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La Escuela Rural Gregoria Matorras

Aunque muchos no conocen su existencia, el colegio ubicado en el paraje La Estancita acaba de cumplir cien años llevando la educación a este rincón escondido de Sierras Chicas. Elinor Tulián, directora de la institución hace 27 años, repasó su historia, algunas anécdotas y la actualidad de este espacio que hoy alberga a once estudiantes.

A diez kilómetros de Villa los Altos (Río Ceballos), yendo por el Camino del Cuadrado hacia Valle Hermoso, se observa el ingreso a La Estancita, lugar reconocido por su salto de agua de trece metros, una de las cascadas más destacadas de la región.

Para llegar a la icónica caída de agua, hay que transitar dos kilómetros por una calle de tierra que parte desde el cruce con la Ruta Provincial E-98. Sin embargo, si un kilómetro antes se toma la salida de la izquierda en la bifurcación del camino, se llegará a un pequeño paraje con colegio, capilla y algunos chalets veraniegos.

Allí se encuentra la Escuela Rural Gregoria Matorras, a la cual asisten, desde hace cien años, hijos e hijas de caseros, peones y trabajadores de los campos de la zona. Esta fue la historia de su actual directora y única maestra, Elinor Tulián, quien creció en la estancia Potrero de Niz y asistió a la escuela que hoy conduce con gran orgullo.


El Milenio: ¿Cuándo fue fundado este colegio?

Elinor Tulián: La escuela surge entre 1920 y 1923 ante la necesidad de contar con un espacio educativo para los hijos de los peones de las estancias de la zona. Primero funcionó en distintas casas de familia y luego junto al boliche viejo, donde estuvo por muchos años. En 1970, los Indarte (familia propietaria del campo que rodea al colegio) construyeron y donaron el edificio donde estamos actualmente.

EM: ¿Cómo llegó a ocupar el rol de directora?

ET: Llegué como suplente de una maestra que luego falleció. Yo hice mi escuela primaria acá, mi padre trabajaba en la estancia Potrero de Niz y desde allí me iba a la escuela, a unos siete kilómetros. Esta maestra se enteró que yo estaba recibida, así que me contactó y me ofreció el cargo. 

Yo acepté inmediatamente porque siempre quise volver a mi lugar. Ya había trabajado en dos escuelas (en la de Los Molles y en La Reconquista de Salsipuedes) y me encanta esta realidad de la educación rural que también había vivido en mi niñez. Para mí era un sueño volver a mi lugar, hoy hace 27 años que estoy en este colegio.

EM: ¿De dónde son sus estudiantes y qué edades tienen?

ET: La zona está bastante despoblada, ya no hay tantas familias en el lugar. De acá tenemos tres niños: uno viene de la estancia Potrero de Niz, otro de La Serrana y el último vive a 200 metros de la escuela, su mamá es casera de un chalet.

Los demás estudiantes concurren desde Río Ceballos, los traslada un transporte que viene hasta el lugar. Ahora también tenemos alumnos con necesidades especiales, que acceden de esa forma a la escuela. Este 2021 no contamos con sexto grado, pero la escuelita está abierta y en cualquier momento puede entrar un alumno a cualquier curso. Actualmente tenemos once estudiantes, de entre 4 y 11 años. 

El transporte escolar se consiguió gracias a una propuesta que presentamos en el Concejo Deliberante de Río Ceballos en el marco del programa “Concejal por un día”. Fue una experiencia hermosa porque los chicos vieron que lo que habían preparado en base a la necesidad que tenían tuvo relevancia y pudieron resolverlo desde ese lugar, es decir, siendo concejales por un día. 

EM: En esta institución, ¿hay alguna materia distinta a la de otros colegios? 

ET: No, tenemos las mismas materias, con algunas particularidades. Por ejemplo, plástica y música las dictamos los mismos docentes. Hay otra maestra que en este momento está con tareas pasivas y nos ayudamos entre las dos. Tienen una sola materia especial que es Educación Física. La docente es itinerante, va a las cinco escuelas rurales de la zona, aunque la nuestra es su base.

EM: ¿Existe la posibilidad de que dispongan de un nivel secundario? 

ET: Por el momento no, deberíamos tener más alumnos. Por año son uno o dos los niños que terminan la primaria. Lo mismo pasa con el nivel inicial, que está integrado al nivel primario.

EM: ¿Reciben ayuda o colaboración de alguien?

ET: En La Estancita hay muchos lugares que la gente viene a visitar, como nuestra escuela, el albergue o el colegio de las monjas. La mayoría de las visitas tienen un proyecto social que nos favorece a nosotros con ayuda o donaciones (útiles escolares, material para plástica o música, libros, etc.). Algunas personas se ponen en contacto con anterioridad y nos preguntan qué necesitamos.

También hay un lugar en la zona que se dedica al turismo extranjero y cuando tenemos alguna necesidad más grande, se la planteamos y nos ayudan. Su última donación fue una cocina, por ejemplo. El Estado nos hace algunos arreglos edilicios, se encarga la Municipalidad con fondos que vienen de la Provincia.

EM: Por último, ¿qué siente personalmente como directora de esta escuela?

ET: Para mí, esto es un sueño cumplido. Estar en este lugar, haberme ido para poder avanzar y después volver y saber que retribuyo a lo que fueron mis inicios, es muy emotivo. También tuve una familia que me apoyó mucho y así logré terminar los estudios y recibirme. Es lo que hoy transmito a mis alumnos, que sepan que siempre se puede y que van a conseguir todo lo que se propongan. 

Estar con estos niños es como abrirles puertas, lo compartimos y lo vivimos juntos. Es una conexión que generás con ellos y todos los días te devuelven eso que vos les das, te lo demuestran con aprendizajes. Cuando los alumnos siguen estudiando, para nosotros es el mejor halago. Lo mismo cuando algún ex estudiante se vuelve a contactar para agradecer y recordar lo que fue aprender en nuestro colegio, es un regalo que la vida nos da. No cambio por nada la escuela rural, agradezco haber transitado este espacio y haber podido volver a mi lugar.