Rosarino de nacimiento, pero unquillense por adopción, Cabrera dejó de existir el pasado jueves 28 de mayo.
Cabrera se consideró un artista autodidacta, que no fue influido en la escultura. “Lo mío fue innato, soy un gran observador; miro manos, pies, cuerpos y busco la armonía en ellos”, afirmó en una ocasión. Según el creativo, se formó a la par de los artistas Raúl Díaz y Claudio Gómez, quienes los ayudaron a explorar los materiales y herramientas, y lo guiaron en su proceso de iniciación.
Para Cabrera el arte era la manifestación de cierta sensibilidad en algunos momentos más expuesta que en otro. “La ejecución también, porque uno puede tener esa sensibilidad en la apreciación de obras de arte y no necesariamente ejecutarlo. En fin, para apreciar el arte hay que tener sensibilidad y no todo la tienen”, explicaba el escultor antes de morir.
“Suelen comparar mis gordas con las de Fernando Botero, pero yo considero que no existe parecido alguno, ya que él las caricaturiza o en ciertas formas las ridiculiza, mientras que yo las represento como mucho más estéticas”, aseguró tiempo atrás el escultor.
Con respecto a sus creaciones, “sus gordas” dejaron huellas en un estilo único en la región, que se expandió por todos los espacios posibles.
Para el artista, la base era el volumen de la piedra que le permitía moldear la cola, debido a que era el volumen más grande de la pieza. “El volumen de la piedra me va a dar el perfil de la gorda que vaya a hacer”, decía.
Masa y cincel eran sus herramientas más utilizadas, pero contaba con utensilios más finos para moldear las expresiones de sus creaciones.
“A las gordas últimamente les estoy poniendo un valor agregado, por ejemplo una gorda empujando un árbol, otra empujando una pared en un esfuerzo titánico; eso me permite por la fragilidad de la piedra ponerle algún elemento de la misma piedra para sostener los brazos, ya que si la hiciera con los brazos al aire serían muy frágiles, o con una pierna elevada. Tiene que haber un apoyo sobre la base”, contaba hace poco Cabrera.
Marcas

La artista plástica Ana Lía Schneider contó a El Milenio que recuerda a Cabrera como un artista muy original. “Sus primeros años fueron muy destacados, y estuvo muy bueno que haya incursionado en nuevas técnicas que le sirvieron a su crecimiento”. “Me entristeció mucho su pérdida, porque era joven, un colega”, añadió.
“Le hice un pequeño escrito a Cabrera que habla del tao, y dice: cuando tenés conciencia de que naces con la semilla de la muerte, la cuidas, te encariñas y cuando llega el momento, la recibís con amor”. “Hola y chau Cabrerita”, lo despidió Schneider.
Por otra parte, la joven artista unquillense, Karen Díaz, transmitió unas palabras en memoria de su gran referente.
“Pasan los días y mi mente se llena de recuerdos ‘viejo’… nunca voy a olvidar tu obsesión por los pies y las manos; la felicidad y el orgullo que tenías cuando hablabas de los tuyos; tu infinita adoración hacia la mujer”.
Díaz comentó a El Milenio que tuvo el placer de tener largas charlas sobre arte, café de por medio, en las que Cabrera se catalogaba como un “amateur”.
“Recuerdo cuando realizó la escultura que está expuesta en la Municipalidad de Unquillo, que saluda a todos los ciudadanos con su trasero, Cabrera se reía porque la efectuó adrede”, señaló Díaz.
“No puedo más que recordarle con una sonrisa porque yo lo adopté y él me adoptó, y ese lazo es eterno, aunque llegó el momento de soltarlo, y dejo de llorarlo porque eso merece Jorge Cabrera: un abrazo eterno”, concluyó la artista.