Colaboración: Bruno Del Boca e India Lallana (4to IENM). Ignacio Truffa y Priscila Persello (4to IMVA).
Rubén Farías tiene 40 años y hace 22 que es bombero voluntario en Río Ceballos. Llegó al cuartel un 9 de julio para acompañar a su hermano y desde ese día, decidió que aquel sería su lugar en el mundo. Hoy, tras media vida dedicada a esta profesión, se desempeña como cabo primero y pertenece al equipo de Coordinación de Jefatura. En el medio, su experiencia lo llevó a trabajar en una empresa que presta servicios de emergencias.
Desde la escuela, los niños y niñas van de visita al cuartel, escuchan la autobomba y sueñan con combatir incendios. Pero, ¿qué pasa realmente por la mente y el corazón de quien expone su vida ante estas situaciones límite? En entrevista con El Milenio, Farías reflexiona sobre cómo se vive y siente día a día la noble tarea de ser bombero.
Rubén Farías combate el fuego hace 22 años y, a su vez, trabaja en un servicio de emergencias. Foto gentileza R. Farías.
El Milenio: ¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando recibís un llamado del cuartel?
Rubén Farías: Todo comienza ahí, cuando el teléfono suena. Del otro lado puede ser cualquier cosa, desde el gatito atrapado en un árbol hasta la peor de las tragedias. Es todo un mundo cuando atendés, ya por el tono de voz de quien te llama, podés imaginar qué está pasando.
El viaje es quizás el momento de mayor adrenalina, porque el tiempo pasa y la emergencia se sigue agravando; y la información que te dieron al momento de la llamada, cambia hasta que llegás al lugar. Ante una emergencia, nosotros pensamos siempre en el peor escenario, para ir preparados a todo. Lo que un bombero puede encontrarse en el lugar de los hechos es inesperado, y a veces hay tragedias que no pueden evitarse.
Valorar esta profesión es reconocer a una persona que cambia tiempo de trabajo, tiempo de descanso y tiempo con su familia, para arriesgar su vida por los demás. Es dejar a tus seres queridos preocupados, sabiendo que todo puede pasar. Sin el apoyo de la familia, simplemente no podríamos estar haciendo esto.
EM: ¿Qué creés que es lo más difícil de ser bombero?
RF: Encontrarte con la muerte, no tanto por la víctima en sí, porque ya murió, sino por su entorno. Esa parte siempre es dura. En nuestra formación, tenemos una materia llamada Psicología de la Emergencia, donde los profesionales nos capacitan y nos ayudan a usar las palabras correctas, los tonos de voz adecuados para abordar la situación, pero es realmente difícil.
El sistema está aceitado, está armado para poder canalizar eso. Tenemos una práctica que se hace al regresar de cada intervención, que es un protocolo hecho por psicólogos para procesar lo sucedido.
EM: ¿En algún momento pensaste en abandonar esta tarea?
RF: En 22 años de servicio, solo una vez pensé en dejar y fue durante las inundaciones de 2015. Fui asignado al caso de la camioneta que estaba siendo arrastrada por la crecida del río, pero no pudimos cumplir con la misión y fallecieron una niña y su mamá. Eso me afectó mucho, me sentí muy frustrado y fue la primera vez que pensé en dejar todo. Por suerte tuvimos una gran contención del cuartel y del cuerpo de psicólogos.
EM: ¿Qué te motiva a seguir siendo bombero?
RF: Cuando analizás tu día y sabés que hay alguien vivo, que la gente está en su casa por lo que vos hiciste, te motiva a seguir haciéndolo.
El Cuartel de Bomberos de Río Ceballos actualmente cuenta con 42 bomberos activos y otros tantos en formación o a punto de recibirse. Eso nos permite dar una respuesta adecuada a las emergencias, teniendo en cuenta que es un trabajo voluntario y que cada integrante tiene sus ocupaciones.
El 12 de septiembre, los Bomberos Voluntarios de Río Ceballos cumplieron 49 años de historia. Foto gentileza quien corresponda.
EM: Durante todos estos años, ¿notaste un crecimiento en la participación de las mujeres?
RF: Sí, indudablemente. Cuando ingresé en 1999 no había mujeres en el cuartel. Luego de varios años, se sumaron dos chicas, y hoy en día hay un plantel femenino importante. De hecho, del cuerpo de aspirantes, casi la mitad son mujeres próximas a recibirse. De las chicas ya recibidas, hay seis que están muy activas y participan mucho.
EM: ¿Cómo se construye un sentimiento de comunidad con los vecinos?
RF: Estando presentes, ayudando, comunicando. Cuando suena la sirena, la gente se asusta, lo vivo yo mismo como ciudadano, las personas temen que le haya pasado algo a un amigo, familiar o vecino. Ante sus preguntas, nosotros tratamos de llevarles información y tranquilidad, eso es un gran nexo.
EM: ¿Qué te gustaría cambiar del cuerpo de bomberos?
RF: La gente sabe que existimos, pero la mayoría se acuerda de nosotros cuando pasa algo. Desde el cuartel intentamos estar siempre presentes, por ahí pedimos un aporte o hasta un simple “me gusta” en la página de Facebook y muchos no lo hacen. Yo sé que la comunidad colabora en los grandes momentos de necesidad, como los incendios forestales o las inundaciones, pero pocos recuerdan que el cuartel necesita mantenimiento todos los días.
“Valorar esta profesión es reconocer a una persona que cambia tiempo de trabajo, de descanso o con su familia, para arriesgar su vida por los demás, sabiendo que todo puede pasar”
Rubén Farías
EM: ¿Le recomendarías a alguien ser bombero?
RF: Sí, por supuesto. Una vez dije “Esto es algo que cualquiera puede hacer, pero no cualquiera hace” y lo cierto es que lidiar con una situación de emergencia no es para todo el mundo, pero está bueno intentarlo, porque salvar una vida es una sensación indescriptible.
A veces no se puede, porque la suerte ya está echada, pero al menos le das la posibilidad a alguien. Porque alguna vez (y espero que nunca pase), puedo ser yo el que esté tirado en la calle, puede ser mi casa la que se esté quemando o hasta puede ser alguno de los míos el que esté encerrado en un auto. Entonces yo les recomiendo que sí, que quien quiera ser bombero, que lo intente, porque es una tarea difícil, pero muy gratificante.