- Colaboración: Zoe Coutaz, Isabella Acosta, Iara Aquin y Nicolás Chabbal (4to IENM).
“Crear un espacio para que los jóvenes se expresen”. Bajo esa consigna, tan simple como fundamental, nació el grupo scout Tinku Huairaspa a mediados de 2003 en Unquillo.
Para sus fundadores, existe una creencia generalizada de que “la juventud es una etapa de transición en la vida, por lo que no hay que tomarla demasiado en serio”, una idea que termina negando a los jóvenes la posibilidad de ser protagonistas de cambios sociales importantes.
“Son generaciones que rompen y transforman la realidad y es muy relevante pensar en todo lo que tienen para dar en la comunidad”, afirmó a El Milenio Rocío Castro, jefa actual del grupo.
Por ese motivo, desde “El Tinku” proponen que el rol protagónico lo tengan sus jóvenes y pequeños integrantes, tanto en cuestiones básicas como decidir dónde va a ser la próxima caminata, hasta otras más complejas, como establecer a qué actividades destinar el presupuesto o cuáles van a ser los objetivos para el año siguiente.
“La idea es que el adulto solamente tenga un rol acompañante”, explicó Castro. “Tenemos que sacarnos esas ideas preconcebidas de las películas de Disney, en donde el guía ordena y el scout cumple”, agregó la joven, rompiendo con la impronta marcial que supo caracterizar los orígenes del movimiento.

“En nuestro grupo van a encontrar un espacio seguro donde hacer un montón de actividades y muchos amigos. El Tinku es una familia donde podés ser quien realmente quieras ser”
Rocío Castro
Los cuatro vientos
Tinku Huairaspa surge en 2003 por iniciativa de Jorge Omar Zimmermann y de otros vecinos y vecinas interesados en generar un espacio para promover la práctica del scoutismo, un movimiento nacido en Inglaterra a principios del siglo XX entre cuyos objetivos destaca el desarrollo integral de la persona, basándose en actividades al aire libre y lo promoción de valores.
El nombre de la agrupación unquillense significa “encuentro de vientos” y se refiere a los diversos orígenes de los educadores que aportaron su granito de arena para el desarrollo de este movimiento. “Hace 20 años no había scouts en Unquillo, no había un espacio como este para las juventudes y las infancias, hasta que desde los cuatro puntos cardinales se encontraron los vientos y nació Tinku Huairaspa”, sintetizó la entrevistada.
Desde entonces, el grupo fue fortaleciéndose año tras año, al punto que ni la pandemia pudo detener sus actividades. “Hicimos un voluntariado que se llamó el ‘Cuarentinku’, donde asistimos a tres espacios de merenderos y comedores”, contó orgullosa la jefa de grupo. Además, los jóvenes scout ayudaron a las personas mayores a realizar sus trámites digitales e incluso a las familias que no contaban con internet, para que pudiesen continuar con las clases virtuales.
“Les acercamos útiles escolares y las actividades que pedían los profes, ayudábamos con las tareas. Después, con la vuelta de la presencialidad, fueron muchos los jóvenes y adultos que se interesaron en este proyecto, siempre con la idea de servir a su comunidad”, sostuvo Castro.


Además, la educadora añadió que buscan generar un vínculo con la municipalidad y con otros espacios sociales de Unquillo, para así sostener y generar muchas actividades que en solitario serían más difíciles de mantener. “Lamentablemente la pandemia hizo que nos alejamos un poco del vínculo que veníamos sosteniendo con el municipio”, consideró Castro.
“Necesitamos un espacio público donde todo lo que generemos en torno a infraestructura, sea para el bienestar común”, continuó, en consonancia con el objetivo que sintetiza el espíritu scout y que Rocío bien resume: “Dejar el mundo mejor de lo que lo encontramos”.
Distintas edades, misma esencia
Por supuesto, las puertas de Tinku Huairaspa están siempre abiertas para todos aquellos niños, niñas y jóvenes que quieran participar. Si bien no hay un requisito explícito en cuanto a la edad para sumarse, sí existe una orientación etaria propuesta por el sistema educativo para realizar diferentes tipos de actividades.
Así, desde los 7 hasta los 11 años, se forman las “manadas”, donde los lobatos y lobeznas aprenden mediante el juego (basado en “El Libro de la Selva”), a trabajar en equipo y a respetar al otro, sobre todo en lo referido al cuidado de la naturaleza.
De los 11 a los 14 participan de la rama “scouts”, donde lo más importante es la aventura y el descubrimiento. Es la etapa donde se van dejando de lado los juegos para aprender cuestiones un poco más técnicas, como nudos y amarres.
Por su parte, entre los 14 a los 17 años están los “caminantes”, quienes siempre están en una búsqueda de crecimiento. Es aquí donde comienzan a realizar lo que llaman “la buena acción del día”, con la idea de empezar a servir más a la comunidad.
Finalmente, de los 17 a los 21 años aparecen los “rovers”, que están más enfocados en ayudar y servir a la ciudadanía en su conjunto. De hecho, en 2020, este grupo colaboró con los bomberos voluntarios ante los fuertes incendios forestales sucedidos, con acciones que fueron desde juntar donaciones hasta ofrecer charlas de concientización ambiental en escuelas y clubes. Incluso llegaron a replantearse algunas de sus actividades tradicionales, como los clásicos fogones.
“La enseñanza de valores es la parte central de nuestro método educativo, pero somos conscientes que eso no llama la atención de los más chicos y tampoco sintetiza todas las cosas que hacemos”, consideró Castro.
“Por eso preferimos que sepan que en nuestro grupo van a encontrar un lugar donde van a poder realizar un montón de actividades, hacer amigos y tener un espacio seguro y de contención. Eso significa ser parte del Tinku, una familia donde podés ser quien realmente quieras ser”, concluyó.


