Nicolás Arselán es un joven cineasta de Unquillo que se ha desarrollado en diferentes emprendimientos como director, productor y fotógrafo. Su versatilidad le permite preferir lo tétrico y oscuro pero pasar por lo pop y brillante, ya sea en videoclips, series o largometrajes. Para él, la creatividad está en todos lados por lo que no se impone límites.
Por Redacción El milenio periodico@elmilenio.info
Colaboración: Martina Maldonado y Catalina Torresan de 4° del IMVA y Mariano Fleiderman y Malena Pedrón 4° del IENM
El Milenio: ¿Qué te llevó a incursionar por el arte audiovisual?
Nicolás Arselán: Desde chico empecé con la fotografía. Me acuerdo que mi primera cámara me la regalaron a los cinco años, era una descartable. Así como teníamos muchos instrumentos musicales, pero me fui inclinando para la imagen y el sonido. Sobre todo por mi fascinación por las películas, fundamentalmente por la década del 80 y 90, cuando además concurría asiduamente al cine de Unquillo.
Lo que me atrapó desde temprana edad era que para mí era cómo hacer magia. No importa si son dos minutos o dos horas. Se logra crear y hacer que la gente salga de lo cotidiano.
Me considero artista, porque artista es todo aquel que crea algo, que al público le guste lo que haces es otra cosa.
“Artista es todo aquel que crea algo”
Soy un creador, primero fue con la música (hace tres años deje mi banda), luego arte, después animación (con la que empecé desde muy chico), modelados, fotografía y ahora puramente audiovisual.
Pero combino todo lo que alguna vez hice, de hecho, mi afecto por la música influye en mis trabajos audiovisuales. El 60% de lo audiovisual es audio, si lo visual está muy bueno, pero la banda sonora es mala, se te prende fuego la película.
EM: ¿Qué te indicó que estabas haciendo lo correcto?
NA: Esa fascinación por los efectos especiales, ver cómo se crea. No fue fácil porque todos en mi familia han hecho carreras más tradicionales, no había nadie que estuviera marcado por lo audiovisual. Por eso cuando anuncié lo que quería estudiar, se opusieron.
Como estudié en las Mercedes de Unquillo, donde tenemos audiovisual desde cuarto año, además de radio y tele, era como que ya estaba encaminado.
Estuve en la Universidad Nacional un par de años pero tuve que dejar por la cantidad de paros que hubo, allá por el 2005. Entonces me pasé a La Metro, que a su vez no era como el cine tradicional, sino más ficcional, donde podíamos hacer cualquier cosa. No tan documental, sino más bizarro.
De todos modos, antes de terminar la carrera, ya sabía lo que iba a hacer, entonces iba buscando herramientas que me ayudaran a lograrlo.
EM: ¿Cómo describirías tu trabajo?
NA: Primeramente, he pasado por diferentes funciones en trabajos en mi productora y con otras, como director, productor y haciendo dirección de fotografía. Antes formaba parte de una compañía donde producíamos videoclips para músicos y desarrollos visuales.
Además, antes de estudiar en la facultad ya me habían llamado de grandes productoras y de la televisión. He pasado por los tres canales de Córdoba, comencé como camarógrafo y terminé siendo director de cámara.
Ahora soy “free lance”, trabajando para diferentes productoras. Hago trabajos por encargo y hay bastantes empresas que te buscan para producir contenidos propios para venderlos o mostrarlos.
Lo más placentero de mi trabajo es el primer día, cuando llegas a la locación y hay armar todo. El saber que está sucediendo algo ahí, me resulta muy adrenalínico. Aunque sean producciones de muchas jornadas, disfruto desde el primer día hasta el último, porque para mí o es un trabajo. Lo más engorroso es buscar el equipo humano, quienes sean compatibles. Más allá de que tengas ideales, mentalidades y estilos de trabajo diferentes, el ser compatibles es algo que suma. Si falla uno, fallan todos.
EM: ¿Influyó en tu carrera ser de Sierras Chicas?
NA: En realidad no, yo lo veo como “un escape”, es mi tranquilidad absoluta. Intenté vivir en Córdoba, pero me volví.
También he usado varias veces la región como escenario, por ejemplo, la casona de Unquillo fue un buen set de filmación para muchas producciones y los caminos fueron grandes contextos para muchas más.
Hace unos años realicé con un amigo un corto de zombis en Unquillo para el que prácticamente cerramos la doble avenida. Tuvimos que presentar papeles para que nos lo permitieran. Incluso, teníamos extras de aquí de Sierras Chicas, fue todo un desafío que se filmó en el centro de Unquillo, La Calera y Salsipuedes.
Para mí hay creatividad en todos lados, no soy de los que quieren hacer escala en Buenos Aires, pero he trabajado allí. Me gustaría llegar a recorrer el mundo con esta profesión, que lo permite y termina siendo más un juego que un trabajo. Voy a seguir haciendo lo que hago pero a niveles más grandes, por lo que no descarto la idea de probarme en otros lugares, de irme, pero no permanentemente.