Por Prof. Elena Kuchimpós (Dir. Primario IMVA – Instituto Milenio de Villa Allende).
Las emociones pueden influenciar nuestra vida en diversos sentidos. Su manifestación puede convertirnos en personas integradas socialmente o excluidas, todo depende de la manera en que hagamos manejo de las mismas.
Al igual que sucede con cualquier aprendizaje, las emociones determinarán nuestra manera de afrontar la vida. La comprensión y el control de las emociones puede resultar imprescindible para nuestra integración en sociedad, pero si ésta falla, nos convertiremos en personas inadaptadas, frustradas e infelices.
El conocimiento, comprensión y control de las emociones son básicos para que nuestros niños se desenvuelvan adecuadamente en sociedad.
Es esencial que podamos facilitar a nuestros niños la confianza apropiada para que pongan en voz alta aquello que les preocupa, que les hace infelices y también felices.
El hogar y la escuela van a ser esos primeros escenarios donde se va a desarrollar su vida, si les ofrecemos comodidad para que se puedan expresar y comunicar, también lo harán a medida que crezcan y en el resto de contextos.
El saber comunicarse y el reconocer emociones propias y ajenas son, sin duda, imprescindibles para que vayan madurando poco a poco y alcancen una solvencia adecuada para integrarse en la sociedad y ser felices en ella. Nosotros podemos darles esa oportunidad.
Es fundamental que, como padres y docentes, brindemos los espacios para poder reconocer las emociones que los invaden y reconocer las ajenas, acompañando la acción sobre ellas.
Es muy común que nuestros niños tengan escasa capacidad de frustración o de aceptar la negativa de algún adulto. En la actualidad, los niños no están acostumbrados a la espera, son hijos de la inmediatez, todo se resuelve con un click, aquí y ahora y ellos esperan eso de los adultos que los rodean.
Por otro lado, los adultos estamos tan ocupados corriendo al reloj, que favorecemos esto, y en vez de escuchar y dialogar con nuestros hijos, los “enchufamos” al celu, a la tablet, o algún otro artefacto que le responda a ello.
De esta manera, estamos generando futuros adultos impacientes, con poca capacidad de diálogo y por lo tanto, poco tolerantes con su entorno.
Es fundamental generar estrategias de espera y permitirles aburrirse, para que ellos puedan encontrar, según sus capacidades, la realización de algo que los mantenga atentos y activos. Un niño al que se le permite aburrirse es un niño al que se le permite ser creativo y es capaz de desarrollar estrategias que le permitan una inserción social más empática y la posibilidad de ser jóvenes y adultos exitosos.
El éxito no es de las personas que acumulan mayor cantidad de conocimiento, sino de las personas emocionalmente inteligentes. O mejor dicho el equilibrio entre ambas.
Si aprendemos a dirigir nuestra vida, iremos hacia donde queramos ir, de lo contrario “la vida nos llevará por donde ella quiera”.