- Tomás Alfei y Tiziano Amata (IMVA)
Las falacias son razonamientos defectuosos o argumentos engañosos que pueden parecer válidos o persuasivos, pero en realidad son incorrectos o poco sólidos. Estos errores lógicos pueden llevar a conclusiones equivocadas o engañosas. Su identificación es esencial para un razonamiento y debate sólidos.
Las falacias pueden ser tanto formales (basadas en la estructura del argumento), como por ejemplo negación del antecedente, afirmación del consecuente y término medio no distribuido; como no formales (relacionadas con el contenido y contexto del argumento), por ejemplo Ad hominem, apelación a la fuerza, ad ignorantiam, apelación a la piedad, apelación a la multitud, entre otras.
Siguiendo esta clasificación, las principales falacias que suelen aparecer en una conversación son: “Ad hominen” que consiste en atacar a la persona en vez de atacar a sus argumento; “apelación a la fuerza” que se comete cuando se apela la fuerza, amenaza de fuerza, o la amenaza de fuerza para provocar la aceptación; “negación del antecedente” como parte de un condicional del tipo “si le doy un regalo, será mi amigo”, y cuando se niega el primer elemento se infiere incorrectamente que el segundo también queda negado; entre otras.
Para finalizar, las falacias se suelen utilizar para engañar, persuadir o debilitar argumentos en conversaciones, debates o presentaciones. Pueden servir para manipular creencias, desviar el enfoque, ganar debates sin fundamentos sólidos, evadir construir argumentos sólidos, manipular emociones y ocultar la falta de conocimiento o habilidad en un tema. Por este motivo, el profesor de filosofía Fernando Virili sostiene que reconocer las falacias es crucial para evaluar de manera crítica los argumentos y tomar decisiones informadas.