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Arte desatado en Sierras Chicas

En las calles, en los escenarios, en las garitas de Cabana y en cada rincón de Unquillo, Las Desatadas hacen teatro y murales comunitarios, para disfrute y reflexión de toda la sociedad. En junio, sus obras urbanas aparecieron vandalizadas con símbolos agresivos, pero hoy buscan resignificar ese hecho y reconstruirlas con el apoyo de vecinos, estudiantes y organizaciones.
  • Por Lucía Gregorczuk. periodico@elmilenio.info
  • Colaboración: Clarita Aliaga y Milagros Andreu (4to IMVA). Simona Cantos, Costanza Valdetarro y Santino Montiel (4to IENM).

Hace unos meses, Cabana despertó conmocionada: los históricos murales del Centro Vecinal y de las paradas de colectivo habían sido vandalizados con esvásticas y “balazos” de pintura roja. Entre los afectados se cuenta uno que ya tiene 12 años de historia: La Mujer Pulpo, ubicado en la garita de “el cruce”, justo donde Av. 5 de Octubre y Av. Belgrano se unen en calle Santa Rita.

Esa imagen representaba no solo el mandato de la mujer “que todo lo puede”, sino que también era la expresión de Las Desatadas, un grupo humano diverso integrado principalmente por mujeres, de cuyas reflexiones y charlas, surge el arte: obras de teatro, murales y micro presentaciones en la garita del colectivo son algunas de las expresiones más visibles de esta grupalidad.


Identidad propia

Como cuentan María Mauvesin y Carmen Mendoza, Las Desatadas se formó en 2010 en el marco de un proyecto más amplio llamado Latina Urbana, nacido en España. En ese momento, la temática que las convocó fue la violencia de género.

“Latina Urbana fue un proyecto que se trabajó en muchos lugares, desde Cabana hasta la Villa 31 en Buenos Aires, pasando también por Chile, Perú y México. Nosotras hicimos una obra de teatro que se presentó en el cine, una fotonovela y La Mujer Pulpo, un mural que nació a partir de ejercicios teatrales donde hablamos del rol de la mujer”, relata María.

Aunque Latina Urbana duró solo seis meses, las unquillenses quedaron enganchadas y continuaron funcionando bajo el nombre “Las Desatadas, teatro comunitario”. Con el apoyo de la comunidad y del Instituto Nacional del Teatro, pudieron comprar materiales y presentar numerosas obras, tales como “La vida es un bidón”, “La diosa del arroyo”, “Pachamama Pop” y “Poli Rubro”.


En un primer momento, el grupo buscó acercarse a las mujeres de Cabana para que supieran que había otras mujeres allí, en acción, “desatadas”, dispuestas a apoyarse mutuamente, escucharse y acompañarse ante distintas situaciones relacionadas con la desigualdad y la violencia de género. 

Con el tiempo, este interés se fue ampliando hacia otras cuestiones, como la problemática ambiental y los incendios. En esta transformación de los objetivos del proyecto, también encontraron una manera singular de comunicarse. “Siempre decimos que lo nuestro es arte, humor y salud comunitaria. Así, con el arte y el humor de por medio, podés reflexionar y pensar esto que nos afecta como comunidad”, explica María.

Trabajando con vecinas y vecinos del pueblo, tomaron las garitas como puntos de intervención gráfica, espacio de encuentro y escenario. “Intervenimos tres paradas en total. No es que simplemente fuimos, agarramos una pared y la pintamos. No, las arreglamos y les hicimos un buen mantenimiento”, destaca Carmen.

“El arte comunitario se apropia del espacio público, respetuosamente. Entonces como no tenemos un lugar fijo, las paradas son nuestro escenario”, señala María y agrega: “Había una que estaba hecha percha, la garita que dice Villa Cabana la arreglamos nosotras”.

Con orgullo, cuenta que la parada quedó hermosa, llena de estrellas. “Si quieren impresionar a alguien, vayan de noche e ilumínenlas un rato con el celular, van a ver que se quedan brillando porque las hicimos con pintura fosforescente. Ahí presentamos un espectáculo que se llama ‘Estréllame otra vez’, pusimos música y quedó precioso”, recuerda.


Un mural que sanar

“La garita de la Mujer Pulpo es un espacio por el que pasamos todos los días. Fue una elección muy estratégica, muy visible. Tiene doce años y se respetó mucho tiempo, hasta hace poco”, cuenta Carmen con tristeza.

En junio, cuando varios murales de la zona aparecieron pintados, un detalle que no pasó desapercibido fueron las “heridas” de pintura roja, como balazos, que herían a los personajes femeninos en puntos significativos, como el pecho o la cara.

“También es importante que de estas problemáticas veamos el lado que suma. Si alguien daña un mural de esta manera, también se están diciendo cosas. De ahí nos toca pensar y reflexionar”, señala María.

“Estuvimos juntándonos entre vecinos, vecinas, diferentes organizaciones de Cabana y el colegio, para que nuestra próxima intervención sea compartida. La idea es recuperar la garita con otras personas, agrupaciones e instituciones que también tengan ganas de hacer algo en este sentido”, añadió.

“La Mujer Pulpo fue un mural que hicimos con los chicos que iban al cole en ese momento, que obviamente ya crecieron. Por eso ahora decidimos hacer algo conjunto con estudiantes del presente, que sienten ese espacio como propio”, explicaron las desatadas.


Carmen señala que pintar es una forma de expresarse, que van a seguir trabajando murales en las garitas porque eso une y genera espacios comunitarios y de comunicación para “poder transformar esa situación, desde la perspectiva de la persona que está participando”.

Para María, esas perspectivas son posibles gracias a las singulares características de Unquillo como pueblo: “Tenemos mucha riqueza y diversidad, sabemos que podemos hacer cosas juntos, con la comunidad gauchesca, la comunidad de turistas, la comunidad de hippies o mística, los recién llegados y también los nacidos y criados”.

El diálogo está abierto, las ideas de nuevos murales van a surgir de los y las estudiantes del colegio, la gente tiene listas las brochas y las pinturas para acudir y ayudar cuando se los llame. El arte comunitario está al servicio de seguir construyendo escenarios para disfrutar y reflexionar en las callecitas de tierra de Cabana.

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