El fútbol femenino atraviesa un momento sumamente paradójico. Por un lado, es innegable el notable crecimiento de su volumen de participantes, atravesado por una camada de jugadoras que lideraron un camino lento pero constante, buscando romper con los esquemas tradicionales del fútbol argentino. Por el otro, una pandemia mundial que golpea fuertemente al entorno deportivo global y lastima particularmente al amateurismo, en un contexto socioeconómico sumamente desfavorable.
Con índices de deserción altísimos, los deportes colectivos enfrentan el desafío enorme de reformularse como espacios para tejer redes y solidificar la labor conjunta en pos de objetivos que todavía no aparecen con demasiada claridad en el horizonte.
Ese es el tiempo que le tocó a Milena Moyano para convertirse en capitana del equipo femenino de los Quirquinchos Verdes, club insignia de Río Ceballos. Y nadie mejor que ella para navegar en medio de esta tormenta.
La zaguera central del conjunto serrano es parte de una generación que impuso el propio deseo de jugar por sobre los mandatos sociales que imperan en algunos deportes de contacto. El fútbol era un terreno sagrado para los hombres, consigna que Milena experimentó en carne propia. “Mi papá me decía que el fútbol era sólo para hombres, pero yo seguí de todas formas porque tenía un sueño y lo pude cumplir: jugar en un club de primera”, cuenta la jugadora de 29 años que llegó a integrar el plantel de Talleres.
La futbolista saltó a la cancha por primera vez como parte de la “escuelita del cole”, luego de pasar por todos los deportes posibles. Hizo sus primeras armas en el playón del IPEM 78 de Unquillo y en el polideportivo de la ciudad. “Ahí comenzó mi carrera en mi actual club, porque ya entonces nosotras utilizábamos la remera de los Quirquinchos Verdes”, rememora.
Milena se desempeñó en diversas posiciones: fue lateral por derecha, mediocampista central, volante por derecha y hasta arquera en algún partido accidentado en el que su equipo la requirió en el arco. Cada posición implicó para ella un nuevo desafío, pero también la posibilidad de conocer el terreno de juego a fondo, entender las funciones de cada pieza en el equipo y volverse una jugadora mucho más completa y eficiente.

El “extra” de ser mujer
Milena apuesta en la cancha constantemente. Toma decisiones en décimas de segundo y según qué tan precisa sea su labor, las posibilidades de ganar o perder crecen o decrecen. Pero para ella, como para muchas otras mujeres, las tareas no se terminan al salir del rectángulo de juego y los desafíos extra futbolísticos muchas veces terminan alejándolas de la práctica deportiva.
Milena hoy lleva grandes responsabilidades sobre sus hombros. Es la capitana de uno de los equipos femeninos más jóvenes de la liga, es la preparadora física (calificada por su formación en el área) del equipo, es una trabajadora más, antes y después del fútbol y, además, es madre.
“En 2018 fui mamá y estuve dos años sin poder jugar en el club. No podía dejar a mi hijo en ningún lado porque era muy chico”, cuenta la líder de Los Quirquinchos sobre el esfuerzo que significó su retorno al fútbol luego de la maternidad. “No es nada fácil combinar las responsabilidades que nos tocan a las mujeres con lo deportivo”, afirma Milena, poniendo el ojo en aquellas tareas que muchas veces no se reparten equitativamente entre los géneros.
A pesar de las circunstancias, rendirse nunca fue una opción para esta dura defensora central que se encarga de entrenar físicamente a sus compañeras todos los días. “Me gusta el rol de líder del equipo por más que sea difícil, lo hago porque amo el fútbol”, remarca.
Sin embargo, la futbolista confiesa que también le atrae explorar nuevos roles relacionados al deporte que le apasiona, como la dirección técnica. “Me gustaría estar del lado de afuera, porque creo que los equipos de mujeres también necesitan liderazgos femeninos. Las mujeres tenemos otros tiempos y saber manejarlos es muy importante”, reflexiona.
Mientras tanto, Milena se aboca full time a su rol como capitana y no reniega de ello, aunque anhela, al igual que todas sus compañeras, volver al fútbol de antes. Al de los gritos enfervorizados en la cancha, al de las colectas y las rifas, las charlas en los vestuarios, las risas sin protocolo. El fútbol volvió, pero volvió incompleto. La sobremesa del deporte no está ahí, o al menos no por ahora.

El Milenio: Si tuvieras que elegir algo que extrañan el equipo y vos desde que la pandemia irrumpió en el fútbol, ¿con qué te quedás?
Milena Moyano: Es muy difícil señalar una sola cosa. La compañía de nuestros familiares y amigos en los partidos ya no es la misma. Nuestra diez, Maitena, nos traía siempre el apoyo de su abuela, por ejemplo. La señora estaba ahí cada partido, alentándonos. Es algo que vale oro y ahora ya no podemos disfrutarlo.
Los vestuarios se extrañan un montón. Como capitana, por los protocolos, tengo que dar la arenga dentro del campo de juego y ese no es el espacio. El espacio es el vestuario, que es un lugar de intimidad y encuentro del equipo, donde podemos decir lo que queramos en un contexto personal.
El Milenio: ¿Cómo afectó al equipo la pandemia?
MM: Ha sido muy difícil para todas. De hecho, en este momento sólo quedan cuatro jugadoras de las que formaban parte del equipo regular. También tenemos un director técnico nuevo este año. Hemos tenido partidos muy complejos en ese sentido porque todavía nos estamos conociendo y arrancamos desde cero. Por eso lo importante es mantener mucha regularidad en el entrenamiento, porque de otra manera se vuelve difícil competir.
Casi todas mis compañeras van a la secundaria, salvo yo y tres más. Son edades difíciles para trabajar como preparadora física, pero me gusta enseñar, me gusta liderar. Siempre es importante que entendamos que la pelea por ser mejor es interna y que tenemos que enfocarnos en analizar cómo lo que cada una tiene para dar, logra potenciar al equipo.
A nivel físico nos costó a todas. Algunas ya venían con algún recorrido en el gimnasio, pero la dinámica aeróbica del fútbol es algo que claramente tenemos que recuperar todavía. Se necesita preparación física vinculada a específicamente al deporte, nuestra patada y nuestra precisión no son las mismas. A mí se me complicó mucho recuperar mi estado físico y volver a ser una jugadora dinámica. Todavía no me siento al cien por ciento en mi nivel.
EM: ¿Cómo te definirías dentro de la cancha?
MM: Soy muy segura, no dudo en empujar al equipo hacia adelante, incluso en momentos complicados. Tengo mucha visión de juego, soy compañera e intento entender a las demás. Ahora, desde mi lugar como capitana, lo que hago es tratar de que todas se sientan incluidas e importantes. La idea principal es conformar un equipo. Esa es la base que tenemos que consolidar antes de plantear cualquier objetivo. En ese camino estamos.
EM: ¿Qué lugar encuentra el fútbol femenino en los Quirquinchos Verdes?
MM: Siento que recién este año el club está dándole un impulso real al fútbol femenino. Anteriormente hemos atravesado muchas situaciones en las que nos sentimos excluidas. Pero ahora contamos con dos mujeres, Giselle Roldán y Carolina Acuña, que se ofrecieron a participar de la comisión directiva y estamos tomando parte de una manera diferente. Ahora nos enteramos de lo que sucede en el club, antes sólo íbamos, jugábamos y se terminaba nuestro vínculo.
Excelente! Felicitaciones!!!