El Acompañante Terapéutico es una profesión poco conocida, pero que se instala en Sierras Chicas como una alternativa a la hora de ayudar a personas con padecimientos mentales, discapacidades, adicciones y víctimas de violencia.

Por Redacción El Milenio.
En la actualidad, y de la mano de la nueva ley nacional de salud mental, surge el rol del Acompañante Terapéutico -AT-, una figura profesional poco conocida, o muchas veces mal interpretada.
A diferencia de los asistentes terapéuticos, el AT es un agente de salud que está preparado para integrar equipos interdisciplinarios, y participar en la elaboración de estrategias de tratamiento, y su función es brindarle al paciente una atención personalizada como a su familia, con el objetivo de lograr su recuperación, el mejoramiento de su calidad de vida y/o su reinserción social.
El trabajo asistencial implica un enfoque del sujeto en su contexto vincular, el cual incide directamente en su estado.
El sociólogo Pablo Brueyne, integrante del grupo Devenir de Río Ceballos, explicó aEl Milenio que se trabaja desde lo vincular, que es lo singular de cada persona. “El objetivo del acompañante terapéutico es interdisciplinario, comunitario. Se trata de devolver a la persona con padecimiento mental sus vínculos afectivos, todos los derechos que en un lugar de encierro se perdieron. Tantos años de encierro llevan a tener más derechos perdidos que adquiridos. Los pacientes en situación de encierro pierden muchas capacidades y habilidades psicosociales de la vida cotidiana”, agregó.
Por una parte, el AT se adecua a las nuevas necesidades y alternativas de abordaje correspondidas a la Ley Nacional de Salud Mental 26.657 y a la Ley de Salud Mental de la provincia de Córdoba 9848, en las que la salud es entendida como un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de enfermedades.
“Es importante resaltar que estos nuevos marcos legales y demandas institucionales del ejercicio del AT emanan a raíz de que el actual sistema de salud mental tiene ciertos déficits en cuanto al acceso a la promoción y prevención, basados en los principios de la Atención Primaria de la Salud (APS), y orientándose al reforzamiento, restitución y promoción de los lazos sociales”, informaron desde el grupo Devenir.
Es por ello que el dispositivo del AT es una técnica de intervención que contribuye a la reinserción social del paciente y que realiza su labor en la comunidad, elaborando un vínculo y desde una manera “socializante”, a diferencia de la ideología “psiquiatrizante” de la enfermedad mental.
El rol del acompañante surge de la mano de la idea de evitar la marginación y la estigmatización del paciente, en un intento de evitar la internación psiquiátrica o haciendo que la misma sea más acotada. Esto es posible mediante la promoción de habilidades psicosociales en el paciente, para desenvolverse en su cotidianidad, respetando su condición de sujeto, sus derechos y promoviendo la adaptación activa al contexto social que lo rodea.
Si bien el AT surge del abordaje de las adicciones y la psicosis, con el devenir del tiempo el campo de inserción se fue ampliando a diversos padecimientos mentales y en diferentes contextos.
“El AT puede estar indicado para acompañar niños y adolescentes en escuelas, personas con problemas de adicción a sustancias, discapacidad, tercera edad, víctimas de violencia, personas judicializadas”, orientó Pablo Brueyne, sociólogo.
Relación AT-Paciente.
El lazo que se genera entre el Acompañante Terapéutico y el paciente está dotado de características propias, claramente diferenciadas de otros profesionales (psiquiatras, psicólogos, médicos, etc.), ya que su rol se define por acompañar con una mirada terapéutica pero desde un encuadre particular.
“El rango de escenarios de intervención es muy amplio, ya que comprende la gran diversidad de situaciones cotidianas del paciente. La función del Acompañante Terapéutico y los objetivos no pueden estandarizarse, ya que se verá determinado por la particularidad del paciente con que se trabaje, de lo que éste requiera y necesite para aumentar su calidad de vida”, definieron desde el grupo Devenir.
Los objetivos del tratamiento, el espacio y el tiempo en que se desarrolle el mismo, y el abordaje específico del paciente se establecen en forma posterior al contacto con su historia singular, con su red vincular o con los profesionales que intervienen en un tratamiento si lo hubiera. De modo que el encuadre de trabajo será diagramado según la modalidad cotidiana del paciente, pudiendo habilitarse el espacio de trabajo ya sea en un ámbito institucional, o en la vivienda particular, o en espacios públicos.
Obras sociales.
“Las obras sociales tienen ciertas resistencias a la hora de reconocer la necesidad de un AT para el paciente”, expuso Brueyne. Por ello, en primera instancia, el paciente debe concurrir a una cita formal con un psicólogo o psiquiatra de la obra social, quien debe recomendar un acompañante terapéutico.
En la actualidad, persisten obras sociales que no reconocen el acompañamiento, es por esto que los AT luchan por una ley de derecho de ejercicio profesional, que permitiría a las obras sociales reconocerlo como una prestación. Aunque hasta la fecha, las obras sociales otorgan la prestación pero a través de subsidios, o con otras carátulas.