Participaron: Milena Giarratana y Milena Venanzoni (4to IENM). Catalina Monguzzi y Nazareth Teixidor (4to IMVA).
Tras 40 años de trayectoria, Amílcar “Chichilo” Viale sigue siendo una figura emblemática en el universo del humor cordobés. Su permanencia en la escena radica en que ha sabido construir su marca personal apelando a lo cotidiano para hacer reír, sabiendo leer y respetando a su público.
Desde muy joven, mostró una inclinación natural hacia la comedia, influenciado por su familia. Sin embargo, su camino a los escenarios no fue tan directo. En conversación con El Milenio, Chichilo Viale compartió detalles sobre su trayectoria y su visión del humor a través de los tiempos.
“Mi mayor logro es haberme mantenido durante tantos años en el mismo nivel, sin subir ni bajar, siempre por el medio. Ser un tipo más o menos querido y que así me reconozcan en todo el país”
Chichilo Viale
El Milenio: ¿Cómo supiste que debías dedicarte al humor? ¿Quiénes fueron tus referentes en ese proceso?
Chichilo Viale: Supe que debía dedicarme al humor cuando fundé mi primer grupo universitario, el Grupo Sitorio. En ese momento tenía que decidir si seguía las dos carreras universitarias que estudiaba simultáneamente -Agronomía y Análisis de Sistemas- o me dedicaba de lleno al humor. Como ya había hecho algunas actuaciones y me había ido muy bien, me decidí por ese camino.
Mi viejo era un tipo muy gracioso y desde que nací fue un referente humorístico importantísimo para mí. Al igual que mi vieja, que era una gallega salerosa, muy divertida. En mi casa se respiraba humor en cada cosita que hacíamos con la familia.
En la actualidad no tengo referentes, sí admirados, desde Migue Granados hasta Mr. Bean, standuperos como Grego Rossello, Radagast y un montón de tipos a quienes aprecio mucho.
EM: ¿Cómo definirías el tipo de humor que hacés?
CV: No sé si tiene una definición, si quisiera buscarla, sería humor gestual, porque tiene mucho que ver con el movimiento y con la cara. Lo mío es algo naif, tiene que ver con lo que te pasa a vos y a mí todos los días, es un humor identificable, cotidiano y sano. Si bien puedo usar alguna mala palabra, no la tomo como recurso en sí, sino cuando va.
Siento que el público me sigue, me mira y me atiende. Entre ellos, que son como mis amigos, y yo, se genera una conexión, un feedback que no es tan común. Eso hace que la gente mantenga la atención en mí durante todo un show. Y ahí entra el uso del recurso gestual, de lo mímico, porque, no solamente tienen que estar pendientes de la narración, sino de la acción.

EM: ¿Cómo ha cambiado lo que hace reír a la gente en estos años?
CV: El humor va mutando y va pasando por el absurdo. Creo que lo que hoy hace reír es la más pura realidad. Lo que le pasa a Doña Rosa y a Doña Pepa, que son mis vecinos, lo que tiene que ver con la cotidianidad, con lo que nos pasa todos los días. Es un poco culpa del stand up también.
Ahora la gente se ríe de la cara con la que se levanta y de cómo tiene el pelo, es más autorreferencial incluso. Antes nos reíamos del prójimo, del negro del sulqui, del caballo y de esas cosas. Eso ha ido mutando, gracias a internet y a todo lo que nos permite ver y crear géneros nuevos.
EM: ¿Cómo decidís qué temas son “apropiados” para un show?
CV: En realidad no decido cuáles temas son apropiados, sino cuáles son inapropiados, los que pueden llegar a ofender, a hacer sentir mal. Eso ha ido cambiando mucho, antes podíamos reírnos del tartamudo y hoy hay que tener cuidado con eso. Pero solo cuidado, tampoco es cuestión de caer en el “no” absoluto, porque el humor también se trata de reírse un poco de los problemas que uno tiene.
EM: ¿Cuáles dirías que son las características del llamado “humor cordobés”?
CV: Creo que una cosa que nos distingue es el poder de repentización, la cosa espontánea, el apodo rápido, la salida humorística veloz y casi siempre eficaz. Algo muy característico de los andaluces que nos conquistaron y que son muy parecidos a nosotros en el tipo de humor.
Los humoristas cordobeses también van cambiando a medida que pasa el tiempo, los más veteranos seguirán aferrados al viejo estilo y los más nuevos a lo contemporáneo. En mi caso, permanentemente hago un estudio profundo de lo que es el humor, lo que me habilita siempre a ir por el medio y también lo que me ha permitido mantener una presencia durante tantos años.

EM: ¿Qué opinión te merecen los nuevos soportes del humor?
CV: Creo que Tik Tok, Instagram y todas esas plataformas permiten desarrollar el humor que a lo mejor antes alguien lo tenía guardado toda su vida. El stand-up tiene mucho de eso también.
A mí me parecen aportes importantes, sobre todo para los que estudiamos e investigamos permanentemente el humor. Además, obligan a ser más creativos, para no caer en la repetición.
En mi caso, busco estar actualizado en todos los formatos. Hago televisión, Instagram, presentaciones en teatros, café concerts y stand up en boliches. No soy de quedarme en lo tradicional.
EM: ¿Cuál ha sido tu mayor desafío y tu mayor sorpresa en un escenario?
CV: El mayor desafío ha sido cuando he viajado al exterior y me preguntaba si el tipo de humor que yo hago se consumiría, si las palabras significarían lo mismo. Por suerte me ha ido muy bien en casi todos lados, como Uruguay, Bolivia, Colombia y Venezuela.
El escenario que más me sorprendió fue el del Festival del Lago en El Calafate, por su tamaño y la cantidad de público. Me fascinó porque tendría unos 50 metros de ancho por 30 de largo y era como actuar en el desierto de Sahara, pero con un acompañamiento de risas y aplausos de 60 mil personas.
No obstante, creo que mi mayor logro es haberme mantenido durante tantos años en el mismo nivel, sin subir ni bajar, siempre por el medio. Ser un tipo más o menos querido y que así me reconozcan en todo el país.
