Colaboración: Agustina Peiretti, Mijal Winter, Paula Gallego, Candela Fernández, Juliana Bonetto (IENM)
Leandro Blanco Pighi tiene más países visitados que cumpleaños en su haber. Con 25 años, ha estado en 32 naciones distintas. A los 19 emprendió su primer viaje y desde entonces no paró. En una de sus últimas travesías recorrió varios puntos de Asia, desde la exótica India hasta Malasia, pasando por Nepal, Filipinas, Tailandia, Hong Kong, Indonesia y Singapur. Sin embargo, este no fue simplemente “un viaje más”, ya que en él Leandro reunió, casi por casualidad, dos de sus más grandes pasiones: viajar y escribir.

Así nació “Viajero Intermitente”, un libro compuesto por crónicas y relatos breves que resumen las aventuras de este joven viajero-escritor y estudiante de Comunicación Social durante sus tres meses de recorrido por Asia. Con su risa fácil y el humor siempre dispuesto, Leandro compartió una jornada con los jóvenes de El Milenio para hablar sobre los detalles de este libro tan particular.

El Milenio: ¿Qué te motivó a hacer este viaje?
Leandro Blanco Pighi:La idea de viajar está siempre latente en mí, es lo que más me gusta hacer. Este viaje en particular no me acuerdo cómo surgió. Con un amigo hacía rato que teníamos ganas de viajar y veníamos ahorrando, pero no nos habíamos decidido con el destino. Así que, un poco en joda y un poco en serio, empezamos a tirar lugares disparatados hasta que dijimos y bueno, ¿por qué no India?
EM: ¿Qué fue lo que más te sorprendió de los lugares que visitaste?
LBP: Me sorprendió todo. La cultura oriental es sumamente diferente a la nuestra. Para mí fue como un cambio de planeta más que de continente, me voló la cabeza. Diría que una de las cosas que más me llamó la atención es la sencillez de la gente. Hay ciertas carencias que a nosotros nos volverían locos, como la energía eléctrica en Nepal, que funciona por intervalos y no todo el día como estamos acostumbrados acá.
Viven con lo esencial y no les interesan las cosas superfluas porque están más abocados a lo espiritual que a lo material. Hay un componente religioso muy fuerte, sobre todo budismo e hinduismo, es una forma de vida para ellos. En India, en una ciudad llamada Varanasi, la más fuerte religiosamente hablando, la gente es re feliz haciendo sus tareas alrededor del río Ganges, que es sagrado para ellos. Parece un ritual, durante toda la mañana el río está súper poblado y la gente hace todo ahí: se afeitan, se cortan el pelo, lavan la ropa, dan de tomar a las vacas.

EM: ¿Qué fue lo más raro que te pasó durante el viaje?
LBP:¿Raro? Comer escorpión frito (muy feo), viajar de a seis personas en un sidecar (esas motitos con un gabinete al costado) o en el techo de un colectivo, meterme al Ganges, pisar un erizo. Una vuelta estábamos en una estación de tren en India yéndonos a Nepal y habíamos comprado una gran provisión de comida. Cuando nos descuidamostreinta segundos, bajaron un montón de monos del techo, reventaron la bolsa de comida y se llevaron todo. Salí corriendo pero al primer mono que se dio vuelta y me mostró los dientes fue un: “andá nomás, llevate la comida, no te hagas drama”.
Pasamos navidad en Nepal, que nos sorprendió muchísimo porque, al ser un país hinduista, no esperábamos ningún tipo de festejo, pero al haber tanto turismo, había fiestas de navidad por todos lados. El año nuevo lo recibimos en Tailandia y fue un desastre, había mucha joda y a la gente no le importaba nada, fue onda la película “¿Qué pasó ayer?”.
Estuvimos en lugares como Udaipur, una ciudad muy chiquita rodeada de lagos con palacios viejísimos de antiguas dinastías indias, Jaiselmer, un pueblito en el medio del desierto donde anduvimos en camello (lo cual fue bastante duro, cuando te bajás te querés morir), o Pokhara, donde se ve la cadena del Himalaya desde cualquier lado y hay unos lagos hermosos. Las playas de Malasia e Indonesia eran paraísos directamente.
EM: ¿Y la comida qué tal?
LBP:La comida fue un verdadero problema, sobre todo la primera parte en India, porque a todo le ponen mucho pero mucho picante, te arde todo el cuerpo comiendo eso. De hecho los indios huelen a especias o sea, tienen un olor muy característico que deriva de los condimentos que usan: masala, chili, curry, pimienta, etc.
Al segundo día de inanición encontramos un McDonald’s y dijimos “ya está, esta es nuestra salvación”. Obviamente de los carteles no entendíamos nada, así que pedimos dos hamburguesas que parecían normales. Nos hubiéramos comido cien con el hambre que teníamos pero compramos dos para probar. En India no existe la carne de vaca porque es un animal sagrado, así que las hamburguesas eran un menjunje de muchas cosas… y chili. Al primer mordisco nos queríamos matar, ni el pan nos pudimos comer. Tuvimos que vivir unos cuantos días a base de galletas y frutas.
EM: ¿Cómo decidiste plasmar todas estas pequeñas aventuras en un libro?
LBP: El libro lo empecé a escribir inconscientemente en realidad. Arrancó como una conversación de Facebook donde les contaba a algunos familiares y amigos qué hacíamos día a día, para que supieran donde estábamos y no se preocupasen por posibles tsunamis y esas cosas. De a poco se fue agregando cada vez más gente a la conversación, personas que ni conocía a veces, y de golpe eran 50 leyendo y diciéndome: “esto lo tenés que publicar”.
La verdad que publicar un libro no es un trabajo fácil y lleva su tiempo. Yo soy muy obsesivo con eso, a cada rato encontraba errores y había que corregir, creo que ya me odiaban los de la editorial. Igual la primera vez que lo abrí encontré un error así que no lo pienso leer de nuevo.
EM: ¿Por qué elegiste el nombre “Viajero intermitente”?
LBP: En realidad me lo tiró un profe, yo estaba llegando a la facu y él me dice “¿cómo anda el viajero intermitente?”. Me gustó porque, por un lado, la intermitencia trae esa imagen de la luz que se prende y se apaga, porque hay momentos en que no viajo, no se podría decir que soy un viajero nómade porque siempre vuelvo. Pero a la vez, aunque titile, no se acaba nunca.

EM: ¿No te has planteado vivir siempre viajando?
LBP: Todos los días. Yo creo que va a llegar un momento en que me voy a dedicar a viajar solamente y me voy a convertir en un viajero permanente. Aún así, siempre se vuelve. Córdoba es mi hogar y no la cambio por nada. Podré estar años viajando pero siempre voy a volver.
EM: ¿Qué es lo que más te gusta de viajar?
LBP: Conocer gente, conocer otras realidades. Al principio viajaba para conocer lugares o paisajes. Ahora viajo para conocer personas, la esencia del lugar. Y creo que no se necesita mucha plata para hacerlo, si realmente querés, siempre encontrás alternativas. Yo he trabajado en todos lados en post de irme de viaje, rogando siempre que alguien me preste la tarjeta para sacar el pasaje en cuotas, haciéndolo lo más económico posible, sin gastar mucho en lujos y comodidades pero siempre apostando a conocer más.

EM: ¿Cómo se combina esto con esa otra pasión tuya que es escribir y con la carrera que elegiste, Comunicación Social?
LBP: Escribo desde siempre, no sabría decir en qué momento empecé. Para mí fue muy importante una revista que hacíamos en el cole porque me hizo pensar “me gusta esto, quiero hacer esto” y seguramente influyó, aunque sea inconscientemente, en la elección de la carrera.
Al principio no estaba seguro de seguir Comunicación, pero hoy no lo cambio por nada. Realmente es una carrera hermosa, ahora que la estoy terminando me da un poco de nostalgia. Te da un marco teórico y una mirada súper amplia, te enseña a agudizar los sentidos, y eso es algo que uno hace al viajar. Hay una conjugación perfecta entre periodismo y viajes.
EM: ¿Tenés en mente próximos viajes y/o próximos libros?
LBP:La verdad que con toda lo que se movió este, tengo muchas ganas de salir a escribir ya. Tengo pensado ir a Cuba pero por ahora estoy tratando de terminar la facu. Igual sigo viajando, es como una adicción para mí. Todos los meses me hago una escapadita a algún lugar del país, viajes de un fin de semana y sin gastar demasiada plata. Después de todo, tengo que seguir ahorrando para lo que se viene.
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