- Por Lucía Gregorczuk. periodico@elmilenio.info
- Colaboración: Candelaria Staricco y Josefina Ryser (4to IMVA). Delfina Dehaine y Pilar Tello (4to IENM).
“Cualquiera puede ser cuentacuentos”, dice Nicolás Sirito con complicidad. “Todos somos narradores, porque tenemos la palabra y la capacidad humana de contar una historia de algo que nos pasó o sencillamente lo que hacemos a diario”, amplía para ilustrar a qué se refiere.
Actor y narrador, “Nico”, como todos lo llaman, vive actualmente en Cabana (Unquillo), donde se estableció junto a su compañera, Soledad Leiguarda, su hijo y su hija. Antes de llegar a estas tierras serranas, pasó por la Comedia Cordobesa y, durante ocho años, vivió y viajó por España junto a Soledad, haciendo teatro con éxito y mucho disfrute.
Siguiendo con su reflexión, Nico señala que, si bien todas las personas pueden narrar, para quienes tienen esa “inquietud o llamada” de hacerlo más profesionalmente y dirigiéndose a un público, “se recomienda indagar un poco y conocer primero la propia voz, las capacidades de cada uno”, para luego “adentrarse en las distintas técnicas que hay para narrar”.
“Esto no quiere decir que todos tenemos que narrar de la misma manera: cada uno tiene que tratar de encontrar su propia impronta y ponérsela a cada cuento, que puede cambiar justamente y tener diferentes versiones, según cada narrador o narradora”, comenta Nico y adelanta que su marca personal viene directamente del teatro y sus técnicas.
Así, capacitarse y trabajar la voz permiten al buen narrador conocer las infinitas posibilidades de los tonos y las fronteras de su propia expresividad. Por fortuna, existen diversos espacios que pueden ayudar a conducir esa búsqueda. “En un taller uno va descubriéndose y descubriendo todas estas cosas que son súper importantes a la hora de contar un cuento”, avala Nico.

Del teatro al cuento
Aunque pareciera que nació con una historia en los labios, la narración no fue la carrera original de Sirito, sino más bien “algo que se dio”. La aventura comenzó en España hace diez años, junto a su pareja. Estaban haciendo espectáculos de teatro y les pedían obras nuevas, pero como armarlas requería un tiempo que no tenían, Nico empezó a relatar algunas historias y a los españoles les encantó.
De alguna manera, la idea ya había sido plantada como una semilla por la pionera de la narración oral en Córdoba y escritora de cuentos infantiles, Toity Leiguarda, abuela de los hijos de Nico. “Ella me empezó a insistir con esto de contar cuentos, pero yo sentía que era un género menor, para mí el teatro era todo”, confiesa.
Esa semilla dio frutos ante la necesidad de mantener la fuente de trabajo, pero contar historias fue algo que rápidamente lo enamoró. Quizás sumaba una silla en el escenario, para tener un poco de mobiliario teatral, o trabajaba con mucha actuación física y grandes expresiones faciales, para llamar la atención de los niños y niñas: el teatro se colaba entre los cuentos y eso le dio “su impronta”.
Al momento de arrancar, decidió trabajar con tres historias principales: La Ovejita que vino a cenar, El Hombre de Agua y Nariz de Oro. “Con esos tres cuentos armé el primer espectáculo en Madrid que se llamaba ‘Los Cuentos de Nico’. Hasta el día de hoy lo sigo haciendo, pero renovando los relatos, siempre para todo público”, explica a El Milenio.
Cuando volvió a Argentina y se instaló de nuevo en Córdoba, volvió a pensar su repertorio de historias, ya que se traía desde España la experiencia de muchos cuentos interpretados y aprobados por una gran cantidad de público infantil.


Nico virtual
Para conectar con un público masivo, Nico comparte sus cuentos por YouTube, una idea que, en su caso, surgió mucho antes de la pandemia. Empezó con una serie web que mandó a un festival con unos amigos y en ese encuentro ya se hablaba de las redes sociales y plataformas virtuales como un medio de difusión.
Durante el rodaje de ese proyecto, Nico conoció a Juan Piace, con quien trabó una fructífera amistad. “Es actor, músico, productor, joven, entusiasta, buena persona y, en definitiva, un crack. Él fue quien me vio narrar y me dio la idea de hacer algo en YouTube. La primera temporada, que fueron siete u ocho cuentos, la hicimos juntos”, recuerda. “Yo lo único que hice fue narrar. Juan se encargó de grabar, editar, poner la música original, los sonidos, todo. Y después, se fue a vivir a Londres”, cuenta Nico, riendo con su propio remate.
Aunque se quedó sin su compañero de aventuras, decidió que el proyecto online era algo que quería sostener, porque tenía muy buena respuesta del público. Así que, sin mucha experiencia técnica, se animó a filmar. “Ponía la cámara y salía re mal, todo borroso, hasta que le fui encontrando la vuelta. Si bien ahora no hago lo mismo que hacíamos con Juan, llegué a un punto en el que me gusta la calidad que tienen los cuentos, el sonido, la imagen”, comenta con orgullo.

Así surgió el canal de YouTube Los cuentos de Nico, que tiene visitas de toda Argentina, España, México, Chile y otros lugares de Latinoamérica. Sus seguidores no se andan con vueltas: se conocen todos los cuentos y, cuando notan que no sube contenido durante un tiempo, empiezan a demandarlo. Los niños y niñas saben lo que quieren.
“Me escriben mamás y papás de otras partes del mundo y me dicen ‘Mi nene se duerme escuchándote y ya se sabe todos los cuentos’ y me preguntan cuándo voy a subir alguno nuevo”, cuenta Nico riendo, consciente de que tiene un público exigente.
Aunque afirma que hay magia en la presencialidad, también admite que la virtualidad le ha ayudado a crear otros vínculos directos. “Ahora que empecé a hacer funciones en teatros, varias familias que me conocían a través del canal de YouTube, vinieron a verme en vivo, antes no me pasaba eso. Y son increíbles las caritas de los niños y niñas cuando me ven en persona, ahí la magia es doble”, cuenta Nico con una sonrisa.

