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Jeremías Maio. Un rider de la montaña

Acostumbrado a descender por las colinas más peligrosas a un ritmo vertiginoso, Jeremías Maio se convirtió en uno de los representantes más importantes del mountain bike nacional e internacional. A sus 30 años y con numerosos títulos en su haber, el ciclista rioceballense no deja de pedalear por sus objetivos y redescubre su amor por la bicicleta, la adrenalina y la montaña.

Colaboración:

Martina Vujovich y Elisa Ruiz.

4to Año, Instituto Milenio Villa Allende.

Constanza Barale y Pilar Ochoa.

4to Año, Instituto Educativo Nuevo Milenio.


No se revela ningún secreto al decir que el ciclismo, en todas sus variedades y formas, es un deporte costoso. En las calles de Río Ceballos, mucho más fácil y económico era enterrar dos palitos en la tierra para armar un arco. Alguien seguro tenía una pelota y las ganas de correr en la niñez parecen no agotarse nunca.

En eso estaba Jeremías Maio, hasta que se encontró a sí mismo en medio de una extraña paradoja: la mayoría de sus amigos no jugaba al fútbol. En un país monopolizado por la pelota, la propuesta para compartir tiempo era la bicicleta. “Yo era el raro, así que un poco para pertenecer y pasar el rato con ellos, me subí a la bici. Ninguno era profesional, pero sí tenían algo de experiencia”, recuerda Maio.

La “perla” de Sierras Chicas es uno de los lugares más importantes para el ciclismo de la región y de a poco la curiosidad hizo que Jeremías se acercara a los circuitos para ver las carreras. “Lo extraño es que no me inicié en esto como una pasión, pero algo comenzó a generarse en mí. Al principio no me daba cuenta, pero cuando me pude comprar mi primera bicicleta, no paré más”, comenta.

Maio se considera una persona poco apegada a lo material, pero si pudiera recuperar algún objeto de su historia, sería esa primera bici. “Significó mucho para mí. Fue la herramienta para ponerme en marcha. Mi familia no entendía muy bien por qué quería una bicicleta mejor, pero yo me la fui rebuscando para juntar el dinero. No fue fácil, por eso tiene tanto valor e historia detrás”, recuerda con algo de nostalgia.

Con el tiempo, Jeremías fue incorporando atributos que lo convirtieron en un corredor extraordinario, pero a pesar de ello, no fue fácil tomar la decisión definitiva de apostar todas las cartas a un deporte de alto riesgo físico y grandes gastos económicos.

Sin embargo, al poco tiempo, una carrera en Catamarca haría el click en su cabeza. “Yo había pasado de Iniciantes a Juveniles, una categoría de mayor nivel. Básicamente corría porque sí, no sabía si realmente me gustaba y no tenía un panorama demasiado claro. Pero en esa carrera en Catamarca, me encontré con un triunfo al que no entendía cómo había llegado”, cuenta Maio.

“Superé a mis compañeros, que eran más rápidos que yo en ese momento, y me cayó la ficha de que tenía potencial. Descubrí que lo disfrutaba mucho y que necesitaba hacerlo seriamente. A partir de ese momento, empecé a focalizarme en objetivos y no paré. Hace 16 años que estoy arriba de la bicicleta”, sonríe.

“Hace casi diez años que hago doble temporada en Argentina y Europa. Cada vez que viajo, voy con la idea de ganar experiencia y subir el nivel. Apostar a ese proceso como forma de vida fue la mejor decisión que pude haber tomado”

Una vez tomada la decisión, el nivel del deportista comenzó a elevarse de manera constante, a la par de su motivación. Lo que faltaba era encontrar un espaldarazo, una señal de apoyo que pudiera sostenerlo más allá de lo deportivo. “No es fácil conseguir auspiciantes. A los 17 tuve un primer acercamiento, no era nada del otro mundo, simplemente me brindaban descuentos, algún apoyo en materiales, pero fue sumamente valioso”, apunta Maio.

Sucede que el rioceballense nunca se detuvo en su talento innato y, en cambio, buscó potenciarlo fortaleciéndose mentalmente y trabajando duro. Al año siguiente de conseguir sus primeras colaboraciones, los resultados no se hicieron esperar. Formando parte de la categoría Juvenil, a sólo un paso del escalafón más alto (Elite), sus tiempos ya eran los mejores de ambos grupos.

