- Por Federica Miretti y Nicolás Chabbal (4to IENM). periodico@elmilenio.info
- Colaboración: Mabel Tula y Lucía Argüello.
El proyecto de la llamada Universidad Trashumante nació en 1998. En una época marcada por la convulsión social y económica, un grupo de la Universidad Nacional de San Luis que ya venía trabajando en los barrios populares de la ciudad con escuelas y grupos artísticos, decidió salir a las rutas llevando un mensaje de esperanza.
Así, con un viejo colectivo cedido por la universidad, tres personas empezaron a recorrer el país, pasando por cientos de pueblos de Córdoba, Santa Fe, Misiones, Jujuy y Catamarca, entre otras provincias.
A estos viajes los llamaron “giras”: se quedaban dos días en cada parada, preguntando sobre los problemas que había en el lugar, cómo se podía cambiar la realidad, qué sueños tenían. “Era como ir encendiendo llamitas de esperanza para ver de qué manera podemos transformar el mundo”, resumió Mariana Iglesias, vecina de Cabana e integrante de la organización.
De esa primera gira nació una red de grupos que hoy se extiende por todo el país. El vehículo fue bautizado como “quirquincho”. “En Santiago del Estero, un guitarrista nos dijo que quirquincho significaba ‘doblemente empecinado’ en quichua. Desde entonces, más nos gustó el nombre y más empecinados nos sentimos con el proyecto”, contó Mariana.

“La gira fue uno de los primeros proyectos de la Universidad Trashumante. Era como ir encendiendo llamitas de esperanza para ver de qué manera podemos transformar el mundo”
Mariana Iglesias
El Milenio: ¿De dónde surge el nombre de la organización?
Mariana Iglesias: Trashumar es la acción que realizan las ovejas al sur en invierno, cuando se quedan sin pasto, van en busca de la buena tierra, el humus. Así, nosotros decimos que somos “trashumantes”, que vamos detrás de la buena gente del mundo, de la tierra fértil, de la voz, de quienes tengan ganas de moverse y hacer cosas.
EM: ¿En qué se basan sus proyectos?
MI: El proyecto más fuerte es el Taller de Educación Popular y las giras, que se hacen constantemente. Estas consisten en ir a pueblos muy pequeños, de dos mil o tres mil habitantes, y a ciudades donde nunca llega nada.
De allí nace otro proyecto muy importante, que es la Red de Redes. Para cambiar la realidad uno puede empezar en su casa, pero sí o sí hay que unirse con otros y hacer un grupo que, a su vez, esté tejido en red con otros iguales.
Desde 2011 tenemos un proyecto que se llama “La Escuelita Trashumante”, que es un plan de formación que busca educar a la gente de los barrios. La idea es que las personas en su propio territorio, sea campesino, indígena o urbano, puedan organizarse y tener elementos para pensar su realidad y transformarla, trabajando con sus vecinas y vecinos.
Por último, es importante destacar que somos una organización autónoma y autogestiva. Autónoma en el sentido de que hacemos política, pero no dependemos de ningún partido, institución, iglesia, sindicato o gobierno, y autogestiva por la forma en que nos financiamos, ya que generamos nuestros propios recursos.


EM: ¿Y cómo te integraste a esta organización?
MI: Yo estoy desde el inicio, en el 98. Uno de los referentes de la organización, que ahora tiene 80 años, se llama Tato Iglesias y es mi viejo. Más allá de ser su hija, cuando se hace la primera reunión para salir de gira, yo estaba estudiando para ser maestra y también teatro. Como el taller tiene mucho de teatro, danza, música, etc. (el arte va ligado todo el tiempo a la educación), decidí sumarme y así empecé, en las giras. Es un espacio muy formativo.
Ahora estoy en la comisión de adultos de la Escuelita (hay grupos de formación para todas las edades) y estoy a cargo de la coordinación general de ese proyecto. Como vivo en Cabana y hay grupos de acá que van a la Escuelita, mi militancia se concentra más en el barrio.
EM: ¿Tienen alguna sede?
MI: No tenemos sedes porque la red está conformada por grupos de distintas ciudades del país. Otra de las bases de La Trashumante es la horizontalidad: no hay un director, un jefe o un líder, aunque sí tenemos una coordinación general, que va siendo rotativa. Por ejemplo, este año le toca al grupo de Rosario, a los dos años le toca coordinar a otro grupo y así sucesivamente.

EM: ¿Cómo se financia la organización?
MI: Cada grupo tiene sus propios proyectos de autogestión de acuerdo al contexto en el que viven. Nosotros acá en Córdoba tenemos la “Peña Trashumante”, que se hace en Club Atenas con el grupo de Raly Barrionuevo, que es parte de la organización. Entonces esa peña (que es toda autogestiva) nos ayuda a juntar el dinero para hacer la gira, los talleres y demás. La Peña Trashumante también la hemos hecho en Buenos Aires y en Santa Fe.
Es un evento importante porque también nos ayuda a difundir. Después de cada peña siempre nos llegan mensajes al Facebook. Lo mismo ocurre después de un taller o cualquier actividad que hagamos, la gente se va sumando al andar.
EM: ¿Qué aspectos positivos y negativos observás dentro de la organización?
MI: Si hablamos de hoy, creo que lo más difícil y negativo son dos cosas. Por un lado, lo económico, que nos complica mucho. Al ser una red nacional, para nosotros lo más importante son los encuentros cara a cara y hacemos muchos por año, lo cual ahora está difícil. Armamos un encuentro un fin de semana largo y tenemos que ver cómo llega la gente de Tierra del Fuego o Jujuy, porque no hay nada, nada de dinero.
Y la otra es que después de la pandemia ha bajado la participación y es más difícil sostener los proyectos. Lo estamos haciendo, porque hay un montón de cosas buenas, pero con mucho esfuerzo. Hoy en día la subsistencia personal está difícil, entonces necesitás tener tres trabajos y ni hablar que todo esto no es algo remunerado. Entonces ese tiempo que vos le tenés que liberar al sistema para dedicarte a otra cosa, cada vez es más corto.
