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Francesco Tonucci. Ojos de maestro, corazón de artista y alma de niño

Francesco Tonucci es un reconocido psicopedagogo, investigador, escritor y dibujante italiano que ha reinventado escuelas y ciudades alrededor del mundo. Su trabajo se centra en el estudio del pensamiento y el comportamiento de las niñas y niños, defendiendo su libertad, su independencia y su derecho a ser escuchados y reconocidos en su particularidad. En el marco del Día del Maestro, el pensador compartió una enriquecedora charla con Benjamín Godoy, estudiante de quinto grado del Instituto Educativo Nuevo Milenio.
  • Colaboración: Benjamín Godoy.
  • 5to grado, Instituto Educativo Nuevo Milenio

Francesco Tonucci nació en Fano (Italia) el 5 de julio de 1940, solo 25 días después de que su país entrara en la Segunda Guerra Mundial. “En mis primeros recuerdos de pequeño está el bombardeo a la ciudad, y luego ya no había puentes ni campanarios. Al ser recuerdos de niño, no están impregnados de miedo, sino más bien de sorpresa, como cuando vi a los soldados escoceses con sus faldas o a los hombres de piel negra que venían de Estados Unidos”, contó con tranquilidad al niño de once años que lo observaba a través de la pantalla.

A pesar de su corta edad, Benjamín Godoy (estudiante de quinto grado del Instituto Educativo Nuevo Milenio de Unquillo) se animó a entrevistar al reconocido maestro, pensador, investigador, pedagogo y dibujante italiano que ha dado al mundo numerosas obras sobre el papel de los niños y niñas en las sociedades actuales.

Su crítica al sistema educativo ha tomado particular relevancia en los últimos años, ya que propone modificaciones profundas en los programas escolares, apostando por brindar a los niños la posibilidad de tener tiempo libre, no sobrecargarlos con deberes, escuchar y confiar en su voz para alimentar la libertad y el compromiso, y fomentar la diversión y la cooperación que fortalecen el conocimiento, entre otros postulados.

El niño verdadero


En cuarenta minutos de charla, Tonucci compartió con Benjamín diversos aspectos de su vida, sus reflexiones sobre la infancia, el trasfondo de “Frato” (el pseudónimo con el que firma sus viñetas) y su actualidad en tiempos de pandemia. “Lo importante de la educación no es llenar un vaso vacío, sino ayudar al trabajo de elaborar todo lo que hay adentro”, sostuvo el pensador ante el niño.

En este sentido, muchas investigaciones del maestro italiano giran en torno al desarrollo cognitivo durante la infancia y su relación con la metodología educativa. Curiosamente, el origen de estos trabajos se encuentra en una inocente expresión que le escuchó decir a su hijo cuando tenía sólo tres años: “He descubrido”.

“Me llamó la atención porque es un error muy particular, no podía haberlo escuchado de un adulto. Entonces me di cuenta que había construido esa frase solo porque ya sabía conjugar los verbos. A esa edad, los niños tienen un conocimiento muy avanzado de la lengua, conjugar los verbos no es poco. Entonces pensé que, tristemente, en unos años mi hijo iría al colegio y le enseñarían a escribir copiando letras en un cuaderno, y así ocurrió”, indicó Tonucci sobre lo que calificó como un método “absurdo”.


Las viñetas de Frato combinan crítica y humor para dar voz a lo que callan los niños.

“Esto significa que hay dos maneras de pensar a los niños. Por un lado, pensar que son pequeños que no saben nada y tienen que aprender y repetir lo que dictan los apuntes, como ocurre muchas veces en la escuela. O, al contrario, entender que son personas que desde que nacen aprenden constantemente, muchas veces sin darse cuenta, porque son pequeños, y lamentablemente sin que se den cuenta los adultos que los rodean. Para mí, este es el niño verdadero”, explicó Tonucci a un atento Benjamín.

En palabras del pedagogo, el “niño verdadero” es un niño que sabe mucho. “Cuando noté esta diferencia, pensé que era importante profundizarla para ayudar a los adultos a entender que sus hijos o sus estudiantes no eran lo que pensaban, es decir, unos pequeños que no saben nada y tienen que aprender, sino que son personas con muchos conocimientos”, sostuvo el maestro y pensador.