“En ese momento me di cuenta que todo mi esfuerzo estaba dando frutos y que realmente estaba disfrutando mucho de la victoria. Ese año, la empresa para la que todavía corro, Osfrei, se contactó conmigo y me propuso sumarme a su equipo. Fue un impulso determinante para mí, porque me dieron el apoyo que necesitaba para dedicarme todos estos años a lo que me gusta”, explica el ciclista.

Hoy, a sus 30 años, tiene la posibilidad de pasar de Elite a Master, como lo hacen aquellos pilotos que necesitan apaciguar el frenético andar del máximo nivel. Sin embargo, Jeremías Maio, con siete campeonatos nacionales de Descenso en su haber, sostiene la decisión de mantenerse en Elite, sin bajar el ritmo de competencia ni la presión.

El Milenio: ¿Tuviste referentes que te inspiraron o impulsaron para llegar a donde estás hoy?

Jeremías Maio: Sí, los tuve. Y a diferencia de muchos, mis referentes son nacionales. Creo que el más importante es Martín Raffo, un corredor de Bariloche, un referente personal y de todo el ciclismo a nivel nacional. Por suerte, el destino me lo puso en el camino. Él marcó mucho lo que hoy soy a nivel deportivo. Compartimos proyectos y viajes, tenemos una gran relación.

Javier Santiago es otro. Un tucumano, gran piloto, amigo y apoyo incondicional en muchas locuras, temporadas europeas y etapas en las que buscaba innovar. Él siempre estuvo ahí para aguantarme con alguna idea descabellada. También quiero mencionar al cordobés Germán García un referente, amigo y consejero. Ellos tres son las personas que han sabido guiarme en esta carrera.

EM: ¿Cuáles son tus motivaciones en un año complejo como este?

JM: La verdad es que el deporte en sí es mi principal motor. Todo lo que hago está directamente vinculado o ronda al mountain bike, de modo que me afectó muchísimo la pandemia. No puedo viajar, como lo venía haciendo en todo este último tiempo, y tampoco puedo competir. Se hace difícil no tener esa descarga.

Eso me chocó mucho en la primera parte del año, ahora ya asumí que esto es lo que nos toca no sé hasta cuándo, de modo que me estoy preocupando solamente por andar en bici lo más que pueda para seguir manteniendo viva esa motivación tan necesaria. Seguramente cuando vuelva a competir me sentiré un poco extraño, no voy a estar fino en cuanto al ritmo que acostumbro, pero va a ser igual para todos.

“Yo asumí que esta es la situación que nos toca y vaya a saber hasta cuándo, así que me preocupo solamente por andar en bici lo más que pueda para mantener viva esa motivación que es tan necesaria”

EM: Tuviste la oportunidad de competir afuera, ¿cómo fue esa experiencia para vos?

JM: Fue gracias a la empresa para la que compito hoy. En un principio teníamos un buen presupuesto para utilizar en viajes y era casi un requisito. Era algo soñado para mí, que a los 18 años venga alguien y te diga “acá tenés la plata, usala sí o sí en viajes”. Yo tuve esa gran posibilidad y hasta el día de hoy es un estilo de vida.

Hace casi diez años que hago doble temporada y compito en el verano argentino y el verano europeo. Cada vez que viajo, voy con la idea de ganar experiencia y subir el nivel. Últimamente se vuelve más complicado porque el presupuesto no alcanza a compensar la devaluación de nuestra moneda. Pero apostar a ese proceso como forma de vida fue la mejor decisión que pude haber tomado.

EM: ¿Cuáles son los circuitos más interesantes en Argentina y el mundo desde tu óptica?

JM: Si tuviera que elegir un circuito argentino, estaría entre Bariloche y Tucumán. Ahí no sólo hay gran cantidad de circuitos, sino una calidad tremenda. En Córdoba hay dos o tres opciones muy interesantes, lo mismo sucede con Mendoza, pero Bariloche y Tucumán se disputan el título de capital del mountain bike.

Con respecto a los circuitos mundiales, conozco un montón de lugares, pero hay un pueblito en Italia que se llama Finale Ligure que me encanta. Justamente este año iba a hacer base ahí. Si tuviese que elegir el lugar perfecto para estar y competir, sería ese. Un pueblo pequeño, encerrado entre el Mediterráneo y las montañas, donde todo gira en torno al ciclismo y puntualmente al enduro, que es lo que estoy practicando hoy. Después hay otro espacio muy hermoso que es el Bike Park de Whistler, en Canadá. Es absolutamente mágico, como si fuera el Disney World del ciclista.