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Ley del libro. Una asignatura pendiente

A lo largo del año pasado, el mundo literario se mantuvo en vilo a la espera de la creación de un ente oficial que regularía su actividad. Sin embargo, el proyecto quedó en pausa y está cerca de perder estado parlamentario. En este marco, diversos actores del rubro reclaman su tratamiento urgente en la Cámara de Senadores. Desde Sierras Chicas, María Teresa Andruetto, Graciela Ramos, Tamara Sternberg y Barbara Couto opinaron al respecto.

Colaboración:

  • Andrés Chavarini y Franco Solís
  • Instituto Educativo Nuevo Milenio
  • Santiago Boban y Nicolás Martínez
  • Instituto Milenio Villa Allende

De la misma manera que en 1958 se fundó el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) y en 2012 el INAMU (Instituto Nacional de la Música), se espera que 2020 sea el año de creación del INLA (Instituto Nacional del Libro Argentino).

Aunque impulsado y presentado por el ex presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, Daniel Filmus, uno de los principales autores detrás de la formulación de este proyecto de ley fue Alejandro Dujovne, doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet y especialista en Historia y Sociología del Libro. A su vez, un sinnúmero de escritores, editores, libreros y diversos actores del rubro literario de todo el territorio nacional, formaron parte de su redacción y apoyaron la propuesta.


El INLA estaría conducido y administrado por un Director Ejecutivo, un Directorio y una Asamblea Federal.


La denominada Ley del Libro se debatió durante dos años y finalmente logró un dictamen favorable el año pasado, a principios de noviembre, cuando obtuvo media sanción en la Cámara Baja del Congreso Nacional. Sin embargo, hoy en día, la comunidad literaria lucha para que la iniciativa sea retomada y obtenga la aprobación de la Cámara Alta antes de noviembre, mes en el que perdería estado parlamentario, tras un año en pausa. 

En el medio, el fin del mandato de Filmus, la falta de un acompañamiento concreto desde las bancas y, para rematar, la emergencia sanitara por la COVID-19, fueron algunos de los principales factores que entorpecieron el proceso.

Por este motivo, en los últimos meses comenzó a tomar fuerza en las redes sociales el hashtag #LeyDelLibroYa. La campaña interpela a los representantes del poder legislativo para encauzar el tratamiento en el recinto y posterior promulgación del proyecto. Mientras tanto, destacadas figuras nacionales se sumaron a la iniciativa y la región, con impulsoras como María Teresa Andruetto, Graciela Ramos, Tamara Sternberg y Barbara Couto, no fue la excepción.


El proyecto de ley propone como definición de Libro Argentino todo aquel que tenga ISBN (en inglés: International Standard Book Number, el cual es el número de registro obligatorio más importante en el país), que no contenga publicidad y que se comercialice dentro del territorio nacional.


Entre la cultura y la economía


Tamara Sternberg.

“El libro es una fuente de desarrollo social y cultural, así como también un generador de beneficios económicos, por lo que requiere garantías y estímulos para su desarrollo”, afirmó Sternberg, directora de El Emporio, librería y editorial histórica de Córdoba que cuenta con un local en Villa Allende. “Es imprescindible una regulación y una presencia del Estado, con el objetivo de no abandonar por completo la actividad a las lógicas del mercado”, prosiguió la empresaria.

En este marco, uno de los objetivos de la ley es “fomentar y promover la práctica editorial argentina, respecto a la creación, producción y comercialización del libro”. De igual manera, se apunta a “contribuir a la ampliación del número de lectores, mediante el fortalecimiento del acceso democrático, igualitario y federal al producto”.

María Teresa Andruetto.

María Teresa Andruetto, escritora y actual residente de Unquillo, también habló al respecto: “El espíritu general se basa en sostener las zonas menos redituables, protegiendo el valor uniforme del libro, la circulación en determinados espacios menos accesibles y asegurando la producción en ciertos emprendimientos que no tienen tanta solvencia económica”.

Para Sternberg, “el peligro de no poseer una legislación adecuada se ve en el progresivo avance de grandes grupos editoriales”. “Es necesario intervenir para que haya calidad y diversidad, que se mantenga la riqueza, ya que el mercado perpetúa y sostiene lo que más vende, y alimentando esa máquina, se pierde el resto”, coincidió Andruetto. 

Bárbara Couto.

Así, uno de los aspectos fundamentales del proyecto es la bibliodiversidad. Bárbara Couto, de Ediciones La Terraza, destacó como otro punto clave, la cuestión del federalismo. “El mundo editorial, como muchos otros, gira en un porcentaje mayoritario alrededor de Buenos Aires. Entre los fines de la ley se encuentra jerarquizar el ámbito de distribución y hacer apuestas en relación a la logística y el transporte, para que circulen los libros a lo largo del país”, explicó. 

Por otro lado, se plantea la creación del Observatorio Nacional y el Archivo Nacional del libro, dos organismos que “permitirían generar una serie de datos e información relevante para la industria”, de la que hoy se carece, según señaló Sternberg. Asimismo, destacó que se “plantearía un interesante vínculo con producciones académicas” y se establecerían fondos para becas, subsidios e instancias de formación para profesionales.



El reconocimiento: un punto clave


Graciela Ramos.

En el sistema de producción literaria, diversos eslabones interdependientes se vinculan entre sí hasta consumar la obra impresa. Sin embargo, los escritores, actores del sector más visibilizados y asociados a la tarea, son quizá los más desprotegidos de la cadena. Detrás de los beneficios que esta normativa contempla para la industria editorial en general, se esconden otras aristas en materia de derechos.

En este sentido, un gran objetivo es que la escritura sea reconocida como un trabajo y no sólo como simple pasatiempo. Graciela Ramos, autora y vecina de Villa Allende, señaló que una de las peleas de fondo en este contexto es sumar aquellas protecciones jurídicas con las que sí cuentan otras profesiones. Así, adelantó que se contemplarían mejoras laborales para autores argentinos, como obra social y derechos jubilatorios.



La cantidad de títulos publicados se redujo un 50% respecto a abril del año pasado, según un estudio realizado por la Cámara Argentina del Libro durante el aislamiento. A su vez, el número de ejemplares producidos cayó un 91% en el mismo periodo.


Desde esta perspectiva, una de las mayores problemáticas es la imposibilidad de vivir de los derechos de autor que tienen los escritores. “En general, los autores tienen otros trabajos relacionados con el oficio, ser escritor es un hacer donde la validación es muy compleja”, reflexionó Andruetto.

Ramos, por su lado, concluyó que, desde la Unión de Escritoras y Escritores, propulsores de la disposición, la finalidad es “darle vida al libro en sí, mediante el fomento a la lectura, asesoramiento y sostenimiento a bibliotecas, librerías, etc., y así dar vida también a todos los autores del país, facilitando el camino”. 

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