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Volver a jugar

Para el profesor de Educación Física Sebastián Bolbochán, los deportes alternativos son una pasión y un estilo de vida. Desde su experiencia enseñando y difundiendo estas disciplinas novedosas y creativas, plantea un retorno a la diversión y la inclusión como elementos clave para un verdadero desarrollo deportivo en todos los niveles.

Colaboración: Florencia Gotta Corral y Ezequiel Gallego Vega (4to IENM). Trinidad Belloni y León Martínez Dalke (4to IMVA).

Cuando hablamos de fútbol, hablamos del deporte más popular por excelencia. Cuando hablamos de handball, rugby, básquet o vóley, nos referimos a deportes de equipo con un alcance más o menos notorio en distintas zonas del país, muchas veces definido por tradiciones sociales o factores socioeconómicos.

La popularidad y el impacto de los deportes en cada territorio proviene tanto de largas historias, como de momentos puntuales. El rugby no tendría una de sus plazas más importantes en la capital cordobesa sin la llegada de los ingleses y el ferrocarril; el golf no estaría tan vinculado a Villa Allende si no fuera por la creación del Córdoba Golf Club.

Todos estos deportes, en mayor o menor medida, responden a tradiciones prefijadas. Sus reglas tienen diferencias, pero comparten ciertas estructuras, una lógica común.  Sebastián Bolbochán los define como deportes hegemónicos. 

El profesor de Educación Física es un apasionado de las disciplinas novedosas que se adaptan a sus jugadores. Su trabajo se plantea una pregunta muchas veces ignorada en (y desde) el deporte institucionalizado: ¿hay lugar para todos y todas? 

“En los lugares donde hay un deporte hegemónico (como el fútbol, por ejemplo), lo que suele suceder es que las personas lo practican desde pequeñas y cuando llegan al club, lo hacen ya sabiendo jugar. Ahora, ¿qué ocurre cuando llega alguien nuevo y no sabe jugar o no juega a un determinado nivel? Queda afuera automáticamente, no tiene chances”, reflexiona Bolbochán.

Bolbochán forma parte de la Comisión de Deportes Alternativos de Argentina (CODASPORTS) y de la Agencia Córdoba Deportes. Foto gentileza Agencia Cba. Deportes.

En los deportes alternativos (título que en Argentina engloba a más de 400 disciplinas no tradicionales), todos los jugadores arrancan desde un punto de partida similar. De esta manera, se da algo muy simple, pero al mismo tiempo poco frecuente: la curiosidad se vuelve el motor del juego y un punto de encuentro fuerte, genuino y lúdico. “Cuando todo el mundo arranca desde cero, se genera un ambiente muy experimental y se practican nuevas variantes motrices”, explica el entrenador.

Desde su versatilidad y diversidad, estos juegos y disciplinas se convierten en el espacio ideal para el encuentro intergeneracional, como así también para la inclusión de personas con discapacidad. Aunque muchas propuestas son puramente recreativas, otras alcanzan altos niveles de competición, como el bádminton, un deporte alternativo olímpico.

Bádminton, crossminton, microfutsal, dodgeball y jugger (foto) son algunas de las disciplinas más conocidas entre los deportes alternativos. Foto gentileza Jugger Argentina

Vecino de Agua de Oro, Bolbochán recorre Sierras Chicas y Córdoba Capital con la bandera de estas disciplinas tan desconocidas como interesantes, difundiéndolas principalmente a través del espacio educativo que encabeza en el marco de la Agencia Córdoba Deportes.

El Milenio: ¿Cómo llegaste a los deportes alternativos y por qué los elegiste como herramienta en tu rol de formador?

Sebastián Bolbochán: Un poco tuvo que ver con Ricardo Acuña, un referente tremendo del deporte alternativo en Latinoamérica. Es argentino, incluso vivió en Córdoba un tiempo. Cuando yo estudiaba Educación Física, allá por los 90, apareció este loco mostrando cosas raras. Yo no entendía nada, porque me habían preparado para otras estructuras, que eran las de unos diez o quince deportes hegemónicos y ahí se acababa la historia. Pero cuando vi a este tipo, comencé a replantearme muchas cosas. 

Me pregunté con qué estaba colaborando y me di cuenta que había que abrir espacios para chicos y chicas que no estaban encajando en los deportes tradicionales. Pensé que había que ayudar a buscar una vuelta de tuerca y cambié mi enfoque. Nunca más agarré un equipo de un deporte hegemónico. Y no es que me haya dejado de encantar el fútbol, pero me divierto más jugando al dodgeball (quemado) o al jugger.

EM: ¿Cómo se diferencian los llamados deportes alternativos de las disciplinas hegemónicas?

SB: El deporte hegemónico es el que practicamos siempre, el que heredamos, aquel cuyos elementos se pueden comprar en cualquier lugar. El deporte alternativo no tiene nada que ver con la industria ni el marketing, no les da dinero a las grandes empresas, por lo tanto, una primera diferencia es que sus elementos no se fabrican de manera masiva.

Además, en los deportes alternativos se pueden generar nuevas reglas. Eso requiere acuerdos, que incluso pueden llevarnos clases enteras en mi caso. El desafío está en construir conjuntamente. Creo que el deporte alternativo busca la alternancia, no viene a reemplazar a lo hegemónico, sino a diversificar, para equiparar las oportunidades y que todo el mundo pueda hacer deporte y sentirse parte.

Luego, obviamente, hay personas que se destacan, porque tienen capacidades atléticas tremendas, habilidades naturales o empeño para trabajar más duro que otros, pero de base, en el deporte alternativo todos arrancamos desde un lugar mucho más parejo. 

EM: ¿Cómo se traslada a la práctica esto de la construcción de nuevas reglas y alternativas para jugar?

SB: Hay distintos ejemplos. Uno muy interesante es el de un deporte llamado ultimate frisbee, que tiene la particularidad de ser autoarbitrado. Es decir, cuando alguien marca una falta, se retiran las dos personas involucradas en la situación, quien la ejecuta y quien la recibe. Ahí tienen un minuto para debatir qué pasó y definen si hubo realmente falta o no. 

Otro caso podría ser el del Kin-Ball, un deporte que se juega con una pelota gigante y cuatro personas en cada equipo. Desde las federaciones internacionales se estimula a que se practique en formato mixto, con la participación de todos los géneros.

EM: ¿Se puede integrar a las personas con discapacidad desde el deporte alternativo?

SB: Sí, de hecho, yo trabajo en el Estadio Mario Alberto Kempes y estoy metido en el equipo orientado a discapacidad. Desde mi experiencia personal, siempre estoy pensando cómo podría adaptar lo que hago a las personas con distintas discapacidades. 

Eso, más allá de la formación, requiere ejercitar esto de “ponerse en los zapatos del otro”. Tratar de jugar en serio con las dos piernas metidas entre cartones, con una mano atada atrás, con una venda en los ojos y elementos con sonidos, o sentado en una silla. Esa es la mejor forma de pensar qué haríamos para adaptar un deporte. Y en el deporte alternativo además podemos ajustar el lugar, el espacio de acción para una determinada persona que va a jugar dentro de ese equipo.

“Lo que más me gusta de los deportes alternativos es que uno juega para divertirse”, sostiene el docente. Foto gentileza Agencia Cba. Deportes.

EM: En Sierras Chicas, ¿qué tan difundidos se encuentran estos deportes?

SB: En nuestra región todavía no están muy extendidos. A mí me tocó brindar capacitaciones para introducir el deporte alternativo y sólo encontré tres profesores que venían desarrollándolo, sobre 160 que somos en el corredor. 

Tampoco están presentes en muchas escuelas, porque lo que se da tradicionalmente (fútbol, handball, vóley) es más fácil. Yo también estuve en ese lugar, enseñando esos deportes, hasta que en un punto pensé que era necesario abrir el abanico, darles a los alumnos algo que les permita un desarrollo motriz y mental distinto, que lleguen a la clase preguntándose qué les va a tocar hacer ese día. 

EM: ¿Qué es lo que motiva y te atrapa de los deportes alternativos?

SB: Lo que más me gusta es que uno juega para divertirse, porque no tiene todavía la idea instaurada de ganar. Se juega por el valor tan simple e importante de lo lúdico. En el deporte alternativo también dejamos todo en la cancha y vamos a fondo, pero sobre todo nos divertimos, nos reímos, jugamos con el error, nos equivocamos y es una gran manera de aprender.

La gente cuando se vuelve adulta pierde un poco esa capacidad de reírse de uno mismo y del error. Cuando doy cursos de deporte alternativo, filmo a los profes porque no pueden creer todo lo que se ríen practicando. 

En definitiva, se trata de animarse. Es como jugar a la mancha o a las escondidas, pero de grande. Si no es para disfrutar, no tiene sentido jugar. Ese es uno de los grandes aprendizajes. Es una especie de ejercicio vital: en lo cotidiano me la paso equivocándome, y el deporte también tiene que dejar espacio para eso, porque es parte de la vida.