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Karina Rodríguez. “Todos podemos ejercer el lenguaje de la danza”

A raíz del estreno de la danza documental Hembra del desierto, CaudillaChapanay, El Milenio entrevistó a la licenciada en danza Karina Rodríguez, quien interpreta a Martina Chapanay, guerrillera de las Guerras Civiles Argentinas del Siglo XIX y mujer que vengó la muerte del caudillo Ángel “Cacho” Peñaloza.

Por Mirco Sartore.

Colaboración:

Mariano Fleiderman y Malena Pedrón.

Instituto Educativo Nuevo Milenio.

Juan Segundo Cervigni y Alejo Romano.

Instituto Milenio Villa Allende.


El Milenio: ¿Cómo surge tu amor por la danza?

Karina Rodríguez: Estudié folclore desde muy chica, entre los siete y doce años. Después me recibí como profesora y luego estudié dos años más  danzas latinoamericanas. Mi mamá me mandaba a folclore, a danza clásica y española, y un día decidí no estudiar más clásica, porque no sabía si era que lo me gustaba.

La metodología de mi profesora, Silvia Zerbini, mezclaba la vida y la danza. Después Silvia se va de mi barrio, por lo cual dejo de verla y pierdo el contacto con ella. Cuando termino el secundario, empiezo en la universidad a estudiar Ciencias de la Comunicación. Un día voy a un congreso y me encuentro con Silvia y de allí no perdimos más el vínculo.

En ese momento, yo enseñaba folclore en una clínica a abuelos. Silvia me dijo si quería ir a la apertura del Festival de  Jesús María con un elenco riojano y luego me invitó a la challa, donde bailé en una comparsa de las salamandras. Luego de eso me fui a Chilecito, justo cuando empezaron los paros. Por eso me instalé en la casa de Silvia, allí viví todo un año y con ella, todo lo que aprendí en mi infancia, lo volví a encontrar.

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Yo acompañaba a Silvia a sus clases y  así conocí las escuelas de danza, lo cual quedó en mi memoria. Cuando vuelvo de Chilecito empiezo a terminar mis estudios universitarios. Fue allí donde comencé a dar clases. Por ese entonces, abrí un taller de adolescentes en el centro vecinal de mi barrio y con mis alumnos fuimos a bailar al primer encuentro cultural de San Antonio de Pueyrredón .Ahí comenzó mi ciclo de profesora.

A mí me gustaba lo pedagógico, así que primero estudié filosofía y educación, pero siempre la danza daba vueltas por mi cabeza. Mientras estudiaba, daba clases con mi marido. Enseñaba en un taller de la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde participaban más de 200 personas, todos estudiantes de Historia, Letras… Llamábamos a todo eso “Peña Didáctica”.

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EM: ¿En Sierras Chicas has podido impartir tus talleres?

KR: Sí, he dado mis talleres en el centro vecinal de Cabana. Además di en el galpón de Mendiolaza. En este momento, no estamos dando ningún taller pero tenemos ganas de retomar el manto con mi marido. Siempre hago los talleres con mi marido, porque la parte musical la da él.

EM: ¿No has pasado por otros géneros?

KR: Sólo por algunos de danza contemporánea: mi experiencia y mi enseñanza es de danza popular. Esta es una carrera que conjuga los distintos géneros, lo cual da paso a una formación más abarcativa. Para mí, es una pasión formar parte de ésto, pero también es un desafío.

EM: ¿Te sientes más docente o bailarina?

KR:Me siento las dos cosas.El profesorado en el IPEF me ayudó a unir estas dos pasiones, que para mí , hoy ,están juntas porque tengo una formación teórica y, a la vez, otra emocional o corporal. Dirigir una carrera como el profesorado de danza hace que las dos partes (la teórica y la práctica) estén unidas. Estoy muy a gusto con esto, aunque no siempre es fácil, pero el trabajo que hago con los estudiantes y los docentes es maravilloso.

EM: ¿Cuál consideras que es tu logro máximo a nivel profesional?

KR: Haber juntado mis dos pasiones: la educación y la danza. Eso lo siento como un logro. También está el  haber sido parte del armado de este profesorado de danza, de su diseño curricular y de su gestación concreta como carrera. Y, hoy por hoy, volver a bailar en una obra, como la de la Chapanay también ha sido muy enriquecedora, porque en ella he logrado, bajo la dirección de Adriana, conjugar mis aprendizajes de la vida en relación a la danza popular y folclórica y entretejerlas con un montón de personas que han formado parte de mi vida personal.

En la obra, hay bailarines profesionales y hay aficionados al arte, entonces, eso también es logro porque muestra de una manera otra concepción del danzar, donde es importante saber que todos podemos ejercer el lenguaje de la danza, todos podemos bailar de alguna manera desde nuestras posibilidades, desde nuestras historias de vida y eso la hace una danza más inclusiva, más capaz de llegar a otros sectores sociales. Pero, como te digo y sintetizando: creo que mi mayor logro es haber juntado mis pasiones: la educación y la danza.

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EM: ¿Cuáles son tus materias pendientes en términos profesionales?

KR: Si, hoy por hoy, a corto plazo, me urge de manera especial que llevemos la obra a algunas partes del interior del país, donde cobra mucho sentido por su bagaje histórico, ya que San Juan es el territorio de vida de Martina Chapanay, La Rioja que es el lugar donde ella luchó y Mendoza  donde nació.

A esas tres provincias quiero sí o sí llevar la obra. Sería ideal llevarla con los integrantes de la tribu Chapana. Para mí es muy importante que la obra llegue a lugares alejados en cierta forma de la Cultura. Nosotros no vivimos de la danza como profesionales y nuestros  recursos los utilizamos para sostener la obra, pero sí estoy segurísima que quiero que llegue a donde algunos lenguajes artísticos no llegan.

Hay que seguir generando instancias de formación que recuperen lo ya hecho por nuestros maestros de la danza, como Santiago Ayala, Juan Saavedra, Silvia Zerbini y como otros tantos maestros que hay en este país, que son desconocidos al gran público pero hacen trabajos maravillosos con niños, adolescentes, adultos, discapacitados, gente en contextos de encierro, en ruralidad… Me parece que hay que dar a conocer las experiencias que se hacen en diferentes partes de nuestra provincia y de nuestro país. Esa es otra deuda. Otra más es presentar nuestra obra en Unquillo.


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