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Carta abierta a Unquillo

"En estos tiempos agitados la indiferencia no tiene lugar". Así comienza la carta de María Elizabeth Bustamante, docente y vecina de Unquillo. Una reflexión dirigida a todo el pueblo de la ciudad serrana en medio de un conflicto que ya lleva más de veinte días preocupando a la región.

«En estos tiempos agitados la indiferencia no tiene lugar». Así comienza la carta  de María Elizabeth Bustamante, docente y vecina de Unquillo. Una reflexión dirigida a todo el pueblo de la ciudad serrana en medio de un conflicto que ya lleva más de veinte días preocupando a la región. 

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Por Redacción El milenio | periodico@elmilenio.info  

En estos tiempos agitados la indiferencia no tiene lugar. Para algunos, los conflictos que transita la comunidad atraviesan sus vidas de manera directa, dolorosa o le plantean literalmente la posibilidad de subsistencia. No hay lugar para la indiferencia. Porque la vida social es una trama compleja y por múltiples y más o menos visibles fibras, nos conectan a unos y a otros, y la vida, caprichosamente, nos puede poner en un extremo u otro de esa fibra.

En estos contextos, algunas historias, algunas palabras me llegan de manera especial, sobre todo aquellas que tienen que ver con modos de pensar o de actuar de las instituciones y de las personas para volver a apostar y a aportar a la paz, a la construcción en democracia, respetando la pluralidad de pensamiento, de valores, en el interjuego necesario entre lo representativo y lo participativo. Desde este lugar de pensamiento, mi primera acción es esta carta  que quiero abrir a mi pueblo, entendiendo la necesidad de que la palabra circule como un modo de participación.

Sé que Unquillo es formalmente Ciudad, pero hoy y por todas las acepciones que podamos dar a la palabra, siento la necesidad de referirme a Unquillo en su condición de pueblo, mi pueblo. Llegué hace muchos años ya y con él crecí como persona, me desarrollé como ciudadana y es el lugar donde ejerzo desde siempre mi vocación de docente. En todo este tiempo lo he visto crecer  a veces de la mano de un dirigente, a veces de la mano de otros.

Como ciudadana tengo algunas convicciones que son pocas pero no menores. Al pueblo lo hizo crecer la gente, al pueblo lo hace la gente y de eso no podemos olvidarnos, ni el ciudadano común, ni aquellos responsables que, por opción personal y elección popular, llegan a ser la cabeza de una gestión.

Pero hoy más que nunca creo que no es posible gestionar sin la gente y sin capitalizar lo aprendido de los proyectos que lograron mayor inclusión. Hasta donde sé también, y hablando de convicciones, creo que la inclusión es, para todas las banderas políticas locales, nacionales e internacionales, un principio común, que seguramente tendrá sus matices ideológicos y de prácticas, pero no es un punto en común menor. También sé que el respeto, la consideración por los recorridos previos, lejos de ser una práctica  consolidada es aún un desafío, algo por construir, más aún, algo resistido. Creo en este desafío como algo necesario y posible, que hace al crecimiento de la vida en democracia.

Además de estas convicciones,  también sé de mis desconocimientos, de mis incertidumbres y de mis limitaciones como simple ciudadana: no tengo los elementos necesarios para comprender cuál es  la verdadera realidad financiera y económica o los pormenores de las contiendas partidarias -si es que éstas fueran otro de los componentes- que han llevado en tan pocas semanas a Unquillo a esta situación de alta conflictividad y malestar social.

No llego tampoco a comprender la razón de algunos métodos o maneras de comunicar el estado de la crisis institucional, estructural, económica en que se encuentra el Municipio, particularmente sobre las decisiones que iban a tomarse con los empleados,  considerando que llevamos décadas tratando de crecer en un modelo democrático que tiene como fin el gobierno para todos y cada uno de sus ciudadanos y que tiene como metodología fundante el diálogo y la participación.

Seguramente los puntos que ese diálogo debe atravesar son críticos: trabajo, derechos, reconocimiento de trayectorias y proyectos que tuvieron impacto para la inclusión social, cultural, de salud, considerando la medida en que propiciaron condiciones más dignas e igualitarias a ciudadanos de diferentes sectores populares. Desconozco cómo se hizo y con quienes esa evaluación de impacto, desconozco las tramas que hacen posible que una plataforma política pre electoral pueda concretarse sin devastar lo que se pudo venir haciendo bien de la mano de proyectos precedentes, desconozco… pero sigo esperando diálogo. Y ahora además de mis convicciones e incertidumbres, quiero dar un espacio a lo que espero.

Quiero pensar que en este, mi  pueblo, es posible considerar que detrás de cada decisión está la gente y que todos somos gente: el que dirige, el que organiza, el que crea, ejecuta y actúa las diferentes líneas de trabajo social en la comunidad toda, el que presta los diferentes servicios, el que trabaja aquí en su pueblo y el que vuelve de la ciudad a él, el que no tiene trabajo, el que lo perdió, el que sigue mirando con temor al río y esperando las medidas para sentirse más seguro, los niños, adolescentes y jóvenes que reciben o necesitan cada una de estas fuerzas disponibles en la comunidad para desarrollarse plenamente: trabajo, salud, cultura, educación, servicios básicos… las múltiples instituciones que formamos parte del hacer comunitario, todos, absolutamente todos somos parte de este querido pueblo y tenemos que responsabilizarnos por él, cada cual en su órbita y desde el lugar que ocupa pero siempre trabajando con el otro y en el marco de una política de derechos.

Sé que esta es una semana clave, y espero de corazón que la mediación en el conflicto por las cuestiones laborales que tal vez sea solo la punta del iceberg  permita llegar al menos al reconocimiento de aspectos sobre los que se puede seguir trabajando, los puntos en común tan necesarios para avisorar alguna solución, para  que no se profundicen más aún las heridas que han venido produciéndose a lo largo de estas semanas, tan dolorosas para la historia de este pueblo.

Sin diálogo y respeto mutuo será muy difícil poder ponernos de pie nuevamente y recuperar la proyección como comunidad que nos merecemos.

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