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Celebrando lo imposible

CAMPEONES. Histórico: Argentina campeón de la Copa Davis.

La primera experiencia de Guillermo Vilas y José Luis Clerc en aquella final ante el Estados Unidos de John McEnroe y Peter Fleming. El periplo en Rusia 2006 con David Nalbandian alimentando la ilusión Argentina, aplastando a Marat Safin y Nikolai Davydenko. Las lágrimas de Mar del Plata 2008 en una final traumática. La última derrota ante España en 2011, contra el poderío de Rafael Nadal y David Ferrer.

Cada pesado recuerdo del tenis argentino se hace liviano en los hombros inconscientes de Federico Delbonis. 6-3, 6-4, 5-2, 40-15 indica el marcador en Zagreb, Croacia. El oriundo de Azul bota la pelota en varias oportunidades. Toma un respiro profundo mientras repasa cada movimiento en su cabeza, una, dos, tres veces.

El público no quiere, o ya acaso no puede acatar la orden de silencio del juez de silla. Delbonis ejecuta su extraño lanzamiento de pelota, al descender impacta el saque con contundencia y el gigante Ivo Karlovic no puede controlar la devolución.

La bola pica afuera y el tenis argentino se desploma en el piso. En una montonera interminable de cuerpos festejando en medio de la cancha se encuentra el alma de un equipo que supo definirse como tal. En un deporte que en ocasiones alcanza a exacerbar el individualismo Argentina logró construir el triunfo más grande de su historia tenística basándose en la comunión colectiva detrás de un objetivo.

Sin egos desmedidos,  la albiceleste se alejó del traicionero hilo de los resultados para construir victorias disfrutando cada segundo de un proceso que excede los marcadores. En el medio Argentina logró levantar la ansiada Copa Davis ganando cada serie en condición de visitante, la primera en Polonia, la segunda en Italia, la tercera ante la en ese entonces campeona reinante Gran Bretaña, coronando la hazaña contra los gigantes croatas.

Daniel Orsanic se consagró como gran capitán eligiendo a la perfección las piezas de la maquinaria Argentina. Guido Pella fue la nueva apuesta, ganando grandes partidos tanto de singles como de dobles, desde la frenética superficie polaca hasta la gran victoria ante Gran Bretaña en Glasgow.

Leonardo Mayer apareció en el punto decisivo en semifinales con toda su estirpe copera, como ante Brasil en el 2015, para dar el batacazo y llegar a otra final. Federico Delbonis disipó cualquier duda en Italia, pateando el tablero ante el campeón local Fabio Fognini, para luego explotar en el quinto punto de la final, mostrar el temple que solo tienen los grandes, y derrotar en un partido inolvidable al bombardero Ivo Karlovic.

Del Potro volvió haciéndole frente a los fantasmas de las lesiones y las críticas cortas de fundamentos, para ser el as de espadas que Argentina necesitaba. Antes de su tiempo en el quirófano la “Torre de Tandil” ya había dado sobradas muestras de calidad y sacrificio en función del equipo argentino.

Lejanos en el tiempo de quienes solo recuerdan los desencuentros entre capitanes y jugadores queda la historia temprana de Juan Martín Del Potro, cuando con apenas 18 años debutaba en Copa Davis y derrotaba al ex top ten Jurgen Melzer en Austria. Apenas detalles duermen en el archivo de las victorias del tandilense que a los 20 años pasaba por arriba al por ese entonces top 5 Nikolai Davydenko, y le daba el boleto a la final a Argentina en un quinto punto contra Rusia.

Luego de las medallas de bronce y plata, las victorias ante todos y cada uno de los mejores jugadores del mundo quedaba un último capítulo por cerrar para el tandilense: la Davis. Allí volvió a demostrar su épica, sacando de carrera al número uno, Andy Murray en uno de los partidos más largos de la historia de la competición, y remontando un encuentro inverosímil ante Marin Cilic este domingo en Croacia, estando dos sets a cero abajo.

Suena el himno nacional en Zagreb. La bandera se iza bien alto mientras el orfebre va escribiendo letra por letra la palabra Argentina en un trofeo que hasta hace horas parecía imposible.
Imposible era pensar que un deporte argentino vacío de infraestructura o planificación iba a coronarse ante las grandes escuelas del tenis mundial. Imposible era creer que el combinado albiceleste iba a poder codearse de nuevo con los mejores, luego de desperdiciar a “La Legión” como un conjunto de talento tenístico argentino irrepetible.

Entre las serpentinas y el brillo incandescente de la victoria quizás sea prudente tomarse un tiempo y recordar algunos símbolos del tenis argentino que persiguieron con fiereza la ensaladera, sin poder tocarla. Entre los próceres de esta historia estará Guillermo Vilas, revolucionando el deporte y alcanzando una infinidad de triunfos en Copa Davis. También el formidable David Nalbandian, uno de los jugadores más coperos y trascendentes de la historia, quien logró incontables actuaciones heroicas, de local o visitante manteniendo viva la llama de la Davis.
Más de 100 años de historia tiene la ensaladera de plata, y más de 100 años llevaba el tenis argentino persiguiendo un sueño eternamente postergado. Quienes practican con pasión un deporte entenderán lo habituados que están los competidores a convivir con la derrota. Los buenos, los mejores, se nutren de ella. Aprenden de los errores, los memorizan y vuelven a intentarlo hasta que ya no quede nada para dar.

Argentina aprendió. Arrancó una página del libro de los grandes campeones, comprendió a la fuerza que las individualidades con jerarquía no son garantías ni siquiera en el tenis. El equipo de Orsanic puso a la celeste y blanca en lo más alto de la mano de un mensaje tácito pero claro. El todo siempre es más que la suma de las partes.


Campeones indiscutibles.