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El sueño inconcluso de Gandhi

Nataniel Soueid es un joven vecino de Villa Allende que en 2019 inició un viaje de ayuda humanitaria por la India. En aquellas tierras asiáticas, conoció a los intocables, la casta más baja del antiguo sistema social y religioso hindú. En diálogo con El Milenio, reflexionó sobre los cuatro meses que pasó en Varanasi y la situación de pobreza y discriminación en la que viven miles de niños en aquella ciudad.
  • Por Martín Valino y Facundo Quirós.
  • Instituto Educativo Nuevo Milenio.
  • Colaboración: Carlos Romero.

La eliminación del sistema de castas es considerada por muchos historiadores el gran sueño incompleto de Mahatma Gandhi. Se trata de una forma de estratificación social y religiosa que divide a la sociedad india en grupos escalonados y prescriptivos.

En este sistema, miles de personas son excluidas de derechos básicos como vivienda, acceso a la educación o incluso, el respeto como seres humanos. En la actualidad, más de 70 millones de niños y niñas indios se encuentran en esta condición, según datos de la ONG Ayuda en acción.

“Los chicos están tirados ahí y la gente hasta prefiere que se mueran porque les molesta su presencia. No les dejan entrar a ciertos lugares, no les quieren vender mercadería y lo peor es que los propios niños ya tienen naturalizada esa idea”, explicó Nataniel Soueid, un joven de Villa Allende que el año pasado emprendió un viaje por aquellas lejanas tierras del sur asiático.

En su travesía, conoció a los “intocables” o dalits, la casta más baja en el escalafón social hindú, con quienes convivió más de cuatro meses en un reconvertido basural que cumplía las funciones de hogar y escuela para un gran grupo de niños y niñas en situación de extrema pobreza y discriminación social.


El Milenio: ¿Cómo decidiste viajar a India?

Nataniel Soueid: Siempre me interesó la Psicología y la Antropología, el tema humanitario me moviliza mucho. A mediados de 2018 tenía la idea de viajar, juntar dinero y luego dedicarme a hacer un voluntariado. Por ese entonces, estaba trabajando en una empresa que tiene locales en Argentina, Chile y Paraguay, en una agencia de marketing digital y en una empresa de e-commerce, con lo cual estaba ganando una cantidad de dinero importante.

Varios conocidos me decían que continúe por ese camino ya que me estaba yendo muy bien, pero yo me sentía bastante vacío y pensé que de nada me servía acumular dinero y bienes si no los utilizaba para que otras personas tuvieran acceso a más oportunidades. En mi caso, mis padres me dieron las herramientas necesarias, entonces dije “bueno, ahora, ¿qué cosecho de todo esto?” y concluí que no estoy en esta vida para cosechar dinero, sino amor.

En 2019, decidí dejar todo y realizar un cambio. Unos amigos que habían estado en la India me contaron sobre Jesumiel, una argentina que conocieron cuando viajaban por aquel país. La contacto y me cuenta que hacía ocho años que estaba colaborando junto a un compañero allá, que habían conseguido alquilar un basural que reacondicionaron para los niños, pero que ellos se iban y ese lugar construido con tanto amor iba a ser derrumbado.

Entonces me pregunta si yo podría quedarme unos cuatro meses allí, hasta que ellos volvieran. Sin conocer nada más, le dije que sí. Había renunciado a mi trabajo y tenía dinero para viajar un año y medio, así que cambié los pasajes y me fui para allá.

“No hay que esperar a que los otros hagan el cambio, por eso desde mi humilde lugar empecé a utilizar las herramientas que tengo para ayudar. Creo que todos tenemos la responsabilidad de sembrar un mundo distinto”

EM: ¿Cómo fue tu primer acercamiento a los “intocables”?

NS: Al llegar a Varanasi o Benarés, una ciudad sagrada para los hindúes que es prácticamente un gran basural, me di cuenta que todos los conceptos que tenemos de nuestra cultura occidental no aplican allí. Es algo completamente distinto, otro paradigma, otra forma de vivir.

En India la sociedad se divide en castas y este grupo de personas, los “intocables”, pertenece al sector más bajo y pobre. Se los trata como basura, los dejan morirse viviendo en un basural y no sólo que no se respetan sus derechos humanos, sino que este grupo de gente no los tiene, entonces van por el camino del alcohol y las drogas. Había un caso de un niño de 5 años recién recuperado porque era alcohólico y fumador. La gente los insulta, les pega y los maltrata.

Cuando llegué, el hogar donde vivían estos chicos estaba todo inundado, así que hubo que empezar a trabajar inmediatamente, vaciar el lugar y volver a llenarlo. Allí nadie tenía una participación fija, todos realizábamos cualquier tipo de tareas.

Unas de las problemáticas más grandes es el tráfico de órganos, ya que estos niños tienen menos derechos que un animal, hasta los mismos parientes los venden a cambio de drogas. Aun así, es impresionante la sonrisa que tienen, porque a pesar de que su existencia transcurre entre alcohol, drogas y golpes, los niños viven sonriendo.

EM: ¿Reciben algún tipo de educación?

NS: Cuando comenzó todo esto, Jesumiel trabajaba en el hogar Madre Teresa de Calcuta, pero sentía que en la calle hacía falta mucha ayuda, había niños y niñas muriendo de hambre. Así que hace aproximadamente ocho años comenzó a dar clases al lado del río.

Los chicos estaban acostumbrados a golpearse entre sí. Creo que una de las mejores transformaciones que logramos fue cambiar esos golpes por abrazos. Incluso había veces que se golpeaban para que yo los retase y les dijese que se pidieran disculpas con un abrazo, hasta que se entendió que no era necesario el reto para abrazar o darse amor entre sí.

EM: ¿Sentiste miedo o impotencia?

NS: La verdad que no sentí miedo, ni tampoco impotencia. Con el pasar del tiempo entendí que esto es así y los gobiernos siempre actuaron igual. Pienso que no hay que esperar a que los otros hagan el cambio, por eso desde mi humilde lugar empecé a utilizar mis herramientas para colaborar y eso me ayudó a abrir los ojos y ver que esta es la realidad. Creo que todos nosotros tenemos la responsabilidad de sembrar un mundo distinto. 


EM: ¿Cumpliste tu objetivo? ¿Pensás volver?

NS: Creo que mi objetivo es ser coherente en lo que pienso, lo que siento, lo que digo y lo que hago. No es algo que se logre, sino que día a día trato de mejorar. Y sí, tenía pensado volver en septiembre, pero con la pandemia espero poder volver el año que viene porque realmente aprendí mucho y los considero como una familia.

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