- Redacción: Matías Candoli. periodico@elmilenio.info
- Participaron: Milena Giarratana y Milena Venanzoni (4to IENM). Catalina Monguzzi y Nazareth Teixidor (4° IMVA).
Pocos apellidos han estado tan estrechamente ligados a un deporte como el apellido Monguzzi al golf. En Villa Allende, ciudad reconocida oficialmente como la capital nacional del golf, el caso de Roberto es especialmente emblemático.
Comenzó a jugar a muy temprana edad y tuvo su apogeo en la década del 60 y 70, cuando un inesperado accidente automovilístico lo obligó a retirarse por un tiempo. Campeón argentino y también sudamericano, es el máximo ganador, con ocho títulos (siempre en el campo no rentado), del Abierto de Villa Allende.
A sus 79 años de edad, Roberto Monguzzi compartió una charla con El Milenio y repasó su historia. “Empecé a los 15 y al poco tiempo ya estaba compitiendo. No paré salvo por ese accidente que tuve en el 77”, reconoció con orgullo el hombre que dedicó su vida al golf, la familia y el negocio de los automóviles.

Nacido y criado en el campo de juego
La familia Monguzzi vivió literalmente dentro del Golf Club de Villa Allende, en una casa ubicada sobre la calle Derqui que fue demolida hace poco, junto a la entrada principal. Actualmente Roberto tiene su vivienda a metros del predio. “Me crie literalmente dentro del club y ahora cruzo el alambrado y ya estoy adentro de nuevo”, contó entre risas. “A los cinco años me largaron a la cancha con un palito y así empecé”.
Su máximo rendimiento como jugador se desarrolló en su juventud. “Diría que mi mejor época fue durante los 12 años que formé parte del equipo argentino. Compartía con el número uno, siendo amateur, y viajé por todo el mundo con buenos resultados, así que la pasé bárbaro”, recordó.
En ese período de tiempo, en 1968, llegó al torneo máximo del golf en el mundo: el Open Británico. “Si bien era solo para profesionales, me aceptaron como aficionado porque estaba número uno del ranking argentino. Jugué y clasifiqué con los mejores”, contó con orgullo.
Para llegar a semejante torneo, quien le ayudó fue Roberto De Vicenzo, leyenda golfística argentina. “Él me propuso ‘Venite a Inglaterra conmigo’. Yo le decía que era sólo para profesionales, pero insistió en que mandara la carta pidiendo participar, con todo lo que había ganado, y me aceptaron”, reveló.
“El primer día pensé que me iba a sacar diez golpes de ventaja, pero después me di cuenta que había terminado con 75 y el primero, 71. Cuando empiezo a ver en el tablero, De Vicenzo, que defendía el título, había hecho 76. Jack Nicklaus, el mejor jugador que ha tenido el mundo, lo mismo, y Arnold Palmer, otro grande, 77. Finalmente terminé entre los 60 mejores”, relató Monguzzi, quien también compartió cancha con otras figuras como Vicente “Chino” Fernández o Leopoldo Ruiz.
Haciendo un balance de sus cualidades como deportista, Roberto reconoció: “Tuve la suerte de que Dios me ayudara física y mentalmente. Me destaqué en base a eso y la constancia. Jugué muchos años con los mejores golfistas argentinos, tenía una buena relación con todos. Ellos me ayudaron mucho, me decían que era bárbaro y me alentaban a jugar”.

Cambio de rol
Después de ese gran torneo internacional, siguió cosechando logros a nivel nacional y sudamericano. Jugó seis mundiales en los que individualmente terminó en segundo lugar. Pero, en 1977, un accidente automovilístico le puso un parate a esa ascendente carrera.
“Estuve cien días en el Hospital Privado. Según me explicaron después, cuando me hicieron los primeros auxilios pos accidente, en vez de limpiar la herida, me la cerraron muy por encima y eso provocó una infección”, contó el deportista, que en ese momento tenía 32 años.
Pese a este difícil contratiempo, su amor por el deporte pudo más y, apenas recuperado, volvió a las canchas. “El accidente ocurrió en abril y para octubre ya estaba jugando en el campeonato de Rosario, que es igual que el que hacen en Villa Allende en Semana Santa. Jugué rengueando”, contó.
Las consecuencias del accidente le hicieron cambiar la perspectiva del juego. “Me afectó porque perdí mucha potencia en los golpes, me fue debilitando”, reconoció, aunque nunca pensó en abandonar.

Monguzzi siguió ligado al deporte que para él y su familia es una pasión. “Me hice profesional después del accidente, porque como no podía jugar, empecé a dar clases. Eso me ayudó. Se pusieron muy contentos quienes fueron a mis clases porque avanzaron bastante en el deporte”, explicó.
“Me hablaban de todos lados, me decían que fuera a jugar a los diferentes clubes, y viajé bastante. Siempre tuve una relación muy linda con todo el mundo. Eso me ayudó a que me invitaran a jugar. Me recibían fantástico y siempre dando clases”, dijo Monguzzi.
Cerca de cumplir 80 años, esta leyenda del deporte local reflexionó acerca del futuro del deporte: “El golf ha avanzado mucho, ahora se hace el torneo de la Argentina que permite a nuestras jóvenes promesas clasificar a muchos torneos internacionales importantes”.
Por último, Roberto dejó su mensaje para quienes se están iniciando en el deporte, el mismo que De Vicenzo le dio a él: “Busquen una buena sombra y pónganse a practicar. Cuando el árbol les diga ‘No practiquemos más’, van a ganar el torneo que ustedes quieran”.
Bien de familia
El apellido Monguzzi sigue vinculado al golf. Roberto tiene cinco hijos de los cuales el mayor, que se llama igual que él, también llegó a ser jugador profesional. Luego siguieron Paola, Rubén, Matías y Martín, que además de golfista, es un reconocido cantante. Todos alguna vez entraron a una cancha de golf e incluso hasta profesionalmente, perpetuando el reconocimiento del apellido Monguzzi en el rubro.