- Por Lucía Gregorczuk. periodico@elmilenio.info
- Colaboración: Lautaro Gómez y Sofía Calcagno (4to IENM). Felipe Sevilla y Brisa Sartor (4to IMVA).
Oniria es un espacio cultural de Villa Allende que nació en 2009 y se fue transformando hasta convertirse en un punto referencia para la formación de artistas dedicados a la música, organizando a su vez conciertos y propuestas de encuentro con los vecinos y vecinas.
Comenzó como el centro cultural de un grupo de artistas de Córdoba Capital, que logró instalarse en los locales de un ex cine en Av. del Carmen. De a poco la comunidad empezó a formar parte del espacio, proponiendo nuevas ideas. Entre esas personas estaba Soledad Ceballos, pieza clave en esta historia.
“Cuando no se pudo pagar más el alquiler del lugar, justo coincidió que unos amigos con los que vivía, se iban de viaje y propuse traer a mi casa los talleres que quedaban colgados, para que terminaran el año. De repente, Oniria y yo estábamos viviendo bajo el mismo techo”, recordó entre risas.
“La Sole” es una reconocida y querida música de Villa Allende que actualmente se encarga de coordinar los talleres del espacio. Como destaca, con el tiempo el objetivo principal se volvió sostener y expandir las clases de guitarra, bajo, batería, piano, canto, violín, ukelele y acordeón, entre otras disciplinas, consolidando a Oniria como escuela de música.
“Somos artistas activos en la política cultural de la Villa. Generamos espacios para que el público, el vecino de nuestra ciudad, pueda encontrar propuestas acá y así potenciar la cultura local”
Soledad Ceballos
El Milenio: Ganó mucho más terreno la parte educativa.
Soledad Ceballos: El proyecto viró y se convirtió en un espacio de formación, con muchos más profesores y clases individuales. Pero continuamos sosteniendo la parte de los eventos, porque creo que esa es una de las finalidades principales de Oniria: organizarnos para tocar la guitarra, armar un concierto, participar en los encuentros de la memoria para el 24 de marzo y crear oportunidades que nos acerquen a la comunidad.
EM: ¿Actualmente quiénes integran el equipo?
SC: Los profes somos once. En guitarra están Juan Ceballos, Joaquín Mangini y Manuel Heredia, que es nuestro “maestro jardinero”, porque trabaja con los más chiquitos y da guitarra, piano, batería o lo que haga falta según el interés de sus estudiantes.
Julián Garbarino da bajo, teclas y ensamble, en batería tenemos a Nerman Rodríguez y André Maurel, en canto está Paulina López, en violín y ukulele Sebastián Picco y en piano y acordeón, Pedro Saad. A su vez, yo doy flauta traversa y coro y por último tenemos a Jessi Heredia, que da clases de danzas folklóricas populares, la única de esa rama que nos ha quedado.
Por el espacio físico, coro y folklore (que son los únicos talleres grupales) funcionan de manera medio itinerante, van buscando lugares donde entren todos quienes forman parte. Además, cada grupo ya tiene su propia identidad: el grupo coral que yo dirijo se llama Camiares y el de Jessi se llama Vibrando Danzas Populares. Seguimos siendo parte de Oniria, aunque trabajemos en otro lugar.


EM: Se identifican como “espacio de artistas cooperativxs” (sic), ¿qué características de cooperativa tienen en la actualidad?
SC: Empezamos como asociación civil y después se dio de baja porque el proyecto cambió. Hoy nos sentimos identificados con la figura de cooperativa de trabajo. Empezamos los trámites en 2015, un año que fue medio complicado a nivel nacional y se dificultó bastante la papelería. Nos queda pendiente lograr la personería jurídica.
Sin embargo, nuestra forma de trabajo es horizontal y está dividida en comisiones: algunos tienen a cargo la parte educativa, otros la difusión, el mantenimiento del espacio o de los instrumentos, la tesorería, etc. También hay una comisión que se encarga de las actividades anexas.
EM: ¿Qué crees que diferencia a Oniria de otros espacios culturales de la región?
SC: Nosotros lo que buscamos es que esta sea una escuela de música, un espacio de encuentro y de formación a nivel de artista y creo que una de las cosas que nos diferencia es que siempre tratamos de subir un poco la vara.
Por poner un ejemplo, todos los años hacemos audiciones y proponemos homenajear a algún artista en particular. En esas ocasiones, ponemos toda la carne al asador como quien dice, con buen escenario, luces, máquinas de humo, pantallas, etc.
El año pasado pudimos grabar y sacar el primer disco de alumnos de Oniria: un tributo a Cerati. Creo que esa propuesta hoy no la tiene ninguna otra escuela de música de Villa Allende y esto sucede porque tenemos estudiantes que se han mantenido durante varios años, por lo que el nivel musical es alto.


Un sueño y una misión
Uno de las grandes aspiraciones de Oniria es tener un espacio propio, lo suficientemente amplio para albergar los talleres grupales y organizar conciertos. Hoy Villa Allende sólo cuenta con la Casa de la Cultura y no hay otro lugar donde los músicos puedan encontrarse y compartir su arte.
“Oniria quiere ser una opción más, seguir acompañando la grilla artística en la Casa de la Cultura, pero también generar una propuesta propia, que sea otro punto de referencia musical”, explica Sole. “Somos artistas activos en la política cultural de la Villa, porque desde hace un par de años Oniria participa en el Consejo Municipal de Cultura. Es que, además de ser una escuela, nos interesa todo lo que pase en Villa Allende, porque creemos que, si a la ciudad culturalmente le va bien, a Oniria también”, amplió la vecina.
“Por ahí sentimos que falta un impulso de política cultural, no por la gestión de hoy, sino porque la gente está acostumbrada a ver espectáculos en Córdoba o Unquillo. Está faltando generar un público y un sentido de pertenencia, por eso Oniria trabaja en abrir espacios para que la gente se quede y así potenciar la cultura, para que el público, el vecino de Villa Allende, pueda encontrar propuestas acá”, concluyó.
