enfermedad que pronto se esparciría por todo el mundo a una velocidad inaudita. Para fines de noviembre, el nuevo coronavirus ya había provocado más de 55 millones de contagios. Inmediatamente, los laboratorios de diversos países se lanzaron a la búsqueda de una herramienta preventiva para frenar el avance de la pandemia.

Actualmente, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicados el 12 de noviembre, existen 212 proyectos de vacunas, de los cuales 48 se encuentran en evaluación clínica y 11 en fase tres, la última antes de su comercialización. Cuatro de ellas se están estudiando o produciendo en Argentina y una quinta (la española RUTI) también se probaría en el país.

“Es la primera vez que se registra un desarrollo tan acelerado de una vacuna. Se han agilizado los procedimientos burocráticos, se han invertido muchos recursos y se han capitalizado los conocimientos disponibles sobre el SARS-CoV y el MERS-CoV. Lo que está ocurriendo es admirable”, comentó Belkys Angélica Maletto, bioquímica, doctora en Ciencias Químicas, docente de la FCQ-UNC e investigadora del Conicet especializada en el trabajo con vacunas y adyuvantes.

Defensa microscópica


Desde su invención en 1796, la vacunación es uno de los principales métodos de la humanidad para combatir las enfermedades provocadas por microorganismos patógenos. Como explicó la Dra. Maletto, las vacunas imitan una infección natural (utilizando una proteína del agente, parte de su material genético o incluso una versión debilitada del mismo), dándole al organismo la oportunidad de preparar sus defensas contra un virus o bacteria al que puede exponerse en el futuro.

“La vacuna simula un microorganismo, así el sistema inmune la identifica como algo extraño y desencadena una respuesta defensiva”, resumió la profesional en diálogo con El Milenio. “Esta respuesta se divide en dos etapas. En las primeras 72 horas puede haber una reacción inespecífica de corto plazo, como la producción de fiebre. A largo plazo (entre quince y treinta días), la vacuna desarrolla una respuesta específica y protectora contra el agente infeccioso en cuestión”, continuó.

Así, la inmunización desencadena una respuesta humoral (a cargo de los linfocitos B) y celular (desarrollada por los linfocitos T), permitiendo la formación de anticuerpos que van a actuar neutralizando los microorganismos patógenos y facilitando la destrucción de las células infectadas.

“En algunos casos, basta con que la vacuna desarrolle los anticuerpos. En otros, además, se necesita una respuesta celular, depende contra qué nos estemos defendiendo. Para el SARS-CoV-2 se cree que serán necesarias ambas reacciones (humoral y celular), pero todavía se desconocen muchos aspectos de este virus”, explayó la investigadora del Conicet.

“Cada uno tiene derecho a decidir si quiere vacunarse o no. Pero la vacunación es una responsabilidad social, no individual. Hay que creer en las instituciones, si las vacunas se aprueban, será de forma seria”.

Paso a paso



En un contexto normal, la creación de una vacuna lleva al menos cinco años de investigación y desarrollo, pero la emergencia sanitaria desató un trabajo sin precedentes por parte de la comunidad científica internacional. A pesar de esta inusitada aceleración del proceso, cada proyecto en curso debe superar las distintas instancias de prueba y experimentación para finalmente ser aprobada por los organismos regulatorios.

En este sentido, la Dra. Belkys Maletto explicó que el desarrollo de una vacuna consta principalmente de dos etapas, la preclínica y la clínica, esta última integrada a su vez por cuatro fases. La instancia preclínica generalmente se lleva a cabo en la academia por grupos científicos e incluye pruebas en animales. “Se observa si no hay efectos adversos y si la vacuna genera una respuesta inmune. En este punto, si los resultados son dudosos o malos, se termina el proyecto”, dictaminó la especialista.

Si los hallazgos son óptimos, se pasa a la fase clínica, donde, a partir de la aplicación de la vacuna en voluntarios, se recopila información sobre seguridad, inmunogenicidad, dosis adecuada y método de administración. En las primeras dos fases, los grupos son limitados (entre cien y mil integrantes) y las personas comparten características específicas como región geográfica, etnia, edad y hábitos alimentarios, entre otras variantes del estudio.

“Si todo eso se supera, se pasa a la fase tres, donde participan entre 10 mil y 40 mil voluntarios. El grupo se divide en dos y se hace un estudio llamado ‘de dos ramas a doble ciego’: una mitad recibe la vacuna en estudio y la otra mitad, un placebo; y ni el médico ni la persona voluntaria saben qué se está administrando”, detalló la profesional.

Como indicó Belkys, la fase tres se lleva a cabo en lugares donde existe circulación del virus (para probar su eficacia) y se considera exitosa si no hay reacciones negativas y no aparecen casos dentro del grupo vacunado. “En definitiva, para que una vacuna sea aprobada, debe reunir dos requisitos: que no produzca efectos adversos y que sea efectiva, es decir, que proteja contra la enfermedad”, resumió la investigadora.

Una vez que los datos son analizados rigurosamente por los entes regulatorios (en Argentina, el Anmat o Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) y la vacuna es aprobada, se procede a su comercialización y al inicio de la fase cuatro. “Se mantiene una vigilancia constante durante esta etapa y se declara cualquier efecto negativo constante que se observe”, indicó la investigadora y llamó a creer en las instituciones que velan por una vacuna eficaz para todos los seres humanos.

Distintos medios, el mismo fin


Con el SARS-CoV-2 transformando el tiempo en un asunto de vida o muerte, laboratorios públicos y privados están aplicando todos los métodos disponibles en la búsqueda de una vacuna, desde los más tradicionales hasta los más innovadores.

