Colaboración: Martina Molina y Santiago Bertocco (4to IENM). Mía Iribas y Rocío Blanco (4to IMVA).
La salud mental es un tema tan amplio como desconocido, que comprende diversos frentes y aún parece ser considerado un tabú. A la hora de hablar de depresión, ansiedad y otros trastornos, el prejuicio y la ignorancia deliberada suelen marcar el tono de los mensajes.
Jésica Planté, psicóloga y coordinadora del área de Salud Mental de Río Ceballos y la sede local de la Red de Asistencia a las Adicciones de Córdoba (RAAC), aclaró que en el término se ponen en juego numerosos determinantes sociales y que debe ser considerado bajo el enfoque de una “salud integral”. “Para estar saludable mentalmente hay que tener un espacio donde vivir, trabajo, una buena alimentación, etc. No es sólo estar anímicamente bien”, especificó.
En los últimos meses, diversos acontecimientos mediáticos pusieron sobre la mesa la cuestión de la salud mental, y en esta línea, se instaló también la noción de consumo problemático de sustancias. En torno a las llamadas adicciones, Planté señaló que “se encuentran en el mismo campo” e indicó: “Alguien con esta condición, es alguien que tiene un padecimiento subjetivo, que no es lo mismo que una persona que consume recreativamente, se trate de una sustancia o de un videojuego”.
Alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, el juego e incluso la tecnología, son algunos de los excesos más frecuentes según la psicóloga que, además, mencionó algunas señales de alerta a tener en cuenta para detectarlos.
“Cada persona es única, pero en general es importante atender si se cortan los vínculos, si cambia de amigos o hay trastornos del sueño, también si comienza a faltar al colegio o al trabajo o si se descontextualiza el consumo, por ejemplo, haciéndolo solo, no por diversión”, evaluó la profesional.
El límite de la intención
En Argentina desde 2010 rige la Ley 26.657 que consagra el derecho a la protección de la salud mental. La misma establece, entre otras medidas, que las personas con padecimiento subjetivo deben ser tratadas en hospitales comunes y no en instituciones psiquiátricas. Además, se incluyen en la misma a quienes experimentan consumos problemáticos.
Entre los derechos que contempla la norma se pueden mencionar que el paciente reciba la alternativa terapéutica más conveniente, que pueda ser acompañado antes, durante y después del tratamiento por su familia y que pueda tomar decisiones relacionadas con su propia atención.
Asimismo, señala que la internación contra su voluntad sólo puede hacerse cuando un equipo de profesionales determine que hay una situación de riesgo para sí mismo o terceros. Al respecto, Planté detalló: “Básicamente lo que se dispone es la desjudicialización de los pacientes, que quiere decir que ya no tienen que estar encerrados en manicomios, sino dentro de su comunidad, siendo parte del sistema de salud general”.
No obstante, casos recientes como el de Chano Charpentier (cantante baleado por un policía tras un episodio psicótico) desnudan que la realidad dista de estos lineamientos legales. “Es una ley hermosa, pero tiene muchas falencias en su aplicación, porque se trata de modificar un paradigma tanto de los profesionales como de la sociedad y para eso se requieren muchos años”, opinó Planté y agregó: “También hay una falla presupuestal, se necesitan recursos que hoy no están”.
Hacia un cambio social
Para avanzar en la consolidación de la legislación, uno de los primeros pasos es abandonar la estigmatización que pesa sobre quienes tienen patologías psicológicas. La idea de la “locura” y el miedo que la rodea es uno de los puntos más fuertes —y complejos— a trabajar como sociedad.
La profesional aseguró que debe “correrse el concepto de peligrosidad y dar lugar al de riesgo y cuidado, porque alguien con esquizofrenia, por ejemplo, con una medicación adecuada y un entorno óptimo, funciona como cualquier otro sujeto”.
A nivel estatal, una de las maneras es la promoción de espacios donde “todos y todas puedan participar, más allá de que tengan o no una condición X”. “No hace falta tener un espacio para los ‘locos’, sino generar grupalidad”, afirmó Jésica, “talleres culturales, abiertos y accesibles que permitan enlazarnos unos con otros”.
Por otro lado, sobre la recuperación de una adicción, la psicóloga recomendó apoyar al paciente, estar presente y acompañar, entendiendo que pueden ocurrir recaídas y “es parte del proceso”. “Nunca se vuelve a un punto cero, pero es un camino largo y es un poco fantasioso pensar que lo van a lograr de una”, dijo.
Finalmente, sugirió cómo accionar si se percibe que un ser querido está cayendo en una dependencia. “Tenemos que transmitirle que estamos preocupados por lo que le sucede, aunque quizás la otra persona no lo ve como un problema y nos trate de exagerados. Conversar y recurrir al sistema de salud son las dos claves”, concluyó.
Desafío a largo plazo
La pandemia irrumpió en la rutina, poniendo a prueba las emociones y la psiquis de todos. Jésica Planté señaló que el mayor obstáculo devino del aislamiento, ya que “la salud mental implica vínculos sanos con amigos, familia, vecinos y el trabajo”.
En este marco, advirtió que, si bien la virtualidad colaboró, “no fue lo mismo” y consideró que, en los casos de cuarentena en familia, “aprender a revincularse fue un poco caótico”. La adaptación al teletrabajo y el desempleo, por su parte, son otros factores que incidieron.
De esta manera, las consecuencias comenzaron a notarse un año después. “Los procesos son largos y ahora se ven trastornos de sueño, crisis de ansiedad, consumos problemáticos. Es en la nueva normalidad que se notan los efectos de la pandemia”, explicó.
“Otra secuela es que como el coronavirus ocupó todo el campo, otras áreas de la salud quedaron al margen. Por miedo a salir o contagiarse, mucha gente dejo de controlarse”, añadió y remarcó que ahora deben retomarse esos chequeos para no descuidar el bienestar integral.