Ariel Bernasconi, más conocido como el “gordo Ariel”, ha cosechado a lo largo de su vida tantas amistades como sonrisas. Vive en la ciudad de Unquillo desde hace años, pero hace poco que se lo conoce como humorista. Aceptando lo que verdaderamente lo apasiona en su vida, se confiesa, en una entrevista con El Milenio, donde no sólo dejó en claro su talento sino que también dejó sus cuotas de humor.
Por Amira López Giménez
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UNQUILLO – “Yo siempre fui medio payaso”, comienza diciendo el nuevo humorista serrano relatando sus primeros pasos en la práctica. “Resulta que en un asado en Córdoba, me vio un tipo y me preguntó si hacía shows y me dijo que a esto lo tenía que hacer profesionalmente. Siempre lo hice como algo natural, a todo le busco algo gracioso, y hago una historia. Así que me hizo unos contactos y ese mismo año, en el 2011, estaba en una obra en Carlos Paz actuando. Fue tipo sin escalas”, confesó Bernasconi de su primer encuentro con Jorge Antun, su padrino artístico, que hasta el día de hoy lo acompaña en su carrera.
A partir de ese año su vida dio un giro más, pero esta vez lo llevó a las tablas de los escenarios más codiciados de la farándula cordobesa y del país, para no volver a bajarse de ellas. Al año siguiente Santa Rosa lo aclamó, pero la consagración final vino de la mano del premio Carlos al mejor espectáculo de humor, premio que ni más ni menos lo ubica entre los mejores humoristas de Córdoba.
Teniendo como referentes a personajes con amplia trayectoria como el Negro Álvarez y Cacho Buenaventura, Bernasconi resume su espectáculo en un monólogo de su vida que ha ido puliendo a lo largo de sus presentaciones y que sale del prototipo clásico del Stand Up. “Felizmente Gordo” y ahora “Fiesta en la Pensión”, son obras que traen un arduo trabajo, de horas de ensayo y elaboración de guiones, no es nada fácil hacer reír a las personas.
“No me caracterizo por un humor agresivo, todo el humor que yo hago es de mi persona, o sea de mi pareja, de mi cuerpo, de mi pelo, o sea, no ataco ni agredo a nadie”, aseguró y aclaró que el stand up toca temas actuales e intercalados, en cambio un monólogo es una historia con un hilo conductor que siempre se renueva. “Cuando estoy presentando un espectáculo, voy contando cómo fue mi adolescencia, cómo conocí a mi pareja, lo voy condimentando según lo que funciona con el público. Eso diferencia al monólogo del stand up”.
El buen humor es una expresión que requiere un compromiso de muchos años para sus practicantes. “Hay que tener en cuenta que no es lo mismo hacer reír a un grupo de 20 amigos que sabés lo que les gusta, que hacer reír a un público muy variado, donde hay gente extraña y de distintas edades, y tenés que hacerlos reír a todos”.
En la ciudad natal
El nuevo humorista de las Sierras Chicas reconoce no ser un famoso de la zona y que el público aquí es distinto. “Acá me siguen viendo como el gordo chanta, el gordo Ariel, y está bueno, porque en realidad yo siempre voy a seguir siendo el gordo Ariel”, expresó sobre su experiencia en el Cine Teatro Rivadavia de Unquillo, donde presentó por primera vez su obra, después de cinco años de carrera, acompañado de su equipo de producción.
“Después de varias cosas que sucedieron en mi vida, llegué a un punto que dejé de lado mi sueño. Los golpes te enseñan que es bueno vivir, tratar de estar bien. Creo que este es mi momento y me quiero dedicar de lleno. No quiero el día de mañana preguntarme qué hubiera sido, o a donde estaría si no lo hubiera hecho”, opinó Ariel dejando en claro que el arte del humor es cosa seria y que está decidido a llevarlo adelante.
Consejo: “No te dediques al humor que me quedo sin trabajo”
“Todo el mundo dice que es un ambiente duro, que es complicado, pero hay que poner ganas y garra todo el tiempo y no desesperarse porque en algún momento se da, como todo en la vida”, afirmó al mismo tiempo que puso en sobre aviso que le gusta ayudar a los chicos que recién empiezan, ya que suele ser un ambiente con muchas hostilidades.
Sus inicios en Carlos Paz, se vieron plagados de distintas experiencias que lo ayudaron a desenvolverse como un buen humorista, aclamado y reconocido en la ciudad. Las temporadas de verano le dieron más cancha, pero como todo, se empieza de a poco.
“Yo hacía de un personaje afeminado y como no tenía nada de tabla recibía a la gente. Era el primer contacto que tenían cuando entraban al teatro y la gente se prestaba, pero uno en ese sentido tenía que ser muy cuidadoso. Hay gente que va predispuesta a divertirse, y hay gente que es dura. Me pasó que había una pareja y la chica me dijo: ¡No lo toques, es mi novio! Y yo tenía el micrófono puesto y le digo con la voz mía: Flaca, tranquila que es un personaje, no me gusta tu novio. Todos empezaron a reír porque se escuchó en toda la sala y la mina, bordó, pidiéndome disculpas. Aproveché para hacerla reír. Esa experiencia estuvo muy buena”, recordó el unquillense sobrevenido a humorista.