Dentro del primer grupo se encuentran aquellos proyectos que utilizan virus inactivados. Se trata de vacunas muy comunes, pero que demandan una fabricación engorrosa, a gran escala, en laboratorios con altos niveles de bioseguridad (ya que se manipula el virus vivo y, recién al final, se lo inactiva con calor, radiación o químicos).

En este sentido, destacan las propuestas de tres laboratorios chinos, entre ellos la formulada por el China National Biotech Group, en colaboración con el Instituto de Productos Biológicos de Beijing y la farmacéutica Sinopharm, que está llevando a cabo su estudio de fase tres en Argentina.

Una apuesta científica más moderna son las vacunas génicas vectorizadas, que utilizan otros microorganismos inofensivos para transportar un fragmento del material genético del SARS-CoV-2. “Las más avanzadas usan un adenovirus como vector. Éste puede ser de mono (como la vacuna de Oxford, que se producirá en Argentina) o puede ser un adenovirus humano, como el del resfrío, que es el caso de la vacuna rusa (Sputnik V) y la Janssen de Johnson & Johnson, que se está probando clínicamente en nuestro país”, indicó Maletto.

«Se saca un pedacito del ADN del adenovirus y se inserta un gen del coronavirus. El vector ingresa a nuestras células, pero no se replica. Con el código, las células empiezan a producir la famosa proteína S (que dota al SARS-CoV-2 de su característica corona). Entonces, el sistema inmune la reconoce como algo extraño y brinda una respuesta contra la proteína», explayó la investigadora.

Por último, un método particularmente novedoso son las vacunas de ARN, de las cuales no hay ninguna aprobada o licenciada en la actualidad. “Lo que se hace es inyectar un fragmento de ARN recubierto en nanopartículas lipídicas que codifica la síntesis de la proteína S. Así, las células humanas comienzan a producir la proteína del SARS-CoV-2, desencadenando la reacción del sistema inmune”, señaló Belkys.

Este es el caso de la vacuna producida por el laboratorio Moderna junto al Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (Estados Unidos) y la desarrollada por BioNTech (Alemania) junto a Pzifer (Estados Unidos), ambas en fase tres y, en el caso de la última, con estudios clínicos en el país.

“Quizás estas primeras vacunas no sean las mejores, pero van a ayudar a que la gente no desarrolle una enfermedad grave. Incluso aquellos proyectos que no resulten van a dejar una enorme capacidad instalada de conocimientos e infraestructura”.

Finalmente, ¿qué puede esperar Argentina?



Ante la variedad de opciones, la profesional valoró que, al momento de adquirir una vacuna, conviene “no casarse con una sola compañía”, ya que es importante considerar las diferencias en la velocidad de producción y las condiciones de conservación, así como la gran demanda que habrá a nivel nacional y mundial.

“Es muy probable que no tengamos vacunas para todos en un primer momento y el plan de vacunación en sí, requerirá una logística importante. Seguramente se definirán grupos prioritarios, por ejemplo, adultos mayores, personal de salud y de seguridad y personas con alguna patología de base”, aventuró Maletto.

En este sentido, el presidente Alberto Fernández ratificó que prevé comenzar una vacunación masiva entre diciembre y enero, inicialmente con la vacuna rusa Sputnik V. Por su parte, la AstraZeneca de Oxford, cuyo principio activo se producirá en Argentina para luego envasarse en México, podría llegar en marzo; al tiempo que se mantienen negociaciones con Pfizer, Moderna y otras propuestas.

Ante la polémica que suscita el tema en el marco del crecimiento de los movimientos antivacunas, el gobierno nacional aclaró que no será obligatoria la colocación de la vacuna. “Cada uno tiene derecho a decidir, pero la vacunación es una responsabilidad social, no individual”, apuntó Belkys al respecto.

Finalmente, la profesional se mostró optimista en cuanto a la evolución de la ciencia médica y cómo se enfrentará la humanidad a sus futuras batallas epidemiológicas. “A lo mejor de estos 200 proyectos, muchos no se concretan, o quizás algunos que están más atrasados hoy terminan siendo mejores después. En cualquier caso, incluso aquellos que no resulten, van a dejar una enorme capacidad instalada de conocimientos e infraestructura. Así como hemos dado un salto enorme a la virtualidad, también se ha dado un salto muy grande en materia de desarrollo tecnológico”, concluyó.

Las candidatas


El 6 de noviembre se promulgó en Argentina la ley que declara de interés público las vacunas contra el COVID-19, la cual permite a los organismos competentes “realizar la aprobación de emergencia de las vacunas, con el debido respaldo de la evidencia científica y bioética”. En este momento, las principales vacunas, en fase tres que podrían llegar al país en los próximos meses son:

  • Instituto Gamaleya de Rusia (Sputnik V): A fines de 2020 e inicios de 2021 se recibirán 25 millones de dosis según un acuerdo firmado con la Cámara de Comercio de Rusia.
  • AstraZeneca – Universidad de Oxford (Reino Unido): El Gobierno anunció la firma de un acuerdo por 22 millones de dosis y su principio activo se producirá en el laboratorio argentino mAbxience.
  • BioNTech (Alemania) – Pfizer (EEUU): Más de diez mil voluntarios argentinos participaron del ensayo en fase tres. Se estima que podrían llegar dosis para 750 mil personas en las próximas semanas, aunque el principal desafío es que la vacuna debe conservarse a -80 °C.
  • Moderna (EEUU): Se esperan negociaciones con este laboratorio que utiliza tecnología ARN y una refrigeración de -20 °C. Podría llegar al país a través del mecanismo Covax de la OMS, un acuerdo que garantiza un acceso simultáneo y equitativo a las vacunas.

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