Colaboración: Joaquín Gómez y Emilio Ballistreri (4to IENM). Bruno Manno, Martina Stampella y Melody Lo Preiato (4to IMVA).
“Semillero” es el nombre que le damos popularmente a las grandes canteras de jugadores y jugadoras de fútbol. En Barcelona, este espacio lleva el nombre de “La Masía” y alcanzó una enorme popularidad desde la llegada de Lionel Messi a tierras catalanas.
En Argentina, más precisamente en el barrio porteño de La Paternal, funciona el que para muchos es considerado el “Semillero del Mundo”. Las inferiores de Argentinos Juniors fueron cuna deportiva de Diego Armando Maradona y de figuras estelares para el fútbol internacional como Juan Román Riquelme, Juan Pablo Sorín o Fernando Gago, entre otros. De allí una reputación que precede al club como uno de los grandes formadores de talentos del planeta.
En Barrio Residencial de Unquillo existe un semillero distinto. Uno que está lejos de los grandes éxitos deportivos, de los colosales estadios o las cifras astronómicas que maneja la formación de jugadores profesionales. Donde los campos de juego no parecen alfombras y en cambio están marcados por la tierra y las piedras, tal y como lo estuvieron desde siempre los verdaderos semilleros: los potreros.
Susana Quiñones es una de las referentes más importantes de este espacio de acompañamiento que trasciende al fútbol y que deriva de un grupo perteneciente a un ministerio de la Iglesia Evangélica Cristiana de Unquillo. “El Semillero lleva ese nombre como analogía a una de las cuestiones que hablamos en la Iglesia, que tiene que ver con la siembra. Sentimos que vamos sembrando y recogiendo los frutos”, comenta.
Nacido en 2013, este club no participa todavía en ninguna liga, aunque aspira a hacerlo en un futuro no tan lejano. Mientras tanto, más que un club, El Semillero es una escuela de nivel inicial, que busca involucrarse en diferentes eventos, junto a otros espacios de enseñanza.
Susana destaca la enorme gratificación que significa, para quienes forman parte de este proyecto, ver a los chicos vincularse en diferentes espacios y terminar viéndolos saltar a otros clubes, luego de haber adquirido sus primeras herramientas en el semillero unquillense. “Ya contamos con camadas que arrancaron a los cinco años y hoy son adolescentes que juegan a nivel competitivo en otros lugares”, destaca la vecina.
El club integra a niños de 4 a 16 años y también les brinda apoyo escolar. Foto E. Parrau/El Milenio.
El Milenio: ¿Les interesa ampliar la propuesta a otros deportes?
Susana Quiñoñes: Sí, la verdad es que nosotros queremos ampliar a otros deportes, pero por ahora es difícil hacerlo sin contar con una estructura de trabajo más grande. La idea es ofrecer una propuesta que no sólo incluya a los jóvenes y niños sino también a los adultos, en especial los adultos mayores.
Somos un espacio que busca contener desde distintos lugares. Hoy contamos con un ropero comunitario, que se activa todos los viernes de 17:30 a 19:00, y también realizamos tareas de apoyo escolar los viernes.
En ese sentido, colocamos internet para que los chicos puedan trabajar con material digital y tengan conectividad. Al mismo tiempo, hemos realizado pequeñas campañas comunitarias, poniendo el eje en la salud deportiva, en cómo debemos alimentarnos y cómo debemos trabajar dentro del terreno de juego.
Este es un proyecto bastante integral. Nosotros como formadores vemos en la cancha las necesidades que surgen en la juventud y vamos fortaleciendo los aspectos en los que observamos que los chicos necesitan un mayor acompañamiento.

“Estudiamos a fondo las metodologías de diferentes centros juveniles”, explica Susana Quiñones. Foto E. Parrau/El Milenio.
EM: ¿Qué es lo que más te llena de este proyecto?
SQ: Yo me quedo con la alegría de los chicos que juegan todos los domingos con nosotros y sus padres que confían en nuestra manera de trabajar y acompañar. Mucho de lo que hacemos en el día a día tiene que ver con lo que podemos aportar. En mi caso estoy estudiando enfermería para protegerlos en el campo también. Lo que hacemos nos llena de alegría, como personas y como grupo.
EM: ¿Qué recursos son los que más necesitan en este momento?
SQ: Necesitamos insumos para que los chicos jueguen y entrenen. Redes, conitos y escaleras son algunos de los elementos más requeridos. También hacemos campañas para recolectar pelotas y botines, no hace falta que sean nuevos, simplemente que se puedan utilizar, que aporten.
EM: ¿Qué aspectos de El Semillero les gustaría modificar?
SQ: Creo que año tras año vamos aprendiendo cosas distintas. Cada uno de los integrantes de este espacio va rotando entre los distintos talleres para poder cambiar la metodología periódicamente. Intentamos renovar las actividades para que los chicos sigan aprendiendo, por eso estudiamos a fondo las metodologías de diferentes centros juveniles para poder llevar a cabo nuestro proyecto. No sé si cambiaríamos algo, creo que lo que hemos construido hasta el momento está muy bien.

EM: ¿Qué metas y aspiraciones tienen para un futuro?
SQ: Afortunadamente nos sucede que tenemos distintas metas a futuro. Una es la de llegar a ser un club, con todo lo que eso implica. Quizás hemos tenido que postergar varias de nuestras aspiraciones con esto de la pandemia.
Queremos que los chicos que vienen a este espacio puedan conocer lugares que los apasionan. Por eso tenemos la idea de llevarlos a recorrer estadios como el Monumental o La Bombonera. Muchos de nuestros alumnos no tienen la oportunidad de acceder a esos sitios en la actualidad.
Hemos ido a conocer el estadio Mario Alberto Kempes, que muchos de los chicos no lo conocían. También hemos recorrido la cancha de Instituto y su predio de entrenamiento profesional, La Agustina. Esos paseos tienen que ver con nuestro vínculo con la Agencia Córdoba Deportes, que nos invita a participar en proyectos muy entretenidos para los chicos. En general, siempre estamos tratando de involucrarnos en encuentros participativos, que nos pongan a trabajar asociativamente con otras escuelas.
Gracias a los chicos del Milenio por visitarnos.
Creo que todos los espacios de deporte y enseñanza deben ser públicos y gratuitos,de esa forma va haber inclusión y espacio para todos,si es que pensamos tener una argentina para todos y un mundo con espacio para todos. Jesús estaría muy de acuerdo con estos espacios.
Gracias