“Cada niño y niña tiene derecho a ser sí mismo, no lo que piden los profesores o sus padres. La escuela debe valorar la diferencia, en lugar de castigarla. Desarrollar su personalidad no es algo para enseñar, sino para descubrir”

Entre la expresión y la educación


“Frato” es el pseudónimo con el cual Francesco Tonucci firma sus viñetas, una combinación de las primeras sílabas de su nombre y apellido. En diálogo con Benjamín, el innovador de escuelas reveló que pudo haber nacido para ser artista, pero las vueltas de la vida lo llevaron a dedicarse a la educación. Sin embargo, de alguna forma, Frato se convirtió en la síntesis del maestro y el artista que viven en Tonucci.

“Cuando empecé a dibujar viñetas tenía un poco de vergüenza sintiéndome ‘artista’, como si lo mío fuera una producción de escaso valor. A la vez, me parecía poco noble dibujar viñetas siendo investigador, por eso me escondí detrás de un pseudónimo. Esta es una interpretación que hice después, porque en ese momento no lo tenía tan claro. Quizás lo hice para esconderme, o quizás lo hice a modo de juego, como un disfraz. Creo que siempre peleo con Frato como una forma divertida de crear”, compartió Tonucci ante la curiosidad del niño que lo entrevistaba.

Pocos asocian las viñetas con el psicopedagogo que recorre el mundo para cambiar las escuelas y el futuro de las infancias, el mismo Tonucci reconoció que en España se sorprendieron al descubrir la relación. Al mismo tiempo, reveló que menos aun son los que conocen su faceta como dibujante y pintor, más allá de esas pequeñas ilustraciones.

Aunque dibujó desde siempre, esta forma de discurso comenzó a ocupar un lugar más relevante en su vida por el año 1968. Mientras los estudiantes revolucionaban al mundo y todos buscaban nuevas formas de expresarse, Tonucci encontró la suya en las viñetas que acompañaban los márgenes de sus apuntes y, más tarde, de sus libros.

Combinando humor, ingenio y crítica, el pensador encontró una nueva herramienta para visibilizar las problemáticas de la infancia. “Las viñetas nacen para dar voz a los niños, que, por una razón u otra, muchas veces no expresan lo que sienten. Cuando un niño se queja con un adulto, es probable que tenga un buen porcentaje de razón. Un error muy típico de los adultos, por ejemplo, es olvidarnos de nuestra infancia y repetir cosas con nuestros hijos o estudiantes, que cuando éramos niños no nos gustaban. Mis viñetas intentan hacer visible esos conflictos y siempre se han parecido a una sátira”, compartió con Benjamín.

El derecho a ser


La educación atrapó la atención de Tonucci cerca de los 26 años de edad, cuando comenzaron sus primeras investigaciones en Psicopedagogía. Su primera obra titulada “Por una escuela alternativa” data de 1978. “Siempre me interesó mucho lo que ocurre alrededor del nacimiento, cuando los niños son muy pequeños y van al jardín y luego al primario. Hace treinta años abrí otro frente que se llama la Ciudad de los Niños y Niñas que no es un proyecto educativo, sino político”, comentó Tonucci.

La iniciativa propone adaptar las urbes teniendo como eje el trayecto casa-escuela de niños y niñas. Se aplicó por primera vez en Fano, su ciudad natal, y se extendió alrededor del mundo, llegando a provincias argentinas como Santa Fe, Neuquén y Buenos Aires. Así, cientos de grupos infantiles transitan por las calles de manera organizada e independiente, con colaboración de la comunidad.  “La calle es peligrosa porque no hay niños en ella”, suele decir Tonucci en numerosas conferencias y alega: “Es una paradoja. Su presencia obliga a los adultos a tener cuidado”.

Durante la charla con Benjamín, Frato recordó los derechos de la infancia, tema central de su libro “Manual de guerrilla urbana: para niñas y niños que quiere conocer y defender sus derechos”, cuyo objetivo es ayudar a los más pequeños a conocer y revindicar las leyes que se hicieron para protegerlos y que muchas veces no son respetadas.

