La música de Nicolás Rubinstein se distingue por su variedad y su fusión electroacústica. Tras pasar por diversas formaciones, el guitarrista y compositor se encuentra abocado actualmente a la presentación de su segundo disco solista, “Enfrentando la gravedad”.

- Por Mariana Rey.
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Colaboración: Emiliano Pesasi y Delfina Hidalgo (5to IMVA). Tomás Antoun y Martín Mías (5to IENM).
Sería injusto decir que Nicolás Rubinstein es un simple guitarrista, porque es mucho más que eso. Compositor, cantante, docente y luchador incansable, viene cimentando hace tiempo obras musicales llamativas y variadas.
A fines del año pasado, este músico y profesor del Instituto Milenio Villa Allende, presentó su nuevo disco “Enfrentando la gravedad”. Sus 11 temas, compuestos íntegramente por Rubinstein, fueron grabados en el fondo de su casa, de forma casera, en conjunto con Gastón Oroná (batería), Pablo Sayago (bajo) y Nicolás Gianfelici (teclado).
En entrevista con El Milenio, el artista repasó sus comienzos en la música, el enfoque que lo conduce y las particularidades de su último trabajo.

El Milenio: ¿Qué te llevó a entrar al mundo de la música?
Nicolás Rubinstein: Cuando tenía 14 años, me gustaba mucho el punk, el rock y el heavy metal de esa época, bandas como Attaque 77, Ramones, Sex Pistols, Divididos, Los Piojos o Metálica. Un día dije “¡yo quiero tocar eso!”, así que busqué una guitarra y empecé a tomar clases. Me pareció fascinante. Más adelante empecé a investigar y a estudiar música, conociendo otros estilos. Hasta el día de hoy, sigo en ese proceso de descubrimiento, buscando quiénes son los músicos que me gustan.
EM: ¿Cómo fue la relación entre tus estudios y la música?
NR: Cuando dije que quería estudiar música, se desató la eterna pelea con mi viejo. Él me decía la típica: “¡te vas a morir de hambre!”. Al final hice un año en La Colmena y después me pasé a la Universidad Nacional de Córdoba. Aprendí muchísimo, pero la UNC se concentra principalmente en lo teórico y yo quería tocar, así que asistí a muchas clases prácticas en diversas academias de música de Córdoba.
Todo eso se traduce en mi trabajo docente ahora: mis estudiantes de secundario, además de tocar, reciben una base teórica importante, como en las otras materias. La música debe tener ese lugar porque es un lenguaje más. Yo les enseño a leer y escribir música para que, si el día de mañana quieren profesionalizarse, tengan una base que les sirva.
“El nacimiento de mi hija fue como la explosión de una supernova: al principio se desata el caos, pero con el tiempo, la gravedad hace que el sistema solar se vaya acomodando.
EM: ¿Cómo trabajás la composición de tus canciones?
NR: Cuando era chico, tenía que escribir las letras y la melodía. Ahora es más fácil: tenés una idea, la grabás y sobre eso trabajás. Ese es mi método, voy haciendo maquetas de lo que se me va ocurriendo. A los temas de “Enfrentando la gravedad” les fui grabando los instrumentos y las voces por separado. Antes había hecho lo mismo con “Enraizado”: grabé todas las canciones yo solo y después conocí a los músicos (de ahí nació el grupo “Antigal”).

Lo bueno de grabar en casa es que, al buscar los músicos, ya se dan una idea de lo que quiero hacer y todo es más sencillo. Al final, los temas suenan diez veces mejor que como los grabé yo, porque hay profesionales que cumplen su rol. De esa forma, las canciones toman mucho más vuelto que si tocara yo solo.
EM: ¿Cómo definirías tu estilo?
NR: Yo no me encasillo en ningún género, me gusta todo, desde el folklore hasta el heavy metal. Me parece enriquecedor e interesante, por ejemplo, hacer una chacarera con guitarra eléctrica y meterle un toque uruguayo y un poco de jazz. Son búsquedas que uno va haciendo con el sonido.
La idea de “Enfrentando la gravedad” fue jugar un poco con lo eléctrico y lo acústico para volver hacia el rock, porque mi anterior álbum solista (“Enraizado”) era más tirado al folklore.
EM: ¿Cómo fue el proceso de producción de tu último trabajo?
NR: Empecé a grabar en 2016 y terminé en 2018, un tiempo largo para un solo disco. Yo estaba grabando en un estudio armado caseramente en el fondo de mi casa, con una computadora y una placa de sonido. En el medio de ese proceso, nació Mora, mi segunda hija, y ahí tuve que parar un tiempo.
Cuando ella cumplió un año, yo ya tenía muchas cosas grabadas, entonces empecé a recopilar todo y ver qué salía. De ahí viene el nombre y el arte de la tapa del disco, porque el nacimiento de Mora fue como la explosión de una supernova: al principio se desata el caos, pero con el tiempo, la gravedad hace que el sistema solar se vaya acomodando.

EM: ¿Cómo ves los espacios para la música independiente en Córdoba?
NR: La verdad que no hay muchos, y menos para la música propia e independiente que además no es bailable. Nosotros empezamos tocando con Calle Vapor, que hacen principalmente son cubano, y a ellos les va muy bien ahora. La música bailable convoca mucho, pero falta la cultura de ir a un lugar, pagar una entrada y sentarse a escuchar algo nuevo. La situación económica tampoco ayuda, porque para que te rinda, una entrada tiene que valer mínimo $300.

EM: ¿Sos abierto a los nuevos géneros musicales?
NR: No he incursionado en estilos como el reggaetón o el trap, pero no siento que estén mal. Pienso que todo lo que está bien hecho, es válido. Ahora, si algo suena mal, está desafinado o se nota que no hay un verdadero esfuerzo o idea artística, me parece que no tiene sentido.
Quizás el día de mañana vaya metiendo esos nuevos géneros en mis discos, porque uno aprende y la cultura te va marcando. Las nuevas generaciones también conocen a Queen o a Los Redondos, esas bandas de los 80-90 no quedaron en el olvido, influyen en las canciones nuevas, surgen mezclas innovadoras y así la música va creciendo.
IDA Y VUELTA / RADIO EL MILENIO