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Emoción en movimiento

Natalia Ramos Taboada ha repartido su vida entre el arte y la abogacía. Al principio de manera íntima y terapéutica, más tarde como expositora en galerías argentinas y francesas, esta artista “no tradicional” se distingue por sus poderosos caballos, obras que evocan la particular historia de su padre.
  • Colaboración:
  • Valentina Fischer, Agustín Pérez Colombo, Facundo Quirós y Bautista Enríquez.
  • Instituto Educativo Nuevo Milenio.
  • Edición: Lucía Argüello.

El arte es algo cotidiano para Natalia Ramos Taboada, un elemento que la acompaña a todas partes. Sin embargo, cuando se instala en su atelier de Valle del Sol, su mente se abstrae hasta que el mundo exterior desaparece y sólo quedan las ideas que fluyen por sus manos. 

Abogada, docente, madre y artista, Natalia se define como una persona polifacética y sus cuadros llevan la marca de ese sello tan personal. «Pinto y dibujo desde siempre, aunque nunca tuve la idea de ser una artista”, confiesa en su diálogo con El Milenio. Su camino la llevó a estudiar Abogacía, aunque nunca abandonó las exploraciones artísticas. Al principio, parecía que las leyes y los pinceles eran dos disciplinas irreconciliables, pero con el tiempo aprendió a compatibilizarlas.

Oriunda de Santiago del Estero, en su adolescencia estudió dibujo y pintura con el fallecido artista plástico Mario Martínez y también pasó por la Escuela de Arte de dicha provincia. Una vez en Córdoba, profundizó sus conocimientos en pintura al óleo de la mano de Miguel Avataneo, Sebastián Silber y Alberto Martínez Pueyrredón, asistiendo a numerosos cursos, talleres y seminarios. En 2013 comenzó a viajar a Francia, donde siguió estudiando y cultivó contactos con galerías y movimientos artísticos diversos.

No convencional


Actual vecina de Mendiolaza, Ramos Taboada logró encontrar en este enclave serrano la tranquilidad necesaria para pintar y crear. Se declara adepta al impresionismo, aunque son diversas las corrientes artísticas que, como el realismo europeo, la han inspirado.

“Al principio, pintar era algo que hacía para mi familia”, cuenta la artista. “Con el tiempo, empezaron a convocarme para exponer y así fue surgiendo mi carrera. De repente, mis obras empezaron a gustar mucho en Santiago del Estero, así que frecuentemente iba para allá con mis cuadros, mis bebés y todo”, recuerda con una sonrisa.

Los comienzos no fueron fáciles. Para Natalia, mostrar un cuadro era exponer sus sentimientos a la crítica y la observación. «Lo que pintaba siempre fue para mí misma, muy para adentro», explica. Además, su falta de trayecto artístico formal también era un obstáculo para su incipiente carrera. “Cuando empecé, no me aceptaban en ninguna galería de arte, porque no tenía título, ni trayectoria, o me decían que ‘no era la impronta, ni la temática, ni el tipo de obra’ que estaban recibiendo”, cuenta Ramos Taboada. Incluso el ser abogada, por el prejuicio de otras personas, varias veces le terminó jugando en contra.

“Estuve en la Escuela de Arte, pero nunca me gustó encasillarme. Siempre busqué qué era lo que yo realmente quería transmitir, eso que venía de adentro mío. Por eso hoy puedo decir que soy una artista, pero quizás no de la manera tradicional”, apunta.

Como expone en su sitio web, para Natalia, el arte se trata de “darse cuenta que lo que está contando el pintor, es lo que él está sintiendo”. “Al crear, los relatos, imágenes, sensaciones y vínculos vuelven a mi memoria, y lo hacen a través de marcas que conmueven y perduran. Así, mi propuesta consiste en poder ‘leernos’ y poner en movimiento ese bagaje interno, hurgar en él para seguir construyendo”, explica ella misma en la página.

Equino-arte-terapia


«Mi papá me empujó hacia los caballos a través de su libro. Cuando los dibujaba, sentía que tenía una comunicación con él», compartió la artista.


Aunque ha abordado temáticas diversas, las últimas obras de Natalia se concentran en un personaje peculiar: el caballo. “Las pinturas de caballos surgen cuando mi papá muere. Él era médico radiólogo, solía ir con su equipo a sacarles radiografías a los animales y de chica lo acompañaba. Le interesaba mucho la morfología del caballo, sus huesos, los tipos de razas, las deficiencias que pueden tener. Cuando muere, tenía un libro de hipología listo para publicar», cuenta Natalia, recordando una época difícil de su vida.

Para simplificar los gastos de edición, la artista decidió realizar ella misma las ilustraciones que acompañarían al libro de su padre. «Nunca había hecho caballos, siempre había dibujado figuras humanas. Al principio, mis caballos parecían perros, sinceramente el valor de la ejercitación es increíble», cuenta entre risas. “Mi papá me empujó hacia los caballos a través de su libro, cuando los dibujaba sentía que tenía una comunicación con él», añade con un dejo de tristeza.

Además de la emoción, el movimiento es otro ingrediente fundamental de la impronta artística de Taboada, el cual se pone en relación con la fuerza. “Me inspiré mucho a partir de los caballos en acción de Juan Carlos Castagnino, el pintor que ilustró Martín Fierro, y los de Ángel della Valle, autor del famoso cuadro ‘La vuelta del malón’. Esa sensación del movimiento me parece muy atractiva y es lo que busco transmitir”, explica la pintora.

Desde 2015, Natalia lleva cuadros a París, donde muchas veces expone desde el anonimato junto a un movimiento de artistas independientes. Su trabajo también la ha conducido a formar parte de muestras a beneficio por los derechos de los animales, como en la fundación de la actriz Brigitte Bardot, dedicada a la protección de animales domésticos y salvajes en Francia desde 1986. 

Además, desde hace algunos años, Taboada integra el grupo argentino Épona Arte Equino, un colectivo de pintores y amantes de los caballos que exponen en distintas galerías de Buenos Aires y que, por supuesto, convocaron a Natalia para exponer sus obras.

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