“La Convención sobre los Derechos del Niño, por ejemplo, establece como directriz de la educación el desarrollo de la personalidad y las aptitudes de cada niño y niña. La maestra que dice ‘tal es tímido’ o ‘este es agresivo’, traiciona de alguna manera esta ley”, señaló Tonucci y Benjamín coincidió. “Cada niño puede tener su forma de ser y no significa que no sea estudioso, nadie es igual a los demás”, reflexionó el joven estudiante.

“Exacto”, respondió Frato, “Cada niño y niña tiene derecho a ser sí mismo, no lo que piden los profesores o sus padres. La escuela debe valorar la diferencia, en lugar de castigarla. Desarrollar la personalidad de los niños no es algo para enseñar, sino para descubrir”.

Como en muchas de sus charlas, Tonucci recurrió a las palabras del escritor Gabriel García Márquez para cerrar su idea. “Para nadie es fácil saber cuál es su aptitud principal, pero la escuela puede ayudarte a descubrir cuál es tu vocación, aquello para lo cual naciste. Como decía García Márquez, cada uno tiene su juguete favorito y la misión de la educación es ayudar a cada niño y niña a descubrirlo y desarrollarlo lo máximo posible”, concluyó el pensador.

“Los niños y niñas no son unos pequeños que no saben nada y tienen que aprender, son personas con muchos conocimientos. Lo importante de la educación no es llenar un vaso vacío, sino ayudar al trabajo de elaborar todo lo que hay adentro”

Más juegos y menos deberes


Como les sucedió a muchas personas, para Tonucci, la cuarentena en soledad fue un proceso complicado. “No me costó lavar, planchar o cocinar, son cosas que me gustan, lo difícil fue no poder encontrarme con mis hijos y nietos, eso sí fue una crueldad muy fuerte. Por suerte, después de tres meses de aislamiento total, pude dejar Roma y venir a mi pueblo, donde estoy rodeado de bosques, esperando que nazcan las setas”, le contó a Benjamín.

El 6 de mayo, en el marco de una serie de conferencias con distintos países latinoamericanos, Francesco Tonucci compartió una charla virtual y abierta con el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta. Durante el encuentro, Trotta indagó sobre las posibles respuestas educativas frente a un escenario marcado por la desigualdad y la diversidad de condiciones materiales y afectivas.

Tonucci inició su reflexión llamando la atención sobre el “binomio fantástico” de palabras que componían el título de la conferencia. Por un lado, “infancia”, ligada a la vida, el juego, el movimiento y la creación; y por otro “Covid-19”, asociado a la muerte, la enfermedad y los problemas. Desde ese lugar, el pensador apuntó que la crisis es una oportunidad de progreso para la educación, el momento de hacer aquellos cambios que la escuela requiere hace mucho tiempo. De hecho, anticipó que de eso se tratará su próximo libro, titulado “¿Puede un virus cambiar la escuela?”.

Para el pedagogo, es imprescindible repensar los ámbitos que transitan los niños, los cuales se han ido reduciendo a lo largo del tiempo. Históricamente, las infancias se vivían entre el hogar, que brindaba el afecto, la escuela, que aportaba los aprendizajes, y la calle, que aseguraba las experiencias de vida. En los últimos años, la calle y el juego empezaron a perder terreno frente a las horas de estudio. Ahora, como apuntó el investigador, la llegada del coronavirus volvió a mermar los espacios de los niños, que se redujeron a uno solo: su casa.

“Cuando esto ocurrió, desde nuestro proyecto internacional la Ciudad de los Niños, lo primero que buscamos saber fue qué estaban pensando los niños, porque cuando empezó la tragedia todo el mundo pidió consejo a los expertos, pero nadie les preguntó a ellos. Convocamos los consejos de los niños y salieron tres cosas importantes: les faltan amigos y amigas, a muchos les gusta estar con sus padres más tiempo, pero lo que no soportan son las tareas”, señaló el investigador.

En este sentido, Tonucci desplegó ideas y estrategias que desafían a repensar la escuela, la familia y la ciudad, lugares que componen el ecosistema de la infancia, hoy puestos en jaque por la pandemia. “En primer lugar, el reto será pensar la casa como un espacio para crear, aprender, investigar y también tener momentos o refugios para la intimidad”, apuntó el autor italiano.