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Hilos que contienen

Liliana Roca afirma que tejer le salvó la vida. Además de dedicarse a la comercialización de sus productos, hoy la artesana conduce un taller municipal donde el arte se convierte en una herramienta para ayudar a mujeres que atraviesan situaciones de vulnerabilidad. “Tejiendo comunidad” ya está en marcha, pero la puerta sigue abierta para recibir nuevas integrantes.

Los lunes por la tarde, el centro vecinal de Barrio Parque (Av. del Parque 77) se transforma en un refugio. La postal conmueve: mujeres alrededor de una mesa, congregadas por la actividad ancestral de tejer, charlan, intercambian experiencias, sonríen, aprenden. Se trata del taller “Tejiendo Comunidad”, promovido por la Municipalidad de Río Ceballos y coordinado por Liliana Roca.

El mismo apunta a generar redes de contención y convertir al tejido en una herramienta que impulse la independencia económica de las vecinas. La propuesta es gratuita y forma parte del Ciclo de Arte y Producción Textil de Territorio Urdimbre, que reúne también otros proyectos, a través de una articulación entre las Direcciones de Cultura, Salud, Equidad y Desarrollo Social de la ciudad.

En el taller se abordan técnicas como el crochet, el tejido a dos agujas y hasta una introducción al telar. El primer encuentro fue el pasado 9 de agosto y la idea es que, a lo largo de sus cuatro meses de duración, las asistentes no solo puedan adquirir habilidades manuales, sino también un espacio donde apoyarse unas a otras.

“Este tipo de actividades nos salva, descomprime el cuerpo y la cabeza. Es hermoso cuando uno se sienta en el patio al sol o al lado del fuego a tejer. En esta oportunidad, lo hacemos acompañándonos”, reflexiona Liliana y aclara que no es necesario tener conocimientos previos para sumarse. “Se trata de animarse nomás. En realidad, lo que nos une es juntarnos, escucharnos”, remarca.

Sobre la dinámica de las jornadas, la tejedora cuenta: “No soy una profesora que va a darles clases, sino que voy a compartir, porque seguramente yo también tengo algo que aprender de cada una” y añade: “Mi idea es transmitirles que todo se puede hacer en la medida que queramos, incluso estando en una situación límite”.

El Milenio: ¿Cómo definirías la red de contención que se busca construir?

Liliana Roca: Creo que estos espacios de mujeres no solo sirven para incorporar una técnica tan antigua como el tejido, sino que también funcionan como salida. La pandemia generó aislamiento y, a medida que se flexibilizan las restricciones, es importante ayudarse y ocupar la mente y el espíritu de forma creativa, poniendo las manos en estas cosas bellísimas.

EM: ¿Cuántas mujeres asisten aproximadamente?

LR:  El primer día éramos 14. Me superó la emoción de ver la necesidad, las ganas y las inquietudes. Había preparado una florcita para cada una sin saber cuántas seríamos y me alcanzó justo. Cada una trajo su tejido y algunas me comentaban que hacía años habían parado con la actividad, mientras que otras me decían “ni sé cómo agarrar la aguja”. 

Fuimos empezando de a poco y todo de manera emotiva, llenadora. Está bueno que las chicas se permitan hacer esto. Además, si no sale, se desteje y se vuelve a tejer. De todas formas, las inscripciones siguen abiertas, se puede hacer presencialmente en la Dirección de Equidad y Desarrollo Social (Pje. Serrano 85 PB) o telefónicamente al 3543 572682.

EM: ¿De qué manera conectaste vos con el tejido?

LR: Empecé a tejer cuando no tenía nada y aparte estaba atravesada por situaciones muy límites, como la violencia en el hogar y la muerte de mi hijo. En ese momento, sin darme cuenta, empecé a generar un ingreso y eso me hizo una mujer independiente. Vivo de una manera austera, pero puedo vivir de lo que hago y por eso quiero compartirles esta forma a las chicas. No digo que es la única salida, pero sí una opción de progreso.

EM: ¿Cómo lograste vivir del tejido? 

LR: En casa, mis tías y abuelas, que eran muy buenas, me habían enseñado a tejer con dos agujas, pero yo siempre quise aprender telar. Tiempo después del fallecimiento de mi hijo, una joven conocida me contó que en extensión universitaria daban Arte Textil, con certificado. Ella me ofreció compartir el viaje y el curso era muy accesible. Además, lo daba Ana Masoni, una referente, así que me enamoré. 

Como no tenía mi propio telar, hice panes y vendí huevos hasta que pude comprármelo. Desde entonces, comencé a tomar pedidos y no paré nunca más. Tejer me salvó y quiero que salve a otras mujeres.

EM: ¿Cómo analizás el presente de las mujeres en la región?

LR: Hay mucha necesidad de encontrarnos, un espacio como este viene a darnos un respiro. Recordemos que, al quedar aisladas, sin transporte público, dejamos de ver a personas que eran un sostén, entonces se volvió más importante brindar oportunidades como este taller.

EM: Más allá de esta iniciativa, ¿qué otras acciones se realizan desde el Estado?

LR: Existe una Mesa de Género que surgió hace tres meses y nos convocaron a las integrantes del Acompañamiento Violeta (colectivo regional que ayuda a mujeres en situaciones de violencia) y a las Socorristas Sierras Chicas (que brindan asesoramiento sobre interrupción voluntaria del embarazo). Siempre se conversa la creación de un hogar en la zona, para refugiar a quienes lo necesiten, ya que es un tema que toca a todas de diversas maneras, sea física o económicamente, por ejemplo. 

EM: ¿Qué recomendaciones le darías a la comunidad a la hora de acompañar a una mujer en situación de vulnerabilidad? 

LR: Hace falta compromiso y ver cómo acercarnos con respeto a la mujer que esté en peligro, para prestar una oreja, ayudarla a activar una denuncia –que puede ser anónima- pero siempre con cuidado de no exponer más a la víctima. 

Como comunidad debemos dejar de mirar para un costado y también dejar de naturalizar tanta violencia en pequeños actos. Es una tarea de todas las personas que formamos parte de esta sociedad, no solo de un sector. Por el lado del taller, están abiertas las puertas para quienes tengan inquietud de aprender a tejer y así seguir creando estas redes.