UNQUILLO – Nacida en Tostado, un pequeño pueblo de la provincia santafesina, donde la palabra urbano no tiene sentido alguno, Martha González confiesa estar cautivada por Unquillo, pero más que eso, su pasión por la cultura y la comunidad fue el motor de sus proyectos.
El Recodo del Sol, ubicado a un costado del camino a Cabana, abrió sus puertas en el 2001, motivado por la ausencia de centros culturales en un extenso y poblado barrio. Sus primeros pasos fueron con una propuesta innovadora, un salón de té. Sin embargo, los vaivenes económicos de aquellos años llevaron a su cierre, para resurgir nuevamente años más tarde.
“En el 2004, una amiga mía, Encarnación Sobrino, socióloga, docente y también muy amante del arte, se asoció conmigo para reabrir. No soy yo sola en este proyecto, yo lo llevo adelante por convicción propia y porque será esto lo que me toca hacer en la vida”, expresó la gestora cultural, que hace tiempo se ganó el respeto y el amor de los artistas y el pueblo unquillense.

Asimismo, el espacio siempre fue manejado y reconocido como una fundación, lo que facilitó diversas acciones: “Somos una fundación, nuestro consejo está formado por cuatro miembros, yo soy la presidenta, entre todos tratamos de llevar adelante este proyecto. La organización tiene personería jurídica y eso nos ha permitido presentarnos a proyectos de desarrollo de la nación”.
Como profesora de inglés, Martha confía en que la educación y el arte es el mejor camino, capaz que el único, para generar los cambios necesarios en una comunidad aglutinada de problemas y también es un modo de agradecimiento.
“Siempre he ido a las escuelas estatales y esto que hago es una forma de devolver lo que recibí del estado, es algo para aportar, también es algo que da satisfacción en cuanto a poner en contacto con otros los bienes de la cultura”
Podría decirse que es una soñadora constante. Durante sus años como educadora, uno de sus principales proyectos fue la creación del CENMA en el año 2000, un centro educativo para adultos que hoy funciona en el IPEM 23 de la ciudad de Unquillo.

“A mí me parece que cuando uno impulsa cosas válidas, la comunidad acompaña, sobre todo cuando está en un espacio que es público, o una escuela, o un espacio donde pueden confluir los intereses de la gente a las que le interesa la ciudad”, sostuvo y afirmó que la mayoría de los estudiantes se inclinan por las opciones académicas más necesarias para Unquillo.
Por su parte, el espacio artístico ha ofrecido múltiples talleres, ciclos y actividades, siempre orientados a un cambio social en la comunidad a través del arte o de la educación.
Los talleres de Salud y Arte para niños, la creación de la biblioteca, el ciclo de computación y el de cine y literatura: también Aqua, entidad que recuperó a “Los Quebrachitos” como Reserva Natural, son sólo algunas de las opciones que ha ofrecido este espacio.
De la misma manera, se recuperó el espacio Divo, con la colocación de los servicios básicos, la creación del Dispensario.
“Aun en las situaciones más difíciles, cuando se trabaja adecuadamente con la población, hay posibilidades de cambio”, dijo Martha sin dejar de resaltar el trabajo de las mujeres que hicieron posible todos los trabajos llevados adelante.
Desde los inicios del Recodo del Sol, los objetivos planteados tenían como destino la acción cultural en la sociedad. “Lo nuestro es animación sociocultural, implica extender hacia la comunidad acciones culturales sociales y educativas. Todo viene de la docencia, es una vocación. En realidad esto figura en los estatutos de la fundación, como así también la promoción de los derechos humanos y la defensa del ambiente. Nosotros estamos cumpliendo con ello porque la cultura es un derecho, la animación es una acción que uno hace, y la defensa de los derechos humanos es lo que se logra”.
Si de acción se habla…
Cuando Martha González eligió a Unquillo como el lugar donde su vida continuaría con plenitud, lo hizo con alegría. “Yo no creo iniciar una vida en otro lado con la misma alegría con que la inicié acá, porque a mí me gusta, aún con todo lo que he sufrido”, expresó.
Sin embargo, un centro cultural no es la excepción de la regla si de robos se habla. Cuando la comunidad tomó conocimiento de la situación que sobrellevó el espacio, la solidaridad de los artistas no dejó de presentarse. El festival solidario en beneficio del Recodo del Sol fue un éxito y el espacio quedó más asegurado con el fin de seguir acercando la cultura a la comunidad.
Es en ese sentido que Martha reconoce su camino andado, ya que no sólo artistas sino también vecinos y medios comunicacionales extendieron su apoyo a la causa. “Son los años, hay gente que está hace años, se han convertido en amigos y amigas, y nos siguen valorando”.
“A mí no me llega a enojar tanto como para despotricar a aquellos que lo hacen, yo prefiero tener la ilusión que la educación, la conexión con el arte, con la literatura, la gente pueda ver otra manera de concebir el mundo, que no sea solamente haciendo daño”, enunció y agregó: “Trato de entender y no juzgar con odio a la gente que nos hace estos daños sino cada día pensar de qué manera uno puede extender hacia la comunidad acciones que puedan incluir a aquellos que no se sienten incluidos”.