Colaboración: Facundo Toloza y Dana Mainonis (4to IMVA) y Catalina Mina e Isabella Bononi (4to IENM)
“La gente cree que se llama Uqbar por Unquillo y en parte también elegimos el nombre por eso. Pero en realidad, Uqbar es una referencia a la ciudad de fantasía que aparece en un cuento de Borges. Uqbar sólo existe en la cabeza de sus creadores y lo conforma un grupo diverso de personas: físicos, artistas, biólogos, ceramistas y plásticos, de todo”, develan Florencia Marchesino y Claudia Reinoso, socias integrantes del multiespacio.
Para los unquillenses fue una sorpresa ver el ave multicolor, característica del artista Sebastián Silber, custodiando el ingreso de la casona ubicada en Av. San Martín 1613. El lugar abrió sus puertas el 22 de enero y supo amoldarse no sólo a los desafíos de la pandemia, sino también a los retos de llevar adelante un espacio cultural en Sierras Chicas.
Desde su nacimiento, Uqbar sostiene una gran variedad de propuestas. Además del bar (que ofrece una gastronomía sencilla, pero de elaboración cuidada) y sus muestras de arte rotativas, el espacio propone presentaciones en vivo, con una grilla que combina diversos estilos (desde tango y folklore hasta música electrónica, sonidos mediterráneos o flamenco). Además, también cobija charlas y talleres de todo tipo (canto, cerámica, tango, cartonería, dibujo, etc.), entre otras iniciativas.
Reinoso sostiene que el objetivo primordial fue el encuentro “atravesado por el arte y la gastronomía”. “Nos surgía esta inquietud de tener un espacio diverso y alternativo, con cosas que quizás estaban ocurriendo en Córdoba, pero no en Unquillo, y queríamos traerlas para el disfrute del público y de nosotros mismos”, confía a su vez Marchesino.
En este sentido, Claudia indica: “Estamos vinculados con el arte desde siempre y nos pareció que este espacio tenía que ofrecer talleres (desde la música, la plástica, el baile, la expresión) como complemento a todo lo anterior. Este es un lugar de disfrute, ese es el corazón de nuestra idea”.
“Mientras tomás un café o un trago o comés una pizza, en el entorno pasan cosas y podés disfrutarlas. La persona que asiste a Uqbar está todo el tiempo articulando con lo que sucede en el espacio, pero éste no es invasivo”, sostiene Marchesino.
Para las socias, el espacio no se enmarca en ninguna categoría. De hecho, la variedad de propuestas llevó al grupo a debatir ampliamente sobre qué es la cultura, una pregunta que hasta ahora ha encontrado respuesta en la diversidad.
Otro de los secretos de la fórmula Uqbar pasa por la constante innovación. “Tratamos de no estancarnos, porque a veces uno genera algo y se queda en una meseta. No queremos que eso ocurra, por eso estamos en constante movimiento, viendo qué otra vuelta le podemos dar a esto”, desliza Reinoso.
Trabajo mancomunado
Los integrantes del equipo (integrado además por Daniel y Ailín Avellaneda) se dividen las tareas, acostumbrados de antemano a la construcción colectiva y cooperativa por sus distintas experiencias en escuelas comunitarias y en pedagogías Waldorf. “Esa vivencia nos permite trabajar amorosamente, tenemos la posibilidad de dialogar y volver siempre a las bases de nuestro objetivo”, explica Marchesino sobre la organización tras bambalinas de Uqbar.
Para las emprendedoras, el trabajo cooperativo permitió “que todo fluya” y casi no encontraron obstáculos en su camino, situación que a ellas mismas les sorprende. “Hasta diríamos que el espacio perteneció a alguien que lo pensó justamente para una propuesta de estas características”, indicaron ambas. “Por supuesto, hay cuestiones para resolver, pero la gente ha tenido una apertura y un agradecimiento ante la propuesta que nos alegra muchísimo”, aseguran.
Foto E. Parrau/El Milenio.
A pesar de todo, no pudieron escapar a las complicaciones derivadas de la situación sanitaria. Ante este escenario, sus creadores adaptaron el espacio a las nuevas lógicas que impactaron, sobre todo, en la participación “fluctuante” del público que llega desde Córdoba, el propio Unquillo y otros puntos de la región.
Pero la pandemia no los detuvo, y tampoco a los artistas, que siguieron acercándose con propuestas. Muchas de ellas salieron adelante gracias al análisis y esfuerzo del grupo, atado a la dinámica de la puesta en escena, los espacios disponibles y el protocolo sanitario.
Diversidad al escenario
Para Reinoso y Marchesino, el abanico que ofrece Uqbar se define a partir de una serie de aristas que van desde el “qué nos gustaría tener” hasta el “qué cosas necesitamos que pasen en el pueblo”. “Nuestra selección está atravesada por muchas cuestiones. Tratamos de acercar propuestas que tengan un vuelo artístico, que el vocabulario sea cuidado, que tenga criterio en cuestiones de género”, ejemplifica Marchesino.
En este sentido, ambas subrayan la intención de generar un espacio para todos y, en especial, para “lo emergente”. “Buscamos dar lugar a otras cosas, apuntamos a la fluidez de los talleres, al teatro clase B, como en los espacios más under“, sostienen y aclaran que “varía según el público”. “Aparte generamos un espacio fijo para aquellas personas que simplemente quieren tomar un café, sentarse a trabajar con su computadora o disfrutar de un libro en un ambiente cuidado y estético”, añaden.
Para cerrar, las socias se mostraron optimistas ante el futuro de su emprendimiento. “Apostamos a que va a funcionar, hoy es como un niño que está empezando a caminar y nosotros lo acompañamos. Confiamos que en algún momento va a salir solo, porque la gente lo va a conocer y disfrutar. Ni siquiera nosotros dimensionamos lo que estábamos creando y hoy que lo vemos a flote, nos sorprendemos de lo que logramos y nos parece hermoso”.