La profesora Ingrid Solana del Instituto Educativo Nuevo Milenio repasa el viaje que realizó con un grupo de alumnos a la fantástica tierra de Misiones.
Por Lucía Argüello
luciaarguello@elmilenio.info
Colaboración: Agustín Paredes, Valentina Carranza,
Josefina Rodriguez Brañas y Facundo Gelosa.
MISIONES – Viajar es una de las mejores y más divertidas formas de aprender. Así lo piensa la Fundación Josefina Valli de Risso y por eso, a lo largo del plan educativo primario y secundario, los alumnos tienen la oportunidad de realizar distintos viajes que los llevan a conocer Córdoba, Argentina e incluso, otros países.
En esta ocasión, un grupo de alumnos de la institución viajaron a mediados de octubre para conocer la exótica y maravillosa provincia de Misiones.
“El noreste tiene una belleza muy especial, con esa vegetación tan frondosa, la tierra colorada, el clima húmedo y caluroso. Lo más interesante de estos viajes, amén del conocimiento geográfico, histórico y biológico de la región, es lo que logramos con los chicos, que vayan de ambos cursos, que hagan más amigos, que aprendan a convivir. Son viajes realmente únicos y un recuerdo muy valioso para ellos”, explicó Ingrid Solana, docente del IENM que acompañó a los jóvenes durante la travesía.
El Hotel
“Paramos en el Hotel Don Horacio, que es un tipo de hotel natural selvático ya que se encuentra en el medio de la selva, en Puerto Iguazú, a un kilómetro y medio de la frontera con Brasil. Son como cabañitas comunicadas por senderos elevados. Un lugar hermoso, uno está inmerso realmente en la naturaleza, es impresionante despertar al amanecer y escuchar el canto de tantos pájaros. Además tenía pileta y un comedor espectacular donde servían sólo comida sana, nada de frituras”, contó “la profe”.
Las Cataratas, una postal del paraíso
El Parque Nacional Iguazú aloja una de las 7 Maravillas Naturales del Mundo que todos (y más los argentinos) deberían conocer: las Cataratas del Iguazú (en guaraní, “agua grande”), un lugar que ejerce una fascinación irresistible, a la cual los alumnos milénicos no permanecieron ajenos.
“Uno ve muchísimas fotos pero el estar ahí, oler la catarata, experimentar esa tremenda fuerza, sentir que viene el viento y te moja, es otra cosa. Es una experiencia que hay que vivir y un recuerdo que te queda para toda la vida”, comentó Ingrid.
En el Parque, la flora imponente rodea a los turistas durante todo el recorrido, pero quienes dan más que hablar son los animales que lo habitan. “Vimos muchas lagartijas e iguanas, monitos, aves de todo tipo, un montón de mariposas, pero los más representativos son los coatíes. Lo sorprendente es cómo ellos han cambiado su dieta con el turismo, han pasado de los gusanitos y las frutas al McDonald’s, el pururú, las galletitas y la comida chatarra. Abrís un paquete de lo que sea y ya los tenés alrededor, te sacan la comida en un abrir y cerrar de ojos”, contó la profesora.
A pesar de que para muchos la idea de un coatí robando un paquete de galletas puede ser una imagen graciosa o simpática, lo cierto es que los guardaparques insisten en que no los alimenten y vigilen su comida, no sólo por las heridas que pueden provocar cuando los visitantes se resisten a entregar sus alimentos, sino también porque este cambio de dieta acarrea enfermedades nutricionales para estos animales autóctonos.
Ruinas de San Ignacio, el tiempo detenido
Entre 1609 y 1818, en el corazón de la Cuenca del Plata (que incluye territorios de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), se desarrollaron las Misiones Jesuíticas Guaraníes, más de 30 pueblos organizados que llegaron a registrar 141.182 habitantes en 1732 pero que, hacia 1767, fueron abandonas, destruidas por las invasiones portuguesas y paraguayas, y posteriormente saqueadas.
“El trabajo de los jesuitas era impresionante, cada 30 o 40 kilómetros había una misión, y cada una tenía un sentido económico y religioso. Era una estrategia de dominación y evangelización muy vasta”, explicó Ingrid.
De aquella gran red, las ruinas de la reducción San Ignacio Miní constituyen uno de los vestigios arqueológicos más importantes. “A pesar de que nos tocó un día lluvioso fue una visita sumamente interesante. Uno se para ahí, en el medio de ese gran patio, y no puede evitar pensar ‘qué grande era esto’. Es algo que despierta la imaginación, con las explicaciones del guía uno va llenando los espacios vacíos para imaginar cómo debió haber sido la vida en aquellos tiempos”, añadió la docente.
Minas de Wanda, las joyas de la tierra
Se trata de un yacimiento de piedras semipreciosas, fundamentalmente cristales de cuarzo, amatistas, ágatas y topacios, surgidas a raíz de grandes burbujas de lava hace millones de años. “Se puede entrar a la mina, es un recorrido bastante seguro porque no descendés mucho. Ves las ollas de piedras semi preciosas, que son algo fascinante, también cómo las sacan y cómo las trabajan. La más cotizada es la amatista”, relató Ingrid.
La cuna de la Yerba Mate
El infaltable de todos los argentinos, el mate, tiene su origen en los yerbatales de Misiones. “Visitamos la yerbatera Piporé, que es muy interesante porque está organizado como cooperativa y una particularidad de su trabajo es que exportan muchísimo a Siria, incluso nos dijeron que en Siria se toma más mate que acá, pero ellos toman de forma individual, cada uno tiene su mate y su paquetito de yerba, no como nosotros, que tomamos en forma colectiva”, explicó la profesora del IENM.