- Por Milagros Alcántaro. periodico@elmilenio.info
- Colaboración: Paloma Sobrevilla y Santiago Rivero (4to IENM). Mía Tabares, Bellisa González y Martina Lucci (4to IMVA).
Darío Almagro trabaja como camarógrafo en los SRT hace once años, pero además es un gran realizador audiovisual independiente, con varios trabajos en su haber. Vecino de Salsipuedes hace una década, Almagro comenzó su recorrido estudiando cine en la UNC. Una de sus primeras producciones, como parte de un trabajo de la facultad, fue sobre un bandoneonista que iba a comprar a la despensa donde trabajaba. Esa simple consigna lo llevaría a conocer un gran amor, el cine documental, formato en el que hoy en día siente que puede expresar “su mirada de la realidad, a través de la cámara, de forma más directa”.
Como vecino de Sierras Chicas, muchas de sus producciones hablan de ese territorio que habita. “Por ejemplo, en Primera Luz, el monte y el cielo son protagonistas”, ejemplifica Darío, hablando de su primer largometraje, al tiempo que señala que muchos trabajos han sido rodados en Agua de Oro, Salsipuedes, Río Ceballos o incluso La Granja. “No sé cuánto tiempo estaré acá, en este plano y en este lugar, pero me imagino jubilado y filmando a los personajes del pueblo. Es algo muy bello con lo que fantaseo a veces”, confiesa.
Sus sueños de futuro jubilado se condicen con aquello que el documentalista y productor busca transmitir en todas sus producciones: “Un cine más luminoso, que sensibilice, pero que aporte una mirada más positiva de la realidad que a veces nos abruma”.

“No sé cuánto tiempo estaré acá, en este plano y en este lugar, pero me imagino jubilado y filmando a los personajes del pueblo. Es una idea bella con la que fantaseo a veces”
Darío Almagro
El Milenio: ¿Cómo describirías el proceso creativo al momento de generar un proyecto?
Darío Almagro: Cada uno tiene su propio proceso creativo, muchas personas empiezan escribiendo, por ejemplo, piensan una idea y la trasladan a una sinopsis. En mi caso, a mí lo primero que me aparece es una imagen, quizás tenga que ver con la naturaleza de hacer cámara. A veces no me sale escribir. Por ahí viene Cristian y me dice ‘Che, qué mal que está escrito esto”, entonces le respondo, “Yo escribo con la cámara”.
Me parece que lo primero que se viene es una imagen, y de esa imagen empieza a pensarse el resto. Por ejemplo, la primera imagen que se me vino para un cortometraje fue lo que pasaba cuando el río Suquía crecía y se inundaban los puentes. ¿Qué pasaba con las personas en situación de calle?, me pregunté. Así fue que encontré al personaje, que no vivía debajo del puente, sino en una heladería abandonada cerca del río. Muchas veces uno piensa una idea y la realidad te la supera o te la modifica. Lo importante es no quedarse con esa primera idea y dejar que se vaya transformando hasta ser una película.
EM: En tus trabajos predomina una mirada muy social, ¿esto tiene que ver con una elección o sentís que te encuentran esos temas?
DA: En “Mi compañero”, un documental que hice con una pequeña cámara de fotos, me parecía que era fundamental lo ético, hacer un cine de una persona en situación de calle con formato pequeño, no caer con toda una parafernalia de grandes cámaras.
“Mi compañero” fue mi tesis para la Licenciatura de Cine en la UNC, que es un espacio libre y gratuito. Creo que, de algún modo, uno tiene que tratar de hacer un cine que devuelva algo a la sociedad. En ese sentido, traté de hacer una película que rompiera con prejuicios y barreras hacia las personas en situación de calle y mostrara esa realidad, sin romantizarla tampoco, sino lo más objetivamente posible desde una observación a largo plazo, que fue durante los dos años que seguí a este personaje con su perro.
Después me han llegado otras oportunidades en esa línea, como un documental sobre la problemática del mal de Chagas con el movimiento campesino. Así que diría que sí, que me gusta ir por ese lado, con lo que tenga que ver con lo social. Otras películas no van en ese sentido, por ejemplo “Seré la semilla” (2017) y “Primera luz” (2019), pero son parte del mismo camino.

EM: ¿A qué público querés llegar con tus obras?
DA: En realidad uno hace películas para uno, porque es como su modo de expresión. Pero sí, hay un momento donde empezás a pensar en un público y en compartir tu trabajo. “Las películas siempre se tienen que terminar”, es una frase del director Raúl Perrone. Siempre, pese a todo, terminar tu película, ese sería el mensaje.
Me parece que el encuentro con el público es muy hermoso, lo siento parecido a lo que debe sentir un actor en una obra de teatro cuando termina y el público lo aplaude. A mí me interesa mucho el cine debate como un encuentro, ya sea un cine comunitario o sea un cine comercial, el encuentro de opiniones me parece muy rico. Muchas veces en las películas las personas encuentran cosas que uno no quiso poner o no quiso decir y los sentidos están, entonces es como que la obra se completa con el público.
EM: ¿Cuáles son los mayores desafíos de ser un productor audiovisual independiente?
DA: Básicamente los recursos son muy necesarios a la hora de generar un audiovisual, sobre todo a la hora de que las personas que trabajan en la película cobren, entonces creo que ese es el principal problema: nos están faltando recursos económicos para grabar, para filmar, para que persona que trabaje en la película, ya sea el sonidista, el montajista, director de foto o quienes actúan, puedan recibir una remuneración acorde.
En Primera Luz, que es el largometraje, mi última película, hice un financiamiento colectivo, armé algo independiente por las redes sociales y la gente aportaba por mercado pago o por transferencia bancaria. Me puse un objetivo y se superó. A su vez, habíamos ganado una beca del Fondo Nacional de las Artes y con eso, aunque sea, pudimos desarrollar la película, terminarla y que cada uno cobre por su trabajo.
