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Con hambre de historia

Jeremías Azaña, de Salsipuedes, es uno de los deportistas más prometedores y talentosos de la provincia. El squashista de 17 años se encuentra entre los dos mejores competidores argentinos en su disciplina y a su corta edad posee una vasta experiencia en el circuito internacional.
  • Por Ignacio Parisi
  • ignacioparisi@elmilenio.info
  • Colaboración: Geraldine Hoet y Joaquín Rico. 4°A IENM. Jorge Burton y Daniel Calvo. 4°A IMVA

Salsipuedes. Mezclamos el tenis en superficies de carpeta con el pádel, luego metemos el frontón, y aceleramos el juego hasta que ya no sea apto para cardíacos. ¿Qué obtenemos?: El squash. Este frenético deporte de raqueta tiene su propio espíritu y es distinto a todos. Si bien en nuestro país no es una disciplina popular, parece ser un deporte mucho más jugado que difundido.

Con algo menos de la mitad del ancho y el largo de una cancha de tenis, plantea una exigencia física, mental y técnica. “Las reglas son muy distintas, pero claramente venir del tenis sigue siendo una ventaja a la hora de empezar a jugar al squash”, sostiene Azaña.

El joven atleta arrancó su carrera a los once años, fruto de la afición de su padre a este deporte. Si bien los primeros pasos de Azaña fueron en Córdoba Capital, su padre decidió construir y abrir canchas de squash frente a su casa, y a los trece años Jeremías mostraba sus primeras armas en competencia.

“Una vez que agarrás el squash no podés dejarlo”, sostiene Azaña mientras piensa que su sueño no tiene techo, y apuesta todo por lograrlo. “Es complicado, dejé amigos, cambié de colegio. La verdad es que no salgo demasiado y pocas veces tengo tiempo para ir a cumpleaños por ejemplo. Me demanda mucho el entrenamiento”, afirma el atleta.

Sin embargo parece enfrentarse al desafío con la absoluta convicción de armar su propio camino en el deporte. “Le dedico todos los días a esto. Antes hacía el colegio a distancia, para practicar en triple turno, mañana, tarde y noche. Ahora voy a una escuela deportiva en el Mario Alberto Kempes, eso me ayuda. Voy a la mañana y después me pongo a practicar todo el tiempo, porque esto es cada vez más exigente. También tengo una dieta, y trato de seguirla a raja tabla”.

No hace falta mirar muy lejos para ver el porqué de sus aspiraciones. Azaña se ubica hoy en el segundo puesto del ranking para menores de 19 años a nivel nacional, y aún dando dos años de ventaja, su disputa por el número uno es constante.

Para mantenerse en esa posición, Jeremías disputó diversos torneos, tanto nacionales como internacionales, mostrando su valía y encontrándose con algunos resultados ante los que admite se vio sorprendido. “Hace un tiempo, cuando tenía 15 años, participé en un torneo internacional que se jugaba en Inglaterra y Escocia. Esa fue la primera vez que viajé a competir, y terminé llegando a las semifinales. Fui sin expectativas, finalicé en el podio y eso me quedó grabado. También fue muy importante un segundo puesto que logré en un Sudamericano, pero ahí iba con la ilusión de ganar, así que fue distinto”, remarca el oriundo de Salsipuedes.

En un país con escasa tradición en squash, Jeremías Azaña muestra su desempeño y trabaja para competir palmo a palmo en el escenario mundial.

Además de Inglaterra y Escocia, el squashista compitió en los mundiales de Polonia y Nueva Zelanda, y apunta a participar en la próxima cita mundial del deporte en India. No obstante, a pesar de su importante rendimiento, Geremías no recibe un apoyo estatal significativo a la hora de viajar, teniendo que sustentar los gastos a través de sus padres. En relación a ello, afirma que, si bien cuenta actualmente con una beca del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD), ésta no cubre más que la inversión en accesorios necesarios para el juego, por lo que el soporte de su familia ha sido determinante en toda su carrera.

Azaña destaca que a pesar de la escasa visibilización del squash en el país, Córdoba posee una importante calidad de formadores, algunos de los cuales pertenecen al equipo de la Selección Argentina. La competencia interna termina constituyendo uno de los factores fundamentales para el crecimiento deportivo, y brinda la oportunidad de elegir a los mejores valores para competir a nivel internacional.

Allí Jeremías ha dado gratas sorpresas, aunque entiende que debe elevarse aún más para poder pelear los primeros puestos ante jugadores de naciones potencia en esta disciplina. Siguiendo esa línea, aclara: “Hay países en los que el squash es muy importante, Egipto, Francia, Inglaterra, acá en Sudamérica los mejores son Colombia y Perú. Hay rivales muy duros, he perdido partidos peleados contra rivales de Egipto por ejemplo. Para ellos la raqueta es lo que para nosotros la pelota de fútbol. Allá las tribunas están llenas. Acá en Argentina es un ambiente más de amigos, o familiar”.

Azaña sabe dónde están las claves para hacer la diferencia en los pequeños detalles que separan a una victoria de una derrota: “En squash, antes que nada, importa la técnica. La  entreno con un profesor, y también entreno solo, al menos dos horas y media más. El squash es técnica y táctica, saber dónde está tu rival, y conocer los golpes para anticipar las jugadas y saber dónde va a ir la pelota”.

Jeremías se ilusiona con una alternativa que podría darle un salto de calidad a su vida como deportista. “Me llamaron por la posibilidad de una beca en Estados Unidos, para complementar el estudio. Te brindan mucho apoyo a nivel deportivo, y facilidades en torno al entrenamiento. Esto se da por un contacto que hice en Nueva Zelanda, mientras estaba participando del mundial. Me dieron una tarjeta, mandé un mail con información mía y quizás se abre esa chance”, cuenta el joven.

En el horizonte de este pequeño gran deportista aparecen dos competencias en las que podrá volver a medirse con lo mejor del squash. “Mi objetivo es ganar el Sudamericano, que es en febrero del año próximo y se hace en Perú, y después también jugar el mundial. Esas son las dos instancias en las que apunto para poder superarme, así que lo que me queda ahora es entrenar muy duro”, concluye Jeremías Azaña.

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