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Pole y lira, rompiendo tabúes

Maestra jardinera hace 19 años, Griselda Soria nunca se imaginó que su entusiasmo por la gimnasia la llevaría a convertirse en instructora de pole y lira. Desde El Talar, la vecina explicó de qué van estas disciplinas deportivas nacidas de los escenarios que cada día reúnen más practicantes en la región.

Redacción: Sofía Bouchet y Malena Olazabal (4to IENM).


Alrededor del mundo se practican millones de deportes, aunque muchos no reciben el reconocimiento que se merecen o incluso son subestimados. El pole y la lira acrobática son, quizás, dos ejemplos de ello.

Nacidos como artes escénicas, desde las antiguas cortes europeas hasta los más populares cabarés, tanto el pole como la lira han evolucionado en disciplinas deportivas con miles de adeptos, competencias de gran nivel y organizaciones internacionales como la IPSF (International Pole Sport Federation), nacida en 2008.

Ya sea a través de una barra metálica vertical (caño) o un aro de hierro de 85 a 95 centímetros de diámetro, en ambos casos el objetivo es realizar figuras con el cuerpo que ponen en juego una gran destreza acrobática, fuerza, resistencia, flexibilidad y elementos de distintas danzas.

Desde el gimnasio Intenso Pole Sport, ubicado en El Talar de Mendiolaza, Griselda Soria se dedica a compartir sus conocimientos en ambas disciplinas.


El Milenio: ¿Cómo nacen la lira y el pole? 

Griselda Soria: Tanto la lira como el pole y el trapecio tienen origen en el circo y son actividades que se practican hace muchos años. La lira era típica de los antiguos circenses o acróbatas en el siglo XVI-XVII, quienes frecuentemente eran contratados por personas de alto rango social como entretenimiento en fiestas y eventos.

El pole también viene más o menos de esa rama. Nace del palo chino, una disciplina que se practica con un palo cubierto con caucho, con el cual se hacen saltos, giros, mortales, etc. También tiene una gran influencia del clásico pole dance de cabaret. 

Hoy en día, el pole se ha convertido en un deporte llamativo, que despierta la curiosidad de mucha gente. Existen varias ramas. Está el Pole Sport, que es parecido a tela, nada más que con una barra fija, donde se realizan figuras acrobáticas. El Pole Exotic es más bailado, se suelen usar tacos de plataforma bastante altos, y el Pole Art tiene que ver con una cuestión artística, más conceptual, es contar una historia o representar una melodía con el cuerpo y la barra.

EM: ¿Crees que actualmente estas actividades son vistas con prejuicio? 

GS: ¡Totalmente! Sobre todo en torno al pole, por la poca ropa que se usa. La realidad es que, para poder hacer figuras en el caño, necesitás que tu piel se adhiera bien al metal, lo cual es difícil con ropa. Si bien cuando empezás es muy común tener vergüenza de mostrar el cuerpo (a mí me pasó), con el tiempo te das cuenta que es necesario para tener un buen agarre y te vas acostumbrando.

Yo creo que mucha gente mira con recelo al pole por eso, porque tienen esa imagen del “baile del caño”, pero acá no se trata del bailar para algún público, sino de una práctica artística y deportiva que hacemos por y para nosotras mismas.

En cuanto a la lira, creo que hay más desconocimiento que subestimación o prejuicio. La indumentaria es distinta también, porque al ser un aro de hierro, la tela ayuda a que los agarres no sean dolorosos.


EM: ¿Cómo empezaste a practicar estas disciplinas?

GS: Empecé hace un par de años cuando Érica, la dueña del gimnasio donde actualmente doy clases, vino con esta idea de querer tomar y dar clases de pole. Al principio me pareció raro, pensaba que no era para mí. Mi única imagen del pole era lo que había visto en el show de Tinelli. Pero después me dio curiosidad y finalmente, con toda la vergüenza con la que la mayoría empieza, fui a mi primera clase. Me gustó porque fue un gran desafío personal. 

Más tarde empecé con lira, cuando Érica decidió comprar tres aros e incorporó una profesora para enseñar esta disciplina en el gimnasio. Decidí probar, la primera clase la verdad fue un susto por el vértigo que me generaba, porque la fuerza ya la tenía del pole, pero el aro, a diferencia del caño, se mueve mucho. 

Con el tiempo fui ganando la seguridad que me faltaba y finalmente me enamoró el deporte. Cuando esta profe tuvo que dejar el espacio, Érica me preguntó si quería hacerme cargo de las clases, al ser una alumna avanzada, y así empecé hace un año y medio.

EM: ¿Qué se requiere para empezar en estos deportes?

GS: Tanto para el pole como para lira se necesita fuerza, flexibilidad y resistencia, que son capacidades que se van adquiriendo con la práctica, pero lo principal que hay que tener para arrancar son ganas. La primera clase no da mucho resultado, te podés llegar a frustrar, entonces es fundamental seguir adelante y no rendirse. Disciplina y constancia son claves, como en cualquier deporte.

En las clases se intenta ir de a poco. Se arranca con figuras básicas, la lira se pone más cerca del suelo y no se presenta tanta frustración. Apuntamos a divertirnos, aprender y superarnos. 

EM: ¿Hay un límite de edad para arrancar?

GS: La verdad que no. Yo he dado clases hasta niños. Actualmente tenemos un grupo de adolescentes y otro de personas adultas (de 35 a 45 años). La alumna de mayor edad que tuve tenía 47.

EM: ¿Qué se trabaja con la práctica de estos deportes?

GS: Se fortalecen mucho los brazos, así como también la espalda. Se gana fuerza, pero también se va desarrollando flexibilidad.

También se trabaja mucho la autoestima. Vas ganando confianza en vos misma al ir alcanzando de a poco los objetivos, al ver que en realidad sí podés hacerlo, que sos capaz. Ese progreso te da ánimos para seguir aprendiendo.

EM: En ese sentido, ¿cómo suele ser la relación con las alumnas y sus sentimientos?

GS: El vínculo con todas las alumnas es muy estrecho, tanto para la lira como para el pole se necesita confianza entre estudiante y profesor. Por eso en las clases se busca un ambiente informal, relajado, para que se sientan acompañadas en lo que se presente, sabiendo que todos somos humanos y sentimos cosas.