- Redacción: Matías Candoli. periodico@elmilenio.info Participaron: Martina Baratta y Ana Luz Giménez (4° IMVA). Javier Gotta Corral y Juan Francisco Bornancini (4to IENM).
Cuando Jazmín Arab tenía seis años, sus padres decidieron llevarla a un psicólogo porque en su escuela era víctima de bullying. El profesional que la atendió les recomendó que probaran relacionarla con animales y, como vivían cerca de un club de polo en Villa Allende, los padres se decidieron a probar y esa niña se enamoró instantáneamente de los caballos.
Después se animó a tomar el taco y ya no se bajó más. Creció jugando a este deporte que la apasionó y se convirtió en su mundo hasta el día de hoy. “Mi profesor me dio el taco de polo a los siete y acá estoy”, resumió la joven deportista, diez años después de ese día.
“Quería salir de todo lo malo que me estaba pasando y cuando le conté al psico, me alentó mucho. Poder relacionarme con los animales era algo muy bueno. Después le dije que ya me había enganchado con un par de clases de polo y me dice ‘Si podés manejar un caballo de 600 kilos, ya ni vengas acá’”, recordó riendo.
Luego de esa decisión de vida, para Jazmín todo fue polo, y se lo tomó muy en serio. “Yo lo amo como deporte, pero lo que más me atrapó es el amor por los caballos. No soy esa chica que juega y los deja tirados cuando terminan los partidos. Voy un rato antes, después recién me subo, juego y luego me bajo. Pero no me voy. Me quedo con ellos un rato hasta que comen y demás. Porque son como otro deportista. Sin ellos, no podría jugar”, explicó la joven con resolución.
La alegría de encarar y apropiarse con pasión de un deporte se debe no sólo a su propio empuje, sino también a un acompañamiento que ella misma agradece: “El profesor que tuve me incentivó mucho al decirme ‘Probá y, si no te gusta, seguí con el deporte que quieras, pero yo te voy a acompañar’. Ahí me fui animando, tuve mi primer torneo y me fui enganchando más y más”.


Hoy en día, Jazmín juega en el club Caburé de Villa Allende y sus excelentes condiciones para el deporte han hecho que se destaque. Con orgullo, la joven maneja con naturalidad el hecho de que, a su corta edad, sea convocada a jugar en equipos de distintas categorías.
En su entusiasmo, la polista trató de explicar: “Juego con hombres y mujeres. Son tres categorías: femenino, una categoría que se llama 0-4 goles y la categoría de 5-8 goles. Los goles son los que miden a los jugadores, lo que se llama hándicap”. Esa palabra, tan usada en esta y en algunas otras disciplinas, alude a la estimación del número de goles que un jugador vale para su equipo. El mínimo es cero y el máximo es 10. Se trata de un valor determinado por la Asociación Argentina de Polo.
A medida que fue creciendo no sólo como persona sino también como deportista, Jazmín fue incorporando el polo a todo su estilo de vida. “Tengo desde nutricionista hasta gimnasio, además del entrenamiento con el caballo. Porque vos tenés una persona que entrena a los caballos, los mantiene en estado, pero después tenés el entrenamiento específico tuyo con el caballo”, explicó.

Salto deportivo
En el ámbito del polo competitivo, la idea de Jazmín es continuar con su ascendente carrera. Ella, que además es alumna de sexto año del PIT, la escuela para deportistas del Kempes, explicó que, desde que arranca su jornada, ya está pensando en sus caballos y en seguir entrenando para llegar lo más alto posible.
Haciendo un poco de historia, la polista de Villa Allende dijo: “Yo siento que pegué el salto más grande cuando empecé a jugar con varones. Arranqué de chica en la categoría Potrillo, que es de 10 a 12 años, y cuando tenía 13 me invitaron a un mixto. La verdad que es otro juego, te abre mucho la cabeza”.
Y, volviendo al hándicap, esto también tiene sus ventajas para ella y para todas las mujeres que quieran practicar polo. Al incluirlas, el equipo que lo hace, “resta” un gol para acercarse al tope de diez y la deportista tiene mejor calificación en consecuencia.
“Es como una ventaja que se le da al equipo por incluir mujeres. Entonces después vas a un torneo en el que hay un veedor de la Asociación Argentina de Polo y por ahí dice ‘Mirá qué bien esta chica, está montada, tiene todo lo que lleva el polo, la voy a subir de hándicap’. Así vas escalando a medida que jugás torneos de la Asociación”, explayó Jazmín.


Ni mejor, ni peor
A la hora de describirse y hablar de su crecimiento, Jazmín Arab lo hace desde una posición más pragmática que valorativa. “No me creo una gran jugadora y tampoco me creo una mala jugadora. Lo que me llevó al lugar que ocupo hoy fue ir subiendo de categoría, poniéndome las pilas en el gimnasio, entrenando con mis caballos, cambiando los caballos, etc. Es todo un conjunto de cosas, no soy yo sola nomás”, explicó la deportista.
Jazmín Arab sueña con seguir creciendo en el polo y para ello cuenta con el apoyo incondicional de su familia, como su mamá, quien también dedica parte de su tiempo a hacer productos para caballos de polo. “Menos las monturas, hace de todo”, acotó Jazmín.
Y sabe que, siendo una jugadora federada y participando en torneos para mujeres y hombres, en cualquier momento puede emigrar a Buenos Aires o al extranjero. “Tengo un amigo que me ha invitado a jugar a Boston, Estados Unidos. Tengo el permiso para viajar. Quiero irme a probar por lo menos tres meses”, contó con entusiasmo la joven.
Además de la experiencia y el crecimiento como deportista, el factor económico no es menor en esta decisión. “Afuera vos podés tener patrón. Entonces esa persona te paga y vos jugás para ella y con ella. Aparte que suele ser un negocio redondo, porque no gastás plata en mantenerte. Vas al club de tu patrón, te dan alojamiento, transporte, comida. O sea que lo que cobrás por mes, te queda todo limpio”, resumió.

