Por Gaspar Mengarelli y Nicolás Dacunte. 4° “B”, IENM.
El dulce de leche es para algunos un postre y para otros una especie de mermelada de color marrón, hecho de azúcar y leche. Se utiliza mucho en la repostería, como relleno o cobertura de tortas.
Muchos países de América Latina defienden que ellos inventaron el dulce de leche. En el caso de los argentinos, hasta tienen fecha de nacimiento: 24 de junio de 1829. Pero eso sería solo una leyenda. “En 1814 ya había cartas pidiendo partidas de dulce de leche desde Buenos Aires a Córdoba, y en un banquete en 1817 el general Lavalle y su ejército fueron agasajados con dulce de leche”, describen muchos historiadores.

También existe otra historia similar en Europa. En 1804, el cocinero de Napoleón Bonaparte estaba calentando leche con azúcar y se le pasó de cocción. Y así se inventó el dulce de leche en Francia.
Pese a que varios países de la región se disputan su autoría, el origen del popular dulce tendría varios siglos.

“Originalmente el dulce de leche se comía y se preparaba en Indonesia y de allí fue llevado a las Islas Filipinas, alrededor del siglo VI”, relató el escritor e historiador argentino Daniel Balmaceda. En ese entonces, las Islas Filipinas estaban bajo la corona española, por lo que los navegantes filipinos exportaron el ‘manjar’ a América, sobre todo a la zona de Acapulco, México. “Y desde allí, el dulce de leche comenzó a multiplicarse por todo el continente, cada uno produciendo su propia versión”.
Desde 1995, cada 11 de octubre se celebra el “Día Mundial del Dulce de Leche”, para rendir tributo al manjar que fue reconocido como “Patrimonio Cultural Alimentario y Gastronómico de la Argentina”, según la agencia Télam. En respuesta a esa declaración, Uruguay solicitó ante la UNESCO que, en cambio, se lo declare patrimonio gastronómico de la región del Río de la Plata.