Cada sábado, Florentino Sanguinetti espera en el Museo de Arte Contemporáneo (MACU) a los visitantes curiosos y amantes de la pintura que se acercan atraídos por sus obras y su peculiar historia. Lo cierto es que son pocas las personas que han sabido combinar con éxito dos profesiones aparentemente antagónicas como lo son el arte y la medicina. Florentino no sólo lo logró, sino que aparte cosechó premios, distinciones, honores y viajes a lo largo de ambas carreras.
Su muestra, inaugurada el 7 de marzo de 2020, se convirtió en “la exposición más prolongada del mundo”, como bromea el artista, cuando la pandemia atrapó a las obras de Florentino en el MACU y a su autor en Unquillo.
Sin embargo, el Pueblo de los Artistas no es nuevo para él. De niño pasaba los veranos en la Estancia Cigarrales de Santa Rosa, un caserón histórico de 1860 que se cuenta entre las primeras construcciones de Unquillo. “Mi abuelo se vino a vivir en 1907 a esta ciudad y para mi hermano y yo, el paraíso siempre estuvo acá, porque hemos sido muy felices en Unquillo a lo largo de nuestras vidas”, cuenta el veterano artista con nostalgia.

Parte de esa felicidad quedó plasmada en la serie Portal del Paraíso, que supo exponer en el Museo Metropolitano de Buenos Aires. “Adentro hay un portal blanco que he tratado de pintar de maneras diversas. Tengo más de 50 cuadros, todos distintos, pero siempre buscando ese paisaje con sus algarrobos”, explica Sanguinetti.
Hoy, Florentino acompaña personalmente a los espectadores en un recorrido pausado y cronológico por su muestra. Mientras tanto, conversa sobre la evolución de su trabajo, reflejada en una selección de 110 cuadros que hablan de una vida repartida entre el arte y la ciencia.
Evolución artística
Florentino empezó a pintar a los siete años y fue nada más y nada menos que Leonor Allende de Buffo quien lo incitó a dar sus primeros pasos en la acuarela, allá por 1939. “Era una artista formidable. Ella me enseñó a copiar del natural, usábamos mariposas, flores, caracoles y otros elementos de la naturaleza como modelos”, rememora el pintor y cuenta que muchas de esas acuarelas se encuentran en su libro “Más Sustancia”.
La muestra avanza y aparecen peces, mariposas y aves mezcladas con figuras humanas y colores intensos. “Desde niño tengo un enorme amor y vocación por las mariposas. Para mí son el símbolo de la alegría, el color, el amor, la libertad y el cambio”, confiesa Florentino.

La diversidad de una vida de trabajo va apareciendo progresivamente a lo largo de los dos pisos del MACU. “Desarrollé mucho la técnica del collage metálico porque me permite generar composiciones ricas y variadas. En los ‘60 estaba pintando estos cuadros cuando se me ocurrió pegarle un trozo de metal, así nació la serie Óleo y Metal”, explica señalando unos lienzos donde llaves y relojes revelan su forma entre la pintura. “La técnica se llama collage embutido, porque si uno pasa la mano, las formaciones metálicas no sobresalen, está todo pulido”, agrega.
Los elementos geométricos también son una característica recurrente en las obras de Sanguinetti que, según él mismo explica, le confieren “cierta seguridad y solidez”. “En la pintura suele haber mucho desorden y confusión. La geometría es como si mantuviera un poco la disciplina plástica”, reflexiona el artista.
“Aquello que es sinceramente creado y trabajado puede tener diversas composiciones, pero todo pertenece a lo mismo. Los grandes artistas son benefactores de la humanidad, al igual que los grandes médicos”
La vasta trayectoria de Sanguinetti lo llevó a conocer muchos lugares del mundo, pero es particularmente significativa para él su experiencia en Múnich, que comenzó en 1953 con una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico. Por las mañanas asistía al Instituto de Patología y por las tardes a la Academia de Bellas Artes, en el mismo taller donde trabajaron artistas como Paul Klee y Vasili Kandinsky.
En 1964 se instaló por dos años en la ciudad alemana, donde conocería a Felix Klee, hijo de Paul. Este encuentro permitió que 170 obras del artista germano-suizo viajaran a una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes. Dos años más tarde, Florentino recibió la Orden de Mérito de Primera Clase por su labor en el intercambio cultural entre Argentina y Alemania.
Dualidades integradas
Algunas obras de Sanguinetti fueron creadas de manera que pueden apreciarse del derecho y del revés, estrategia que le permite al artista jugar con la idea de la contradicción que, en sus palabras, “es un elemento muy atractivo de la existencia humana”.



Sin embargo, es la dualidad entre la vida y la muerte la que ha ocupado el mayor espacio en sus últimas creaciones. “A medida que uno pasa por la vida comienza a pensar en el final y esto se ve en una serie de mis cuadros, donde busco un contraste entre la belleza, la alegría de la vida, y el elemento sombrío y tétrico de la muerte”, apunta el artista. “Creo que la vida es algo milagroso que nos permite el desarrollo libre de nuestras inquietudes y por suerte no pensamos en la muerte, salvo cuando somos viejos y sentimos que la historia se acaba”, reflexiona.

Para Florentino, lo dual es un elemento constante no sólo en sus pinturas, sino también en su historia, repartida entre la medicina y el arte. “Ese es un tema que siempre me preocupó mucho, no sabía por qué tenía dos vocaciones paralelas, me fascinaba ser médico, pero también amaba la pintura. Con los años me he dado cuenta que hay muchos elementos de contacto entre una cosa y la otra”, confiesa.
“Aquello que es sinceramente trabajado, creado y elaborado en la vida puede tener diversas composiciones, pero todo pertenece a lo mismo, como el amor por lo demás, el hacer el bien, el dejar algo bello. Los artistas y grandes pintores son benefactores de la humanidad al igual que los grandes médicos”, concluye con sabiduría.