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Historias de Sierras Chicas: Un hombre 101 veces singular

Un ser libre.

Fotógrafo, inventor, cineasta documental, músico, escritor, docente e investigador. Todo esto y mucho más es Jorge Schneider; quien desde hace más de 100 años lleva una vida cargada de aventuras continuas. Le debe a su padre la pasión por la fotografía y otras influencias. Para su vejez eligió volver al seno familiar del que alguna vez escapó.

Fotógrafo, inventor, cineasta documental, músico, escritor, docente e investigador. Todo esto y mucho más fue Jorge Schneider; quien vivió más de 100 años cargados de continuas aventuras. Heredó de su padre la pasión por la fotografía y otras influencias. Para su vejez eligió volver al seno familiar del que alguna vez escapó.

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Por Matías Pérez | matiasperez@elmilenio.info 

Jorge Schneider Bonet fue un hombre con una gran cultura e inteligencia; quien tuviera el privilegio de sentarse a conversar con él, podría hablar de los temas más disímiles ya que siempre tiene información de todo. No era cualquier ser humano, se trataba de un ser libre con más de 101 años de recorrido.

Un ser libre.
Jorge Schneider asegura: “voy a llegar a los 150 años”, tras levantarse después de un mes en que su salud estuvo en jaque. Foto: Tamia Schneider.

Él se autodefinia como multifacético, con vocaciones variadas que van desde la fotografía hasta la invención, pasando por el cine documental, la música y la escritura; aunque prefería presentarse como un «hacedor polivalente e iconoclasta, ahora en estado de forzosa jubilación». Además, también fue docente e investigador de la Universidad Nacional de Córdoba.

Un siglo no es suficiente para este personaje, al cual sus propios hijos lo consideraban «bohemio». Se trató de un alma que tuvo la suerte y libertad de dejarse llevar por sus sueños, retornando después de muchos años a sus tres mejores “inventos”: Ana, “Moñi” y Herman.

Y es que el andar de Jorge siempre estuvo condimentado por sabores diversos, a veces dulces, otras veces amargos, algunos salados, algún que otro picante y tampoco faltaron los desabridos. Algo así como la mezcla perfecta e imperfecta del oriente con el occidente.

 

«Soy un hacedor polivalente e iconoclasta, ahora en estado de forzosa jubilación».

 

Pero para comenzar a entender su vida es necesario remontarse a la Córdoba de principios del siglo XX, más precisamente al año 1914. Fue en una casa chorizo, sobre la calle Santa Rosa al 1032, donde Jorge inhaló y exhaló su primera respiración.

Schneider no sólo fue un grande como persona, sino que también supo crecer con otros personajes que también hicieron lo suyo. Ya desde pequeño en la plaza Colón, su lugar de travesuras, jugaba a los autitos con el mismísimo Pepe Balseiro, quien fue durante un buen tiempo su compañero de andadas. Este amigo de la infancia se convirtió tiempo después en el gran pionero de la física nuclear en Argentina.

El telescopio refractor de 150 mm de diámetro de objetivo de Federico Schneider. La fotografía fue tomada por Roberto Van Dyte, quien fue empleado del Observatorio Nacional Argentino entre 1902 y 1909, período en que realizó las primeras placas para el célebre Catálogo Astrográfico de la Carte du Ciel. (Observatorio Astronómico, UNC)

El “españolizado” Federico

Un gran referente en la vida de Jorge fue su papá, Friedrich Schneider, también conocido como “el gringo”, quien arribó junto a sus padres desde Alemania.

Federico, como se hacía llamar en el Nuevo Mundo, fue un gran astrónomo que, en palabras de su hijo, “supo fotografiar como nadie el cielo”. Tiempo después Jorge le dedicaría su libro “El Mirador de Estrellas”.

Muchas de sus grandes pasiones también fueron inculcadas por esta figura, y la fotografía fue una de ellas. Todo empezó el día en que llegó a su nueva casa, en una quinta de Guiñazú, con una cámara de cajón en estuche, químicos y papeles fotográficos.

Pero desgraciadamente “el gringo” falleció en 1922, cuando Jorge tenía tan sólo 8 años de edad. Y así ese juego de niños que significó la fotografía para él tuvo un impase hasta sus 14 años. Fue en ese momento cuando, apoyado por su tío Bonet, por ese entonces rector del colegio Monserrat, comenzó a armar ampliadoras para copiar fotos, además de fabricar cámaras él mismo.

El fotógrafo

Todo lo anterior le sirvió a Jorge para ayudar económicamente a su familia tras la partida de su padre. Gracias a esto tuvo el agrado de conocer a Manuel Sánchez, un reconocido fotógrafo de la ciudad bonaerense de Junín. De éste aprendió una novedosa técnica para el uso de la luz en los retratos cuando en Córdoba aún no se conocía esa manera de fotografiar.

Jorge no pudo descansar hasta ponerse su propio estudio, L’Atelier, ubicado también en la docta. Corrían tiempos movidos para el país y por este motivo muchas veces se quedaban sin películas o sin cámaras, pero Schneider se las ingeniaba y más de una vez terminó haciendo fotos con películas radiográficas.

La ap0-35arición y expansión de las cámaras de 35 mm, los laboratorios al paso y la automatización de las técnicas, hicieron que la fotografía formara parte de la vida de las familias y muchas empezaron a contar con equipos propios. Eso hizo declinar la actividad del estudio fotográfico, y pronto se hizo necesario un giro en la vida de Jorge.

Foto: Jorge Schneider

La Revolución del ’55 retratada por Schneider

Fue así como Jorge Schneider fue el único que fotografió el día preciso en que comenzó la autoproclamada Revolución Libertadora.

El 16 de setiembre estaba en su estudio cuando de repente sintió una explosión y sin pensarlo tomó una cámara con tres rollos y corrió hacia el exterior. La gente corría sin sentido por todos lados mientras que los cañones se sentían cada vez más fuerte.

Una vez que llegó a la plaza San Martín comenzó a fotografiar lo que con el tiempo se convirtió en su producción más reconocida, la cual incluso fue publicada en una edición especial de La Voz del Interior. La repercusión fue tan grande que no sólo vendió su colección a distintos compradores de Argentina, sino también a la revista Life.

 

El padre por sus hijos

Durante su primer casamiento, Jorge Schneider tuvo dos hijas y un hijo. “Con la llegada de ellos tuve mi primer atisbo de responsabilidad en la vida”, expresó Jorge sobre el nacimiento de Moñi, Herman y Ana.

Ana Lía Schneider: “Papá a los 100 años resuelve volver al núcleo familiar original y disfrutar de los hijos, nietos y bisnietos. Fue así que la vida me volvió a entregar de nuevo un hijo, que es mi padre, al que cuidé hasta el final”.

Moñi Schneider: “Fue una persona muy singular, no se puede definir en los términos de un hombre común, no es un padre típico, amante y protector, no fue protector de su familia, pero como hija mayor pude y supe amarlo, aprendí a respetarlo como realmente es y esto porque nunca dudé de su cariño”.

Herman Schneider: “Heredé de mi papá muchas de sus cualidades, por ejemplo, el ser aventurero, la pasión por la mecánica, el amor por el dibujo y la fotografía”.


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