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Palabras para movilizar

Docente, escritora y correctora, Felicitas Aguiar Cau siempre coqueteó con la idea de trasladar sus experiencias, sentimientos y reflexiones a un libro. La pandemia y un inesperado tiempo de reclusión en Salsipuedes fueron la excusa perfecta para darle forma a su ópera prima: “Permitido desear”, un poemario que invita a viajar y a conectar con uno mismo a través de las palabras de su autora.

Colaboración: Facundo Ruiz, Martina Carranza y Mariano Lencina (4to IMVA). Misael Vaca e Ignacio Romero (4to IENM).


Felicitas Aguiar Cau es una joven docente y correctora literaria que desde muy pequeña supo que su vida estaría dedicada al arte de la palabra. Si bien durante su paso por la universidad ya había jugado con la idea de escribir un libro, un inesperado tiempo de refugio en Salsipuedes, producto de la cuarentena estricta del año pasado, le permitió dedicarse de lleno a esta pasión.

Así, a mediados de este año pudo concretar la publicación de “Permitido desear”, un libro de poemas inspirado en sus propias emociones y experiencias de vida. “Busqué en la poesía una forma de expresarme y disfrutar mi tiempo en la universidad”, explica la autora a El Milenio, aunque matiza: “Los poemas pueden movilizar a las personas. Es mi anhelo que los lectores puedan leer pensando en sus propias vivencias y no en las mías”.

Aunque lógicamente el contenido de la obra tiene una raíz individual, para Felicitas el poemario fue el resultado de un gran trabajo colectivo. Por eso, hoy agradece a los amigos y familiares que la ayudaron a recorrer el largo camino de la autopublicación, aunque no reniega de la idea de trabajar algún día con una editorial.

El Milenio: ¿Cómo comenzaste tu carrera y qué te llevó a inclinarte por la poesía?

Felicitas Aguiar: Empecé a escribir desde muy chiquita, pero fue recién al terminar el secundario que supe que lo mío era la literatura. Había arrancado la carrera de Licenciatura en Comunicación, pero algo en mi interior me decía que ese no era mi lugar y que debía “mudarme” a la Facultad de Letras. 

Considero que ese momento fue clave para que me conectara definitivamente con el mundo de la poesía y los libros. En esos años, si bien solía escribir relatos breves de ficción, eran más como un hobby, porque le dedicaba la mayor parte de mi tiempo a la corrección literaria. Creo que la poesía me permitió disfrutar y encontrarme conmigo misma durante mis años universitarios.

EM: Dijiste que usás la poesía como forma de expresión, ¿pensaste que podrías ganarte la vida escribiendo poemas? 

FA: No, pero tampoco me imaginaba ser docente ni hacer trabajos de corrección. Con el tiempo aprendí a separar y disfrutar ambos mundos, la vida me fue guiando para que pueda separar mi trabajo de docente de mi rol como escritora.

Amo ser docente, amo enseñar y aprender con mis estudiantes, a la vez que amo vincularme más personalmente con la poesía. Para mí, la escritura es un espacio de disfrute, de encuentro con otras personas. No considero que se necesite un rédito económico para escribir poesía.

“Creo que la poesía me permitió disfrutar y encontrarme conmigo misma durante mis años universitarios, pero mi anhelo es que los lectores puedan leer pensando en sus propias vivencias y no en las mías”

Felicitas Aguiar Cau

EM: ¿Qué es lo que cada día te hace volver a elegir estas profesiones, la docencia y la escritura?

FA: En el caso de la docencia, mis estudiantes. Creo que no podría dar otra respuesta. Son ellos quienes hacen que uno se levante todos los días, que le ponga ganas, que continúe, porque además de lo que vivo dentro del aula, también aprendo mucho, los llevo al mundo de la poesía y juntos encontramos siempre cosas nuevas.

Como escritora, creo que la literatura tiene la capacidad de salvar vidas, sobre todo en estos tiempos de pandemia. Es una manera de salir a flote y de seguir más allá de todas las dificultades que estamos viviendo. 

Me gusta pensar que las personas que leen mis poemas puedan distraerse un rato y poner su mente en otras cosas que no estén relacionadas con el coronavirus. Creo que mucha gente sufrió demasiado y me parece que la literatura se convirtió en una forma de salir adelante, de expresarse y encontrarse con los demás.

EM: ¿Cómo describirías “Permitido desear”, el libro que acabás de publicar?

FA: En forma breve, diría que habla sobre una búsqueda personal por encontrar el propio deseo, es decir qué cosas me gustan y hacia dónde quiero ir. En mi caso, el deseo fue múltiple: ser docente, pero a la vez escritora, correctora y estudiante universitaria. Es decir que mi deseo pasa por muchos lugares y me parece valioso reconocerlo. 

Lo que muestra el libro es un poco ese impulso de buscar cosas que me gustan en distintos lugares y el encuentro con muchas personas que van apareciendo a lo largo del viaje. Diría que el libro es una invitación a viajar, a preguntarse por el propio deseo y a conocer un poco más los sitios por los que transitamos a diario.

EM: ¿Cómo influyó vivir en Sierras Chicas en la creación de esta obra?

FA: Muchísimo. Me fui a vivir allá en medio de la pandemia. Teníamos una casa de verano en Salsipuedes y cuando vino la parte más dura de la cuarentena, tomé la decisión de instalarme ahí. Estábamos bastantes aislados, literalmente, y vivíamos en completa paz y tranquilidad. Además, estar en Sierras Chicas me permitió familiarizarme y vincularme mucho con la naturaleza y eso es algo que trato de reflejar en mis poemas también. 

Todos los fines de semana paseaba por las ferias de Río Ceballos, donde pude conocer a Florencia Ordoñez y su editorial Malasaña. Ella había publicado su libro “Diario de nada” de manera independiente y súper a pulmón. Puedo decir que su trabajo fue un poco una inspiración para que me animara a entrar en el mundo de las publicaciones independientes.

EM: ¿Cuáles dirías que son tus fuentes de inspiración?

FA: Los primeros poemas que hice, los escribí mientras iba a la facultad en colectivo. En ese momento tenía que tomar cuatro por día, así que pasaba mucho tiempo en el bondi (risas). Ahí empecé a escribir en las notas del celular. 

La poesía puede adaptarse a un formato muy breve y fácil de redactar, por lo que me permitió registrar todo lo que iba observando durante esos viajes. Desde una señora que casi tiene un bebé, hasta la vez que chocó el colectivo, también iba anotando las sensaciones y sentimientos que pasaban por mi mente. Todo eso terminó ayudando a dar forma a mis poemas.