- Participaron: Fermín Sevilla y Trinidad Campero (4to IMVA). Martina Reinaldi y Avril Vera Vanini (4to IENM).
A pesar de haber nacido sin piernas debido a una amputación congénita, Nicolás Galván demostró su fortaleza desde el minuto cero, así como su familia, que lo acompaña con incondicionalidad absoluta. “A los seis meses de gestación mi señora tuvo una pérdida grande. Cuando nos dijeron las consecuencias que podía tener para el bebé, decidimos no bajar los brazos y seguir adelante con el embarazo”, explica Alejandro Galván, padre del niño de 12 años.
Desde entonces, todo ha sido evolución para Nico. Sus hermanos, Joel y Jade, lo ayudan en el día a día; sus padres, María del Carmen y Alejandro lo llevan a entrenar a Córdoba cada vez que es posible, y hasta sus propios entrenadores potencian el espíritu y dedicación que le pone a todo el joven atleta.
Fue en marzo de 2022 cuando se dejó conquistar por las carreras y el lanzamiento de bala dentro de las pruebas del atletismo, pero no sin antes haber probado todas las disciplinas deportivas adaptadas que estuvieron a su alcance (y con la mira en seguir descubriendo las que pueda). Desde entonces compite, gana y, sobre todo, disfruta.

Primeros pasos en el deporte
Desde temprana edad, Nico dejó claro que su condición no iba a limitar su energía y curiosidad. “Siempre moviéndose y chivateando como cualquier otro chico”, diría su padre. Su familia, lejos de limitarlo, lo alentó a explorar su entorno y afrontar los desafíos con valentía. Pero fue la bicicleta, su primer contacto con el deporte, lo que en definitiva le abrió las puertas de un universo sin fin.
“Nico empezó a los cinco años a andar en una bici común con rueditas. En ese tiempo estaba usando sus prótesis y las atábamos al pedal con un cordón. Con eso él hacía un movimiento de arriba abajo, de un solo pie, y así andaba en el frente de casa”, cuenta María Maldonado, su mamá.
Esto fue el puntapié inicial para que en el barrio lo conocieran y empezaran a surgir propuestas e invitaciones. “Carlos lo invitó a jugar al equipo del semillero de la cancha Los Pinos, donde lo integraron muy bien, aunque no era fútbol adaptado”, cuenta el padre.
Entre partidos de fútbol y paseos en bicicleta, la familia Galván dio con la Fundación Jean Maggi. Este contacto sería fundamental, ya que tras sufrir una serie de robos (en los que perdieron la bici y las prótesis de Nico), esta institución les consiguió una bicicleta adaptada. Con ella Nico empezó a andar y entrenar por su cuenta en las calles de Unquillo.

Competir en atletismo adaptado
A través de la misma fundación Jean Maggi, el audaz niño terminó participando de la competencia de los 43 kilómetros, una carrera de bici que tiene lugar en el Estadio Kempes. “Ahí me agarró el Pichi Campana y Diego Brazzale, que son los directivos de la Agencia Córdoba Deportes, y me dijeron que, si quería practicar más deportes, era bienvenido en el Kempes. Entonces empecé a ir y probé escalada, natación, esgrima, atletismo, tenis de mesa, karate y básquet en silla de ruedas”, detalla Nicolás.
“Lo que más me gustó fue atletismo, natación y esgrima. Natación sigo practicando, pero me concentré en competir en atletismo. Compito en categoría sub 14 en carrera de 80 metros en silla de ruedas y lanzamiento de bala, que me gusta porque es muy distinto a lo que había practicado antes”, comenta el joven deportista.
Hasta el momento, en materia competitiva, los Galván destacan la participación de Nico en los Juegos Nacionales Evita 2022 y la reciente final provincial de los Córdoba Juega. Y cuentan como detalle anecdótico que el año pasado, ya estando en Mar del Plata para los Juegos Evita, el profe Martín Ferrer les comenta que había habido un error en la inscripción de Nico: lo habían anotado como “competitivo” aunque él iba en calidad de “participativo”.
Para el atleta, ese error le dio la oportunidad de medirse y traerse dos medallas a casa: una de oro en lanzamiento de bala y una de bronce en carrera de 80 metros. “Tenía un compañero del cole que me decía que como no tenía piernas, no iba a lograr nada. Cuando volví con las medallas de Mar del Plata, lo dejé callado”, relata Nico y adelanta que ya se prepara para participar nuevamente este año. Además, en las últimas competencias provinciales viene duplicando las marcas que lo hicieron ganador aquella vez.

Sorteando obstáculos
Más allá de los podios, para la familia Galván, el mayor premio es ver a Nico feliz y disfrutando del deporte. “Él tiene un carácter, una fortaleza y unas ganas, siempre le pone pila para seguir adelante”, afirman. Por eso lo alientan a participar, recordándole que el esfuerzo vale más que los resultados.
Para los Galván, no hay mayor deseo que apoyar el trayecto deportivo de su hijo, pero la dinámica y los recursos del hogar no siempre acompañan. Vivir en Unquillo tampoco ayuda mucho, ya que, como dice su madre, no hay espacios ni elementos en los espacios públicos para que las personas con discapacidad entrenen por su cuenta. “El Parque Integrador es el único lugar medianamente apto”, rescata María del Carmen.
Aunque tiene las puertas abiertas en todas las escuelas de deportes adaptados que funcionan en el Kempes, a sus padres les es imposible llevarlo todos los días, como demandaría un entrenamiento más focalizado. “Para que Nico se pueda desarrollar deportivamente, lo que necesitaríamos es un transporte para llevarlo al Kempes”, resume su madre. Conseguir una silla de ruedas de competición también ampliaría su horizonte.
“Cuando se puede, entreno en el Kempes, y si no, en mi casa”, resume con simplicidad Nico, y de la misma manera responde junto a sus padres cuando le preguntan sobre las dificultades que enfrenta diariamente por su condición: “Ninguna”. Con determinación y alegría, el pequeño de 12 años se prepara para seguir compitiendo, mientras disfruta cada paso del proceso.
