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Gregorio Viale: las manos de Seguí

La historia de un herrero que comenzó de joven haciendo faroles y que, con esfuerzo y dedicación, terminó creando obras para el autor de la familia urbana, Antonio Seguí, su compañero de confianza. El Milenio compartió una charla con Goyo Viale, escultor que lleva más de 50 años en el trabajo del metal.

Redacción: Ángela Pizarro y Martina Astrada (4to IENM). Corrección: Lic. Mabel Tula.


Juan Gregorio Viale, “Goyo” para los amigos, nació en el populoso barrio de Argüello, en su propia casa, hace 74 años. Empezó casi de casualidad a diseñar y elaborar lámparas de hierro a los 20. Le interesaba mucho la metalmecánica y la metalúrgica, lo que le llevó a estudiar hasta segundo año de Ingeniería. 

Después de los faroles siguió fabricando rejas de cerramiento y otras piezas forjadas, para finalmente ir encaminándose hacia la escultura y ofrecer su servicio de construcción a otros escultores que no manejaban tanto el oficio de la herrería.

Así terminó conociendo al artista Antonio Seguí, padre de las grandes obras que integran la Familia Urbana, ubicadas en distintos puntos de la ciudad de Córdoba, donde las manos de Gregorio también fueron parte. Hoy, jubilado hace nueve años, continúa trabajando junto a cuatro de sus cinco hijos, que siguieron su oficio.

“Produjimos obras que se iniciaban en Argüello, se terminaban en Madrid, las llevábamos a París y se vendían en Suiza. Me siento orgulloso de haber compartido tanto trabajo y amistad con Seguí”

Gregorio Viale

El Milenio: ¿Cómo empezó con la herrería?

Gregorio Viale: Empecé de casualidad porque me interesaba mucho la metalmecánica y la metalúrgica. Me inicié con un amigo, éramos jovencitos, no sabíamos prácticamente ni dibujar. Luego el mismo trabajo me fue forzando a interiorizarme y a estudiar, lo cual me llevó a hasta segundo año de Ingeniería, carrera que luego abandoné para dedicarme exclusivamente a mi trabajo.

EM: ¿Quién le enseñó esta profesión?

GV: La verdad que aprendí sin tener personas cercanas de referencia. Conocí los primeros rudimentos de la soldadura, el pulido y el tratamiento de los metales y se me ocurrió, no sé bien por qué, hacer faroles de iluminación ornamentales.

Este oficio no es común en Argentina, no todas las provincias tienen gente que sepa hacer faroles de hierro, como pasa en Santa Fe, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja. Mientras tanto en otras, como Buenos Aires, ha habido muy buenos herreros. Capital federal es una de las ciudades con mejor herrería en Latinoamérica, con artesanos de muchísima calidad, también Córdoba y Salta por su tradición colonial, ya que el farol era un elemento distintivo de las casas en esa época. 

Quizás por eso se me ocurrió ir por la fabricación de estas piezas, tarea que mantuve por mucho tiempo. Luego la modernidad empezó a traer nuevos artefactos de iluminación y el farol se transformó en un objeto caro, porque es difícil de hacer.

De ahí partí a hacer mis primeras armas con la escultura de hierro. Trabajé con muchos artistas plásticos como Claudio Gómez, un escultor que vive en Unquillo y tiene muchas obras en Córdoba que he fabricado para él, por ejemplo, la que está en la esquina de Av. Humberto Primo y Cañada, en el ingreso de las Torres Capitalinas. 

Y el más emblemático de los artistas cordobeses, Antonio Seguí, que si bien vivía en Francia, fue para quien hice prácticamente todas las obras de la provincia de Córdoba.


EM ¿Cómo es el equipo de personas con el que trabaja? 

GV: Las iniciativas del artista son individuales, entonces uno las elabora y luego con un equipo genera la producción de la obra. Yo tengo gente que me ayuda a dibujar con programas de computación que adelantan mucho las cosas, se pueden hacer cortes muy precisos con máquinas automatizadas y después también algunos tratamientos de pintura. Nunca hemos sido menos de seis personas.

EM: ¿Cuánto se tarda aproximadamente en forjar una escultura? 

GV: Cada escultura es un mundo, sin importar el tamaño. Tengo obras que están entre las doscientas y las dos mil horas de trabajo.

EM: ¿Con qué personas se siente orgulloso de haber trabajado?

GV: Tendría que nombrar muchas, pero sin dudas el más importante ha sido Antonio Seguí, con quien terminé siendo amigo personal. Trabajamos mucho aquí y en Europa, produjimos obras que se iniciaban en Argüello, se terminaban en Madrid, las llevábamos a París y se vendían en Suiza. Me acuerdo que en una exposición vendimos 122 esculturas. 

Me siento orgulloso de haber compartido tanto trabajo y amistad con él. Estuve en prácticamente todas las obras que hizo en Córdoba, como la Mujer Urbana, y algunas que nunca se hicieron, como el Ángel Urbano.

Otro maestro que podría mencionar se llama Luis Buil, escultor reconocido internacionalmente, con quien hice muchas obras. Recuerdo una escultura que está en el Parque de las Tejas en homenaje a un gran director de coro y profesor de música que se llamó Gerber Del. En la Escuela de Niños Cantores de Córdoba hicimos una obra grande también. En la entrada al Parque Kempes, una escultura de un perro con materiales reciclados con tambores de aceite de 200 litros y en la Avenida Rafael Núñez hay una obra de Luis Buil con el nombre TOY, que es como un juguete.


EM: ¿A qué países ha llevado sus esculturas?

GV: Fundamentalmente hemos llevado obras a España, no completas porque en Argentina es complicado mandar obras afuera, aunque sean propias, por la papelería, los seguros son muy caros, así que las enviábamos por partes. Lo que podíamos, lo hacíamos en Córdoba y luego las terminábamos en Madrid, junto con mi hijo que trabaja allá. Hemos vendido esculturas en Madrid, Paris y Suiza. 

EM: ¿Quiénes fueron tus grandes influencias?

GV: El destino es algo que se nos escapa de las manos. Dicen que tenés que estar en el lugar exacto, el día indicado y la hora justa para conocer a la persona que tenés que conocer. Son cuestiones kármicas, hay cosas que no sabés por qué pasan, pero pasan.

Todo lo que hice, lo hice porque sentía un impulso interno de hacerlo. A mi alrededor hubo muchos personajes que me impresionaban, a veces me apabullaban, no solamente en el arte plástico, sino también en la música, en la poesía. Siempre me ha gustado estar relacionado con esas expresiones, y a la vez me gusta hacer las cosas bien. Se puede decir que tenía una barra de poderosos artistas que me empujaban a seguir.