- Por Milagros Alcántaro. periodico@elmilenio.info
- Colaboración: Matilde Ferrer y Faustino Capozucca (4to IMVA). Carola Fazio, Justina Alloatti, Pedro Gatti y Santiago Esbry (4to IENM).
Hablar de “Malambo” es hablar de Néstor Daniel González, personaje multifacético oriundo de Santa Fe que, junto a su familia, eligió El Talar de Mendiolaza para construir su vida. Aunque fue invitado a El Milenio para hablar de la publicación de su primer libro, Malambo cuenta que su vida se divide en muchas actividades: hace refacciones del hogar, se dedica a la herrería, da clases de danza folklórica junto a su esposa, recita poesía gauchesca y, además, es bailarín de malambo, danza con la que se consagró bicampeón en su provincia natal y a la cual debe su apodo.
Resulta que recién llegado a Mendiolaza, participó en una peña de El Talar. Después de presentarse espontáneamente con su danza, una de las organizadoras quiso llamarlo, pero no recordaba su nombre, así que le dijo “Eh, ¡Malambo!” y, desde entonces, empezaron a llamarlo así. “Un apodo puesto más vale por virtud que por defecto”, dice González entre risas.
Aunque muchas actividades ocupen su vida cotidiana, hay una que se cuela en cada momento libre que puede encontrar: la escritura. “Me gusta escribir cuando voy viajando, porque son momentos donde no tengo más que hacer que manejar, entonces voy componiendo versos”, explica y pone como ejemplo uno de sus poemas, “Mi país está sangrando”, compuesto en un viaje en moto hacia Córdoba. “Paraba en los semáforos, me sacaba el casco, escribía en un papelito lo que iba pensando y seguía el viaje”, cuenta con naturalidad.
Así, con los años, todas las facetas de Malambo se fueron plasmando en poemas sueltos, hasta que finalmente se condensaron en su primer libro: “De donde soy”. Con la ayuda de una preventa, más el aporte del municipio local, el vecino reunió más de 200 poemas escritos entre 1987 y 2021. “Mi primer libro ya nació, creo que ahora hay que enseñarle a caminar y yo estoy aprendiendo a caminar junto con él”, afirma con alegría.

El Milenio: ¿Qué te inspira a escribir?
Néstor González: Es variado. Yo escribí el libro en décimas, que es la forma de la milonga campera, pero la temática no es puntualmente lo gauchesco. Hablo de la vida cotidiana: fiestas, familia, hay escritos de algunos cumpleaños de 15, de mis hijas, del Día de la Madre y del Padre, en definitiva, cosas que me sensibilizan en el momento. Una vez, por ejemplo, estaba tomando mate afuera, tempranito, mirando las flores, con los pájaros como único sonido, y eso me llevó a escribir.
Un evento reciente que me movilizó fue la inundación de 2015 y una de las poesías que más me marcó se llama “15/2/15”. Otro momento que me inspiró mucho fue en 2002, cuando muchos chicos se fueron del país después de la crisis del 2001. Miraba en el noticiero la partida desde Ezeiza de un montón de jóvenes, con muchos sueños y familias que quedaban atrás, porque se iban casi huyendo, y de ese momento surgió “Mi país está sangrando”.
EM: ¿Qué fue lo más complejo al momento de escribir y publicar este libro?
NG: El momento de escribir se fue dando. Lo más complejo fue tomar la decisión de publicar, porque le di muchas vueltas. “Ya lo voy a hacer”, decía siempre. Cuando conocí a Araceli Maldonado, mi editora, simplemente me dijo “Malambo, algo vamos a hacer con eso”.
Yo llevaba 30 años escribiendo y tenía todo en una carpeta. Había poemas que estaban en cinco hojas distintas, entre borradores, correcciones y versiones definitivas. Otros que había escrito en un ticket, una factura o una servilleta. En definitiva, mucho material y bastante desordenado.
Justo coincidió que me habían regalado un dinero para que me comprara algo y pensé “¿Por qué no me regalo el comienzo del libro”? Así que lo más difícil fue todo ese tiempo que estuve postergando la decisión. Una vez que me tiré a la pileta era nadar o ahogarse, y cuando uno entra al baile, ya le empieza a dar gusto bailar.

EM: ¿Cómo surgió el poema que da nombre al libro?
NG: Surge después de haber participado en el festival de Laborde. Era la primera vez que iba a recitar representando a Córdoba y recuerdo que el locutor de la delegación me dice que el poema que había elegido no servía, porque era de un autor uruguayo, y las bases decían que tenía que ser un autor argentino.
Entonces lo cambié por “Maestra de campo”, de Luis Landriscina. Al jurado no le gustó y me volví con las manos vacías, pero me quedé pensando qué hermosa ensalada, porque las bases del certamen decían que el recitado tenía que estar relacionado al lugar que uno representaba y yo presenté un poema de un autor chaqueño, representando a Córdoba y siendo oriundo de Santa Fe.
Entonces mientras volvía en el colectivo empecé a tirar los primeros versos de “De donde soy”, pensando en cuántas cosas inútiles nos separan, desde la diferencia de un barrio hasta ir a colegios distintos.
Cuando hubo que buscarle un nombre al libro, sentí que ese era el poema que cerraba un poco la idea, el sentimiento. Sin conocer todo el país, busqué en esas palabras representar lo que podía ser referente de las diferentes regiones y lo cierto es que me siento un poco de cada una de ellas, porque me siento argentino.
EM: ¿Cuál es tu próximo desafío?
NG: Creo que ahora mi sueño es llegar a vivir de esto. Dedicarle mi vida, mi tiempo completo y no solo los momentos que puedo. También me gustaría ponerles música a mis escritos. De hecho, Carlos Allievi musicalizó dos de mis temas y Ariel “Chaco” Andrada le ha puesto voz a una chacarera mía también.
Creo que es ahí a donde quiero llegar, pero como la mayoría de mis metas, no es algo que tenga una fecha estricta. Aprendí a disfrutar el camino y no solo cuando llego a destino. Así que, a futuro, es algo que me gustaría y me veo haciéndolo. ¿Cuándo? No lo sé. Capaz ya esté arrugado entero.
