- Por Lucía Gregorczuk. periodico@elmilenio.info
- Colaboración: Zoe Coutaz, Isabella Acosta, Iara Aquin y Nicolás Chabbal (4to IENM).
En las calles del barrio, en lo que fuera la Escuela Popular de Arte (EPA), en los recreos del colegio o por simple coincidir de sus intereses comunes, el viento ha unido las ganas de hacer música de un grupo de jóvenes sierrachiquenses que buscan crear un sonido sin etiquetas, que les permita explorar nuevas posibilidades de hacer bailar a su público.
Con esa impronta nació Otro Viento, una banda conformada por Walter Raimundo en batería, la guitarra de Juan Diego Alcalde, quien pone la voz junto a Ana Laura Rojas, y el bajista Nicolás Pozzerle (aunque ahora está de viaje y lo reemplaza Nicolás Nieto, que a su vez también se encarga del sonido).
Los últimos dos integrantes son Gaspar Chabbal (armónica y acordeón), de Río Ceballos, y el unquillense Bruno la Rosa (en voz y también en acordeón), que en esta ocasión son los encargados de charlar con El Milenio sobre la creación de la banda, su inspiración y crecimiento.

El viento que los amontona
De entrada, si tienen que definir su estilo, se les complica un poco, y entre risas señalan que tocan distintos ritmos y se enmarcan en estilos diferentes, aunque siempre hay una clave bailable. Gaspar llega a una definición muy propia. “Sería ska reggae, mezclado con cuarteto y cumbia. Pero también tocamos cosas de vals, música balcánica y un montón de otros géneros. Por ejemplo, tenemos un tema de cuarteto que empieza con un vals”, resume el músico y remata con un “hoy en día todo es fusión”.
Aunque aclara que, como banda, eso es justamente lo que defienden. “Nunca nos definimos ni nos tratamos de encasillar en ningún género. Ese es el tema de la fusión: al responder a las influencias que hemos tenido cada uno de forma particular, la música va surgiendo naturalmente. Es una búsqueda”, explican los jóvenes.
Así surgen particularidades en Otro Viento que no se ven muy a menudo en otras bandas, como el hecho de contar con dos acordeones. “El acordeón es un instrumento que tiene mucha fuerza. Es un instrumento de viento que a su vez tiene fuelle, entonces es como que respira, transmite muchas cosas, tiene mucha vitalidad”, dice Gaspar.
Fue justamente esa afición instrumental que compartía con Bruno la que hizo que empezaran a juntarse a tocar los acordeones. Al mismo tiempo, Bruno estaba dándole forma a un proyecto junto a Diego, con el que componía y tocaba algunas canciones.

Un día, Bruno y Diego se estaban preparando para tocar en el cumpleaños de Bosque Nemaco, una banda amiga, cuando se les ocurrió sumar a Gaspar. “Ese momento, en Cabana, fue como el nacimiento del grupo. Ni siquiera teníamos nombre, pero esa fue como la primera salida a la cancha”, recuerda Bruno y especula que habrá sido por el año 2015.
De a poco se fueron sumando el resto de los integrantes. Al principio se llamaban Viento Norte, pero en algún momento se les ocurrió googlear y se encontraron con que ya había una banda que se llamaba así y tenía muchos años, videos y temas en la web.
Por suerte, el dilema no duró mucho. “Una vuelta charlando con el baterista de aquel momento, Matías Dieguez, que aparte de ser buen baterista es muy chistoso, le pregunto cómo se podía llamar la banda y él me dice ‘Y no sé, Otro Viento’. Nos reímos y nos encantó”, cuenta Bruno.

Sonido propio
Entre risas y bromas, el nombre del grupo musical se define y fluye, como su logo, que está lleno de elementos, sol, viento, plantas y agua, algo que los conecta con sus letras y con el contexto en el que viven.
Según Gaspar, muchas veces sus canciones hablan del amor, pero no del llamado “amor romántico”. “Tenemos temas como ‘El abrazo’, que trata sobre cosas profundas que nos movilizan. Hay tantos tipos de amor y ahora nos estamos dando cuenta de eso”, explica el músico.
Uno de esos tipos de amor, es aquel hacia todo lo que les rodea, las sierras, el monte, el agua. Por eso, para Bruno, su principal fuente de inspiración es la naturaleza. En Otro Viento tienen un solo cover, el resto son temas propios. La mayoría los compuso Bruno, algunos Juan Diego y otros Anita, así como también hay composiciones hechas entre todos.

Hace unas semanas reunieron estos trabajos en su primer disco, “El día es hoy”. “Se grabó en Trilocao Records, que es un estudio amigo de Mendiolaza, lo que te da la pauta de que en la zona suceden muchas cosas, hay muchos artistas y lugares donde se crea”, apunta Chabbal.
No sólo se puede encontrar el álbum en YouTube, sino también el primer videoclip de la banda, “El ruido del silencio”, grabado en un ambiente de mucho verde, entre árboles autóctonos, sol y mandarinas, con un sonido alegre que adelanta mucho de cómo vibra y resuena Otro Viento.
La idea de Bruno es seguir componiendo y creando. “Me gustaría tener un repertorio muy grande y poder tocar dos o tres horas si hace falta, o poder ir a una fecha y tocar unos temas e ir al día siguiente a otra y tocar otros totalmente diferentes. Eso me encantaría, ampliarse y seguir creciendo”, fantasea el acordeonista.
En ese crecimiento, son claves los espacios de exposición y escenarios disponibles hoy en Sierras Chicas, ya que los eventos que convocan a bandas locales no son muchos y no hay un circuito de bares bien desarrollado.
Gaspar admite que el ambiente “es muy difícil”, pero lo que se viene creando en Río Ceballos y en Unquillo está creciendo. “Yo creo que hay potencial para más, hay muchas bandas y muchos artistas con gran talento, se podrían estar haciendo más festivales”, aventura.
Mientras proyecta el crecimiento en su territorio, Otro Viento ya se imagina volando lejos. Hay deseos latentes: encontrarse con bandas hermanas en los escenarios, que se armen más espectáculos en verano, llegar a todas las Sierras; pero también el sueño de seguir grabando singles, armar un nuevo disco y en algún momento “llegar a un Luna Park